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LOS SILENCIOS DE JESÚS

LOS SILENCIOS DE JESÚS

LA MIRADA DE JESÚS

Nos dice hoy el Evangelio de san Lucas:

“En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar…”

(Lc 11, 37)

“No me había detenido, Señor, en reparar tus silencios.” Yo me detuve un momento, pero qué bueno considerar, al comenzar este rato de oración, en los silencios de Jesús, en los silencios de Dios.

Estos días he estado haciendo mi curso de retiro. Unos ejercicios espirituales de cinco días completos de: más silencio, más oración, de hacer un examen de conciencia más profundo, más detenido y también de hacer más oración por todos en 10 Min con Jesús, ¡claro que sí!

Bueno, pues en esos días, uno también escucha muchas veces, el silencio de Dios y cuando se escucha el silencio de Dios hay que considerar más su mirada. Porque cuando Dios calla, no es que cierre los ojos también, no. Se queda mirándonos y nos mira a lo profundo del corazón. Los silencios de Dios…

Una de las cosas que hacía cada día en el retiro era rezar el Vía Crucis. Y una de las consideraciones de la segunda estación del Vía Crucis, es cuando Jesús carga con la cruz, me impresionó mucho en el Vía Crucis que escribió san Josemaría se lee:

«Las gentes de Jerusalén y los forasteros venidos para la Pascua se agolpan por las calles de la ciudad, para ver pasar a Jesús Nazareno, el Rey de los judíos. Hay un tumulto de voces; y a intervalos, cortos silencios: tal vez cuando Cristo fija los ojos en alguien: «Si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz de cada día y sígame.»

(Mt 16,24. Vía Crucis, San Josemaría)

“…cuando Cristo fija los ojos en alguien…” Los silencios de Dios, “cuando Cristo fija los ojos en alguien… “

“Jesús, míranos, míranos, mírame y que esa mirada me cambie.” La mirada de Jesús no nos puede dejar nunca indiferentes, nunca.

“Jesús cámbiame, mírame y no te avergüences Señor, en mirar mi corazón como está; hay veces, enfermo, leproso…” El Señor no se avergüenza, para eso vino, para que le dejáramos mirar nuestro interior, nuestro corazón.

SER SENCILLOS

Bueno, y sigamos con el Evangelio:

“En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él. Él entró y se puso a la mesa.”

(Lc 11, 37)

Dice san Lucas que el fariseo se sorprendió, se extrañó de que Jesús no se lavaba las manos antes de comer. “Y creo, Señor, que lo hiciste aposta…” Muchas veces el Señor hace todo porque de ahí quiere sacar algo, le quiere sacar alguna punta a eso y esta vez no se lava las manos; sabía que el fariseo se iba a extrañar.

“Eso lo hiciste, Jesús, para ilustrar mejor lo que habías dicho en ese mismo capítulo de san Lucas, en el capítulo 11, unos versículos antes.” En el versículo 34, Jesús dice:

«Cuando tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo también está iluminado. Pero cuando tu ojo es malicioso, también tu cuerpo queda en tinieblas».

(Lc 11, 34)

Cuando tú ojo es malicioso… Podríamos preguntarnos, ahora que estamos haciendo oración, Jesús, ¿mis ojos son maliciosos? ¿me la paso juzgando, criticando?

El fariseo mira a lo exterior, en cambio, Jesús le va a pedir una cosa: que mire al interior. A Jesús le interesa el corazón, no las cosas exteriores, no la apariencia. Jesús le va a decir fuerte (¡mama mía!):

“Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?”

(Lc 11, 39-40)

“Pero este fariseo se ve aguantó todo lo que Jesús le quería decir, porque en ese momento, era -Señor, perdóname- para haberte echado de la casa: -Fuera de aquí, vienes a mi casa y me vas a insultar en mi casa, en mi propia casa…”

Pero se ve que el fariseo estaba dispuesto a escuchar esas verdades que necesitaba escuchar; que necesitaba para para mejorar. Por eso había invitado a Jesús.

CAMBIAR ESQUEMAS

“Jesús, algunas veces pensamos que no te quieren mucho a los fariseos, porque Señor, se la pasan molestándote; y mira cuando este fariseo te invita a comer, Tú le aceptas la invitación.”

“Señor, que nosotros te invitemos, que perdamos el miedo a estar contigo. Aunque eso suponga muchas veces recibir tus correcciones, que debemos recibir con humildad y estar dispuestos a cambiar. Señor, ayúdame a mirarte, ayúdame a escucharte, ayúdame a cambiar por dentro.”

El Señor quiere conocer todo de nosotros, quiere mirar nuestro interior para que cambiemos esquemas. Eso es una idea que salió, varias veces, en las predicaciones del sacerdote que predicó el curso de retiro.

Cambio de esquemas, porque hay veces podemos estar muy predeterminados, todo predeterminado. Cuando uno está con un sistema de celular, pues uno está aferrado a ese sistema y cambiar de celular o cambiar de tecnología, supone cambiar esquemas, ¿no?

Es muy sencillo tener todo predeterminado. No. Y alguna vez, el Señor, nos pide cambiar esquemas. ¡Hay que cambiar interiormente!

Bueno, otro asunto que podemos ver en el Evangelio es que nosotros podemos vivir pendientes de lo que puedan decir de cada uno de nosotros, de lo que se ve por fuera.

Mira lo que encontré, una vez, en un texto del Papa Ratzinger, de Joseph Ratzinger, sobre la Navidad decía:

“De los dinosaurios se afirma que se extinguieron porque se habían desarrollado erróneamente: mucho caparazón y poco cerebro, muchos músculos y poca inteligencia. ¿No estaremos desarrollándonos también nosotros de forma errónea: ¿mucha técnica, pero poca alma? ¿Un grueso caparazón de capacidades materiales pero un corazón que se ha vuelto vacío? ¿La pérdida de la capacidad de percibir en nosotros la voz de Dios, de conocer y reconocer lo bueno, lo bello y lo verdadero?”

(Pasaje de La bendición de la Navidad. Joseph Ratzinger)

Ahí se entiende un poquito mejor lo de los esquemas…

ABANDONARNOS EN LAS MANOS DE JESÚS

Muchas veces podemos tener eso, un caparazón, una estructura, una manera de ser, unos modos -unos modus vivendi-, unos modos de vivir y de comportarnos que nos dan como cierta seguridad y cierta autonomía.

Pero, Jesús, hay veces, que quiere que cambiemos de esquemas, que nos abandonemos en sus manos, que seamos humildes para crecer, en definitiva, en vida interior.

También más oración, más rato de soledad, de silencio, que tanto bien le hacen a nuestra alma. Qué bueno hacer estos raticos de oración, también estos 10 minutos con Jesús, en momentos de silencio, de recogimiento.

Algunas veces, Señor, tendremos que hacerlos mientras que vamos en el carro, mientras preparamos el desayuno, mientras… Bueno, tantas cosas, en tantas circunstancias podemos escuchar estos audios y hacer oración. Pero, también, qué bueno hacerlos en ratos de silencio.

Vamos a acudir a nuestra Madre santa María. ¿Cuántas veces la Virgen miró dormido a Jesús, siendo una criatura de brazos? Pero también ya más crecidito, más niño, más adolescente, durmiendo, contemplando ese silencio de Dios…

Y después dejándose mirar por Jesús. Jesús la miraría y se quedaría también en silencio y se encontrarían esas dos miradas llenas de amor. “Jesús míranos y cámbianos por dentro.

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