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MAR ADENTRO

BAJARSE DEL CABALLO, mar adentro, pensa en grande
JESÚS PREDICA DESDE LA BARCA

Hoy día, en el Evangelio de la misa, una escena súper conocida. Cuando el Señor llega con un montón de gente a la orilla del lago en Galilea.

En el norte, la gente fogosa -los solían representar así o categorizar así a los galileos, como gente apasionada, fogosa, por lo menos en contraste con los del sur, con los de Judea, donde está Jerusalén y Jericó- los del norte de Galilea, apasionados, más movidos, que sé yo.

Y entonces, llega el Señor con un montón de gente, gente medio apretujándose, medio empujándose a la orilla del lago. Y cuenta San Lucas:

“Entonces, subiendo en una de las barcas, que era de Simón, le rogó que la apartase un poco de tierra; y sentado, enseñaba desde la barca a la multitud”

(Lc 5, 3).

Y la gente se tranquiliza un poco, se sitúan además, seguramente, como en un anfiteatro natural: el Señor en la barca, un poquito más bajo, y como subiendo el terreno, la gente que se va sentando, que puede hacer silencio.

Se escucha muy bien en la orilla del lago -bueno, un poquito de oleaje, quizás el lago, ahí en la playa, qué se yo, un poquito el agua con las piedras, el agua con las plantas… Pero silencio, calma. Y el Señor enseña.

LAS BARCAS DE LOS PERCADORES

Hace un tiempo estuve en una caleta pescadora, hace poquito en verdad. Y bueno, una cosa hiper conocida -yo creo que en otros países también me imagino en tantos lugares-, incluso a los botes de pescadores, los botes más sencillos, en general tienen nombre, por lo menos aquí en Chile.

Nombres simpáticos, nombres muy sencillos, todo tipo de nombres. Algunos con algún toque de humor, pero en general nombres muy sencillos, sin más que pa’ reconocerlos o pa’ saberlos distinguir.

Quizás el de Pedro también. El bote, la barca de Pedro, quizás también tenía un nombre; quizás decía “Simón” o el equivalente en hebreo, en arameo;o quizás tenía algún otro nombre: “El malas pulgas” o “El gritón”, no sé, o “El echao pa’delante”, porque San Pedro era así. Bueno, no sabemos.

La cosa es que el Señor le pide a Pedro que le deje un poquito estar ahí pues Pedro se estaba yendo.

EL SEÑOR CUENTA CON CADA UNO DE NOSOTROS

Pero todo esto nos sirve quizás para mirar. Lo hemos mirado tantas veces, lo hemos contemplado tantas veces. Ahora, rezando también y con la ayuda del Espíritu Santo, y de la Virgen y San José, y nuestro Ángel de la Guarda, como les hemos pedido, con la ayuda interior de la gracia, seguramente podemos mirar esto, contemplar y ver, o preguntarnos.

O quizás el Señor nos dice directamente: -Oye, yo también necesito; necesito tu vida, necesito tu barca con el nombre que tenga, con el nombre que tiene. No necesito el Titanic, no necesito grandes cosas… No, no. ¡Necesito de ti! ¿Puedo contar contigo?

Y cuenta San Lucas que, cuando terminó de hablar, le pidió más a Simón, a Pedro:

“Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: – Guía mar adentro [esta frase que es tan bonita en latín: “Duc in altum”]. Guía mar adentro y echen sus redes para la pesca.

Simón le contestó: -Maestro [el Señor estaba enseñando y muy bien, hasta hace poquito, hasta hace unos segundos. Simón agradecido, respetuoso, pero al mismo tiempo sabiendo lo que le está pidiendo Jesús, dice:] -Maestro, hemos estado fatigándonos durante toda la noche y no hemos pescado nada”

(Lc 5, 4,5).

PEDRO ACEPTA LA PALABRA DE JESÚS

Y los ojos de Jesús se cruzan con la mirada de Pedro. Pedro mira directo a los ojos al Señor, como viendo a ver qué efecto producen estas palabras en Él.

