¡Qué gran día hoy! Que estamos celebrando a la Virgen en continuidad con la Asunción que teníamos hace justo una semana. Hoy, otra fiesta muy grande, muy bonita de la Virgen. Ella también preciosa en el Cielo.
Abriendo un poquito más los ojos del alma, quizás alcanzamos a ver hasta el Cielo y la alcanzamos a ver a ella: radiante, contenta, preciosa, rodeada de los ángeles.
Nos la imaginamos como ese pintor de hace casi quinientos años: el Greco. Ese que se imaginaba tanto a los ángeles con trajes de colores, con instrumentos musicales, algunos patas para arriba…
RUEGA POR NOSOTROS
Contento, muy contento alrededor de la Virgen y ella también rodeada, no sólo por los ángeles, sino también por los apóstoles que tanto la quisieron aquí en la tierra. A la Virgen le podemos decir:
- Reina de los ángeles, ruega por nosotros;
- Reina de los apóstoles, ruega por nosotros;
- Reina de todo lo creado, ruega por nosotros.
Es muy bonito verla, imaginarla, contemplarla y se puede hacer, abriendo los ojos del alma, abriéndolos más, enfocando más, con cariño, con fe y decirle cosas bonitas que salgan del corazón.
Cómo le gustará a ella que nosotros desde tantos rincones, de geografía tan extensa, con distintos acentos, le digamos (aunque le digamos todos): Reina de todo lo creado, ruega por nosotros o Madre mía, ruega por nosotros.
AUNQUE LE DIGAMOS LO MISMO
Se lo estamos diciendo con acentos tan distintos, desde rincones tan distintos, personas tan distintas…
Es como una sinfonía, como un coro que a ella le encantará seguro. Así que digámosle, díselo tú ahora si quieres, dile lo que quieras, pero mirarla con cariño ya es decirle.
Hay una oración preciosa muy antigua. Me acuerdo de un amigo que conocí hace tiempo, un amigo norteamericano que conocí en España de familia luterana (porque es una familia de ascendencia alemana que emigró a Estados Unidos).
SALVE
Me acuerdo de haber estado con él en una misa bonita con otros universitarios (era en torno a la Inmaculada Concepción) y al final de la misa se cantó la Salve, la que muchas veces rezamos así:
“Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia…” la llamamos así: Reina.
En aquella oportunidad, al final de la misa, se cantó la Salve (que es una oración con una melodía muy antigua medieval; es decir un poquito menos, pero por ahí, casi mil años de antigüedad).
CANTO SINCERO
Me acuerdo que tendría 19-20 años en ese momento y le gustó muchísimo, se emocionó mucho de darse cuenta de un canto tan sencillo y, a la vez, tan sincero y tan bonito a la Virgen.
Venía de otra tradición religiosa. Le impresionó (porque fue muy bonito realmente) ver a un montón de gente joven participando en esa misa. Era en periodo de exámenes por allá en torno a la Inmaculada Concepción, la novena de la Inmaculada.
Nosotros también podemos aprovecharnos de esta melodía tan bonita, de este texto tan sencillo y tan profundo también: “Salve, Regina, Mater Misericordiae, vita dulcedo, et spes nostra salve…”
CÓMO LE GUSTARÁ A LA VIRGEN
Y se lo vamos cantando en esa melodía tan antigua, tan bonita o se lo decimos en nuestro buen castellano: “Dios te Salve, Reina y Madre de Misericordia…”
Me acuerdo a este amigo Mike cómo le gustó y si le gustó a Mike, imagínate cómo le gustará a la Virgen. Aprovechamos también a mirarla, a piropearla, a decirle estas cosas bonitas.
Yo, sinceramente, no me acuerdo si en alguna de estas meditaciones lo he contado este sucedido. Fue hace un par de años justo (y si lo he contado, da igual porque la idea es que sirve para hacer oración), a mí por lo menos me sirve para hacer oración; para mirar al Señor, para mirar a la Virgen.
PRIMERA CONFESIÓN
Una cosa muy sencilla, pero también fue un 22 de agosto y estaba en el colegio que era capellán (ahora estoy en otro colegio), estábamos con los chiquititos de segundo de primaria (aquí le llamamos segundo básico) y aquel día, a mediados de año, eran las primeras confesiones de un montón de enanitos de 8 años, algunos de 7.
Entonces, iban pasando y pasaba uno y pasaba otro al confesionario, con mucha alegría y también muy lentamente, porque estaban aprendiendo; era su primera confesión.
Yo estaba muy contento, me parecía que era como un regalo de la Virgen en una fiesta de ella que estos enanos pudieran hacer su primera confesión. Entonces, en un momento le dije a uno: “Oye, ¡qué gran cosa que hoy puedes hacer tu primera confesión verdad!”
SANTA MARÍA REINA
Me dijo: ¡claro que sí! Estaba feliz el chico este. Entonces le dije: “Seguro que la Virgen está especialmente contenta”. Y me miraba así, con ojos grandes, entre asombro, expectación, alegría…
Y me decía: “Sí” y le dije: “¿Sabes por qué?” (Yo en mi cabeza decía, este chico no debe tener idea de que hoy es día de Santa María Reina).
Lo quería animar porque eso nos sirve mucho a todos nosotros también que estamos rezando, a darnos cuenta del cariño de la Virgen; de lo presente que está.
Le quería hacer ver este regalo de la Virgen: que él pudiera hacer su primera confesión justo con una fiesta de