Icono del sitio Hablar con Jesús

LUISITA Y EL GLADIADOR

“Yo soy”. Esas son las dos palabras, Jesús, que vamos a tener hoy en cuenta para este ratico de oración. Aparecen en el Evangelio siempre pronunciadas por ti y son varias.

Detrás de esas dos palabras, a veces, el predicado cambia: “Yo soy el pan de vida”, “Yo soy el buen pastor”, “Yo soy la luz del mundo, “Yo soy la resurrección y la vida” “Yo soy la puerta” …

O nada, como cuando dices a los apóstoles caminando sobre el lago:

“Soy yo, no temáis.”

(cf. Jn 6, 20),

o a los soldados que van a aprenderte a Getsemaní, al huerto de los olivos:

“Yo soy…”

(Jn 18, 6).

Jesús, te quiero contar una historia, de verdad, de locos… para caerse para atrás. Es la historia de una niña que actualmente vive en Boston y que, en la pandemia, estaba allí en Boston, Estados Unidos. Pero, como podía trabajar y estudiar remotamente, se vino a Colombia, porque es colombiana, más concretamente paisa, más concretamente de un pueblo de Antioquia que se llama Abejorral.

Por algún motivo no pudo estar con sus papás y sus hermanos, porque alguno de ellos estaba contagiado de covid o tenía gripa. Entonces, se fue a su finca y un día, dice que le dio por irse a Abejorral, con sus 27 añitos.

¿Y por qué se fue a Abejorral? Ya te voy a contar Jesús, ya te voy a contar…

REGISTRO CIVIL

Llega a Abejorral como a las 4:30 p.m., parquea el carro y se va directamente a la Notaría. Llega a las 4:50 p.m. a la notaría, cerraban a las 5:00 p.m. y allí pide su registro civil. Pero, no su registro civil actual, sino su registro civil de nacimiento, pues esta es una niña adoptada.

Entonces le pasan su registro civil de nacimiento, aparece el nombre de su mamá a quien ella no conoce, no conocía. No aparecen muchos datos, sólo la fecha de nacimiento, algunas cosas más y ya…

Bueno, ella solamente quería mirar su registro civil, averiguar algo de su mamá… Y esa misma tarde, pues decide quedarse en Abejorral y pasar la noche en un hotel.

Esa misma tarde empiezan a escribirle por Facebook. Le llegan una serie de mensajes: Niña, sabemos que usted está buscando a su mamá; yo sé dónde está su mamá; yo le puedo llevar a donde está su mamá…

Ella se asusta un montón, porque cómo es posible que unas personas sepan que ella está buscando a su mamá y cómo es posible que sepan que ha ido a Abejorral. En todo caso, empieza a responder los mensajes.

Resulta -esto es muy sorprendente- que cuando ella entra a la oficina de la notaría, en la sala de espera, hay una joven de unos veintitrés años, que está con un niño. De hecho, son muy gentiles, le ofrecen gel antibacterial y esta niña es la hija de la funcionaria que la atiende, de la señora que estaba ahí en la ventanilla.

Cuando esta niña se va, le dice: -Oye, mamá, yo creo que esta niña es hermana de Fulanita, que vive actualmente con nosotros, es mi amiga (la niña de unos veintiséis años y la que estaba en la sala de estar unos 23 años, era más joven).

LUISITA

Pero, con la que vivían ellos, era una niña de 26 años y ella les había contado la historia, que tenía una hermana un año, dos años mayor que ella. Que su abuelita, antes de morir, le había dicho: -Tú tienes una hermana biológica, que fue adoptada a los nueve meses de edad. Bueno, y ella se quedó con esa inquietud.

Cuando escuchó que esta niña, que venía -en un día de pandemia, de aislamiento- a buscar el registro de su mamá y además dice cómo se llama su mamá. Pues, entonces dicen: -Esta es, esta es… Entonces, empiezan a escribirle.

Vamos a poner que el nombre de la protagonista es Luisita,

Entonces habla con el señor que le escribe y le dice: -Mire, mi hija, es hija de su mamá. Yo no soy su papá, pero mi hija sí que es hija de su mamá. Entonces, las pone en contacto, habla con ella.