Y quizá el Señor sonríe más, pone más fuerza en su mirada, como diciéndole: -Si sé Pedro. Lo sé. Confía en mí. Confía en mí, Pedro; yo confío en ti.

No sabemos. Esto no lo recoge San Lucas, pero nosotros ahora rezando, contemplando, viviendo la escena con la ayuda del Espíritu Santo, quizás podemos asomarnos a esa mirada del Señor. Quizás…

Quizá podamos ser Pedro y mirar nosotros, si nos atrevemos, si queremos, miramos de frente, cariñosamente al Señor y si queremos, podemos ver la mirada del Señor que nos dice: -Oye, confía en mí y también confío en ti. Con la fuerza que sólo tiene la mirada de Jesús, con la luz, con la seguridad maravillosa de la mirada del Dios hecho hombre.

“Maestro, hemos estado fatigándonos durante toda la noche y nada hemos pescado [cruce de miradas]; pero, no obstante, sobre tu palabra echaré las redes”

(Lc 5, 5).

CONFIAR EN JESÚS

Y quizá los ojos de Jesús se achinan un poquito más, porque sonríe un poquito más. Agradecido, contento, animando a Pedro, porque lo está animando frente a un montón de gente.

Aquí por lo menos se usa la expresión “hacer el loco”. Pedro se está arriesgando a hacer el loco al frente de un montón de gente. Se está arriesgando a hacer el loco porque no solo está lanzando las redes al mar, se está lanzando él. “Pero se está lanzando porque confía en Ti, Jesús”.

Y quizás nosotros, ahora que estamos tratando de mirar esto, rezando también nosotros, quizás tú también le puedes decir al Señor -yo se lo digo en voz alta-, tú quizás también ahora en el corazón: “Señor, yo también me lanzo. Señor, yo también me meto mar adentro. Pero sobre tu palabra, Contigo”.

JESÚS NOS INVITA A TODOS

Es bien impresionante cómo lo decía san Josemaría, de cómo el Señor se había metido en su vida, así como se metió en la barca de Pedro, cómo se metió el Señor en su vida. No sólo las huellas en la nieve, esas cuando era Josemaría y tenía quince años, sino también un decenio después, pasadito un decenio.

Y decía san Josemaría, cuando Dios le mostró lo que le pedía a él, decía que tenía veintiséis años, la gracia de Dios y buen humor, y punto. Y un curita con 26 años y nada más que -bueno, nada menos, pero humanamente-, nada más que la gracia de Dios y buen humor, y mar adentro… ¡Vaya si tiene calao! Y otros santos también. Y nosotros en nuestra vida también.

Quizás le podemos decir ahora al Señor lo que queramos decirle… Respecto de algo que nos está pidiendo en nuestra familia, o en el trabajo; o en esos caminos de vida espiritual, de vida interior, de repente dar un paso adelante valiente en oración o en sacrificio, en unión con la cruz de Jesús, en apostolado, en dar la cara por el Señor, en hablar con más confianza.

En verdad con más unión con Él, menos sólo con mis músculos y mi mandíbula, y más con Él.

Bueno a veces, ese mar adentro de la vida interior, bueno, quizás tu, yo se lo puedo decir: “Señor, yo sobre tu palabra, como Pedro hoy día en el Evangelio, me lanzo Contigo”.

LA PESCA MILAGROSA

Y es fantástico como lo cuenta San Lucas:

“Y habiéndolo hecho, recogieron gran cantidad de peces, tantos que las redes se rompían”

(Lc 5, 6).

No sólo las redes se rompían, las barcas se hundían.  Ellos fatigados también. No nos dice nada de cómo tenían los brazos ellos, pero habrán estado agotados. Habían estado toda la noche pescando y en este momento se les pide un esfuerzo físico también, extra, fuerte como nunca.

Y, sin embargo, no se rompen las redes;  no se hunden las barcas; y, sin embargo, ellos no caen rendidos, sino que llevan todo eso hasta la orilla.
Con la intercesión de la Virgen, de San José, Dios quiera que hagamos lo mismo cada día en la Iglesia.

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