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LUZ PARA LOS DEMÁS

El bien Luz, el tiempo vuela
LUZ DEL MUNDO

Jesús se dirige a los fariseos. Es una de estas conversaciones en las que los argumentos van y vienen pero, por la dureza de sus corazones, aquello no está yendo a ninguna parte. Están cerrados; en su ceguera, en su oscuridad, en su testarudez.

“De nuevo les dijo Jesús: —Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” 

(Jn 8, 12).

Jesús es luz, ilumina la verdad de las cosas, ilumina nuestras vidas. Acogerlo es llenarse de lo que hace amable la vida, de lo que da sentido a las cosas.

Por eso, cuando escucho estas palabras digo: “creo que te entiendo Jesús, pero ayúdame a entenderte mejor”. Porque, claro, estas palabras también nos las dirige a ti y a mi. Para ver si nos terminamos de enterar qué es, qué implica, seguirle.

No lo tenemos todo resuelto en un instante.

VEN Y SÍGUEME…

Ven y sígueme. Así comenzó, con esa frase, todo para los apóstoles y así comenzó también para nosotros. Se produjo un encuentro. Pero no un encuentro cualquiera, sino uno que transforma vidas.

Como animaba el Papa Francisco a los jóvenes:

“Si alcanzas a valorar con el corazón la belleza de este anuncio y te dejas encontrar por el Señor; si te dejas amar y salvar por Él; si entras en amistad con Él y empiezas a conversar con Cristo vivo sobre las cosas concretas de tu vida, esa será la gran experiencia, esa será la experiencia fundamental que sostendrá tu vida cristiana. 

Esa es también la experiencia que podrás comunicar a otros jóvenes. Porque «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».” (Christus vivit, n. 129)

JESÚS ES LUZ

Así es. La religión es un encuentro con Cristo. Y es luz; porque Jesús es luz.

Como contaba una mamá de su niño de tres años, que le dijo:  -Mamá, ¿a que cuando comulgas, el alma se pone blanca? La madre responde que sí. El niño vuelve a la carga con otra aseveración:  -¡También se pone amarilla! Y la madre, algo sorprendida: -¿Amarilla? ¿Por qué? -Porque Jesús es Dios y Dios creó la luz. Entonces cuando comulgas, el alma se pone amarilla de luz…

¡Pues sí! “Eres luz Jesús para mi vida y para toda vida. Y encontrarme contigo es que el alma se ponga amarilla de luz y que mi vida tome luces nuevas. Pero no es cosa de un instante. Sí, comienza en un momento determinado, pero se trata de seguirte. Esa es la invitación: Ven y sígueme…

Los que te siguen Jesús lo hacen respondiendo, correspondiendo. Y no es una respuesta de un momento; se extiende en el tiempo.”

SANTIDAD QUE CONTAGIA

Al corresponder a la llamada, que es una llamada a la santidad, el Señor nos va transformando, a ti y a mí también, en apóstoles. Pero los apóstoles no tienen todo resuelto desde el primer momento. Van aprendiendo. Meten la pata, rectifican, preguntan, piden ayuda (enséñanos a orar)…

En una ocasión escuchan cómo, en tu oración Jesús, le dices al Padre:

“Por ellos yo me santifico”

(Jn 17,19).

Y se dan cuenta que ellos tienen que hacer lo mismo… Santificarse ellos para santificar a los demás. Si están cerca de la Luz, es para que ellos sean luz también. Es, de alguna manera, su responsabilidad, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.Poco a poco van asimilando lo que implica el seguimiento.

Y se dan cuenta de esa verdad crucial: que se trata de cuidar la propia vida interior (la propia alma) para ser siempre, con naturalidad, sal de la tierra y luz del mundo (cfr. Mt 5,13-16).