Al otro día quedan en la Plaza del pueblo. Luisita conoce a su hermanita biológica. Conoció a su hermanita un año menor, dos años menor, y le dice: -Vamos a saludar a mamá, vamos a conocer a mamá.

Ella, como que no está preparada todavía para hablar con ella. Simplemente van y la saluda. No está en la cafetería donde trabaja, pero si en la casa, van y la saludan y luego se van a almorzar.

Luisita le dice: – Oye, pero ¿cómo sé yo que tú eres mi hermana? Pues venga, vamos a la notaría si quiere y le muestra el registro civil. Efectivamente, contiene sus dos mismos apellidos.

LA FOTOGRAFÍA

Bueno, gran sorpresa, grandes abrazos, muchas emociones encontradas. Por la tarde, deciden regresar a donde la mamá. Luisita, decide ir a imprimir una foto de ella, cuando estaba muy chiquitica.

La foto que sus papás le dieron cuando tenía meses de nacida. La imprime la mete en un portarretrato y se va para la casa de esta señora, de esta buena señora.

Cuando lleguen allí, le dicen: Mira, ¿tú conoces esta niña? ¿Tú sabes quién es esta niña de la fotografía? Ella en principio, pues dice, es la hija del vecino o la hija de no sé quién…

Y entonces, le dice: -No. Está niña se llama tal y tal y tal. No voy a decir su nombre. Esta niña es tu hija y esta niña soy yo.

Por eso, Señor, te he contado toda esta historia porque la meditación va de esas dos palabras: Soy yo, Yo soy.

Le dice esta soy yo. Esta soy yo, esta es tu hija. Bueno, una cosa emocionante. La señora se levanta, le da un abrazo; les cuenta la historia de por qué termina siendo una niña adoptada. Historia que no puedo contarla porque se alargaría muchísimo esta meditación.

Es una historia absolutamente de locos, Jesús, porque esta Luisita se va Abejorral y en veinte minutos ya sabe quién es su mamá, sabe todo de su mamá, sabe cuál es su historia… ¡Veintisiete años después! ¡Qué fuerte! ¡Qué fuerte! Y en plena pandemia. Y preciso, en el momento en el que va a preguntar a la notaría, hay una niña sentada ahí que sabe quién es ella, porque vive con su hermana.

EL SEÑOR NOS REVELA SU DIVINIDAD

Yo soy. Yo soy. Esta claro, Señor, que cuando tú utilizas esa expresión haces referencia a Moisés. Cuando en la zarza ardiente esa voz dice:

“Yo soy, yo soy”

(cf. Ex 3, 15).

Por eso, cuando Tú dices Señor: Yo soy. Más o menos, estás revelando tu divinidad. Pero yo quisiera ver ahora, también, tras esas dos palabras, Jesús, un afán tuyo de protagonismo. Protagonismo bueno, porque Señor, Tú eres el centro de la historia, Tú eres el centro de la redención del hombre.

Cuando nosotros escuchamos: Yo soy, tenemos que poner atención. Yo soy. Yo, soy. Tú no dices: -Yo os daré pan. Tú, no dices: Yo os mostraré al pastor; Yo os iluminaré; Yo os resucitaré… No, no, no.

Tú dices: – Yo soy el pan; Yo soy el buen pastor; Yo soy la luz; Yo soy la resurrección… Y, por último, Tú no dices: -Yo os indicaré el camino; Yo os expondré la verdad, Yo os daré la vida. No.

Como hoy en el Evangelio, y así conectamos con el Evangelio. Tú dices:

-Yo soy el camino, la verdad y la vida

(Jn 14, 1-12).

En definitiva, “Yo soy la salvación.”

Señor, permíteme esta digresión. Está claro, quién eres Tú. Ahora me pregunto, quién soy yo. Ya conocimos la historia de Luisita, ¿verdad? Ella necesita descubrir quién es ella, de dónde viene, cuáles son sus raíces. ¿Quién soy yo? ¿Quién eres tú? Lo tenemos muy claro, Tú eres Señor el camino, la verdad y la vida. Tú eres el pastor, Tú eres la puerta.

Bueno, en este punto te digo que ya llevamos 10 minutos y quiero contarte otra historia que me puedo alargar unos minuticos. Si quieres te vas a 10 minutos con Jesús España o en inglés, en portugués o en alemán.

EL GLADIADOR

Hay una historia que tú conoces muy bien. En la película, el gladiador que se desarrolla en el Siglo II d.C. El Héroe es un guerrero español que se llama Máximo. ¿Te acuerdas de la película? Espectacular. El comandante de los ejércitos romanos.

Es un general muy querido por sus hombres, por sus soldados y por el emperador Marco Aurelio. Pero el emperador tiene un hijo que es un malvado, que se llama Cómodo y que averigua los planes que tiene su padre de hacer emperador a Máximo, en vez de él.

Cuando conoce esto, va y estrangula a su papá, al emperador Marco Aurelio y sentencia a Máximo a la ejecución inmediata. Se va a cumplir la sentencia y también manda a unos sicarios a matar a su esposa y a su hijo. Máximo escapa, pero demasiado tarde para salvar a su familia.

Después es capturado por unos comerciantes de esclavos, es vendido como gladiador -aquí la película- y ese destino es, normalmente, una sentencia de muerte. Pero, se trata de Máximo un valiente luchador. Él no sólo sobrevive, sino que se vuelve un campeón.

Finalmente llega a Roma, para luchar en el Coliseo ante el mismísimo emperador Cómodo. Quien, por supuesto, cree que Máximo murió hace mucho tiempo.

Después, de una muestra notable de valentía, el emperador entra a la arena del Coliseo, para encontrarse con el valeroso gladiador, cuya identidad permanece hasta ahora oculta, detrás de su casco.

Y le pregunta, tu fama es muy merecida español, no creo que alguna vez haya habido un gladiador que pueda compararse a ti. ¿Por qué no revelas tu identidad? ¿Por qué no dices tu verdadero nombre?

Máximo permanece en silencio. ¿Tienes nombre? Le dice Cómodo. Máximo responde: -Mi nombre es Gladiador y da la vuelta y se aleja. ¿Cómo te atreves a darme la espalda? ¡Esclavo! Quítate el casco y dime tu nombre.

Máximo, lentamente, muy lentamente, levanta el casco y vuelve su rostro a su enemigo y le dice: -Mi nombre es Máximo Décimus Meridius; comandante de los ejércitos del norte; general de las legiones de Félix; leal servidor del verdadero emperador, Marco Aurelio; padre de un hijo asesinado; marido de una esposa asesinada.

SABER QUIÉNES SOMOS

Esa respuesta de Máximo se levanta como una ola poderosa, cada vez más grande en tamaño y fortaleza. Está revelando quién es. Soy yo, yo soy esto…yo me llamo así, yo he sido llamado para esto.

¿A dónde va un hombre para aprender una respuesta como esa, para saber su verdadero nombre, un nombre que nunca le podrán quitar?

Jesús, nosotros que somos hombres debemos conocer nuestro nombre, saber quiénes somos, de dónde venimos, saber para qué hemos sido creados.

Y a este punto, Jesús, yo digo: -Yo soy un hijo de Dios. Soy un hombre que ha sido redimido por Tu sangre preciosísima. Yo soy un hombre que está destinado para la vida eterna.

Y me parece que esta es la dignidad de las personas, saber quiénes son.

Perdón porque me he pasado varios minutos.

Aquí hago una breve conexión con la segunda lectura de la misa de hoy, San Pedro, de la Primera Carta de San Pedro. San Pedro dice:

“Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios.”

(1Pedro 2, 4-9).

Vamos a seguir en oración. Yo te sugiero que pienses en esas dos palabras: Yo soy. Piensa, quién eres tú, quién es Dios para ti. Piensa quién es Jesús para ti y también tu Madre bendita.

Estamos en el mes de mayo, vamos a pedirle a Nuestra Madre que nos ayude a saber, a conocer quiénes somos y quiénes estamos llamados a ser.

Salir de la versión móvil