El seguimiento es santificarse. Porque si no no es seguimiento y entonces no se contagia nada a nadie…

VIDA INTERIOR, REZAR, LUCHAR… 

Es bueno que nosotros también aprendamos la lección. Si quiero tener luz y si quiero ser luz para los demás yo tengo que estar cerca de Jesús, yo cultivar el cariño a Él, yo rezar, yo luchar por ser santo…

No podemos ayudar a los demás si no tenemos vida interior, si no tenemos trato íntimo con Dios, si no hacemos oración, si no acudimos a los sacramentos. Es así como se nos va pegando ese calor de Dios, así empezamos a alumbrar porque nos vamos encendiendo. Y esa luz da calor.

Un recuerdo de san Josemaría que nos puede servir, aunque distinto al contexto en el que él lo usaba: Contaba de una vieja caricatura que vi de niño. Eran dos dibujos. En uno se leía: el hombre presuntuoso y representaba una familia reunida alrededor de una mesa, teniendo arriba, en lo alto de un palo, una gran luz. Desde lejos aquella luz atraía, llamaba la atención. Pero si uno se acercaba, veía que la familia estaba fría, sin luz y sin calor de hogar.

El otro dibujo se titulaba así: el hombre prudente. Era otra familia, con la luz muy cercana, sobre la mesa, en el centro de todos. No llamaba la atención, no era algo ostentoso. Pero el que se acercaba allí, encontraba ambiente de familia.

(Tomo I, 21 de diciembre)

CON LUZ PROPIA

No podemos ser imagen, fachada. Tiene que haber contenido, calor, una luz que acoge.  El apostolado no es simplemente atraer gente o decirle lo que tiene que hacer para estar cerca de Jesús, es contagiar, es iluminar, es propagar el incendio; pero para eso ¡yo tengo que estar encendido! ¡yo tengo que estar ardiendo!

Cristo es la Luz del mundo (cfr. Jn 7, 14-39) y de las conciencias (cfr. Jn 1, 1-24), por eso hay que situar a las almas frente a Cristo…

Pero no alumbra sino lo que tiene luz propia, o lo que la tiene al menos por reflejo… Como la luna que ilumina gracias al sol. Nosotros, podemos tener luz prestada…, que nos la presta Dios, reflejamos lo que recibimos de Él. La cuestión es que la tenemos que tener si queremos ayudar… Y Dios quiere dárnosla. Nos quiere iluminar para hacernos brillar, pero también para nosotros poder iluminar a los demás.

Todo lo bueno de nuestra vida llega por alguien que nos lo facilita: la vida, la familia, la formación, el trabajo, etc. Así, querer a los demás y dejarse querer son dos caras de la misma moneda ¡¿y qué mejor que todo eso esté informado por mi relación con Jesús?!

Él nos quiere dar su ayuda y su fortaleza también a través de lo que recibimos de los demás. Y quiere que nosotros ayudemos a los demás como lo haría Él.

BRILLAR PARA HACER BRILLAR

Leonardo Da Vinci, como artista, uno de los temas que le obsesionaba era el de la iluminación. Y, a base de observar, se dio cuenta que no era sólo cuestión de añadir blanco y amarillo para que se notara la luz, sino que, en los distintos objetos, había que incluir el color de lo que hay alrededor: el “rebote de luz” que produce…

Jesús es luz, y quiere hacerme brillar. Pero para que yo haga brillar a los demás…  ¿Sacamos lo mejor de los demás…? Es lo que han hecho los santos…

Fíjate que cuentan que los miembros del tribunal encargado de recoger los testimonios de la Causa de Canonización de San Josemaría estaban sorprendidos no sólo de los testimonios que se daban acerca de la santidad de vida de Josemaría Escrivá de Balaguer, sino de las mismas personas que los daban.

Porque parecía que cada una de esas personas había hecho muchas cosas y muy buenas en su vida (sacando grandes iniciativas adelante, o ayudando a tantas personas, o cosas así; y estando ellos muy cerca de Dios). Hasta que llegó un momento en que compartieron su perplejidad con uno de los que llegó a dar su testimonio.

Y este les respondió: “es que sacaba lo mejor de nosotros”.

Luz. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Que yo la tenga Jesús, por estar cerca de Ti y que sepa darla a los demás.

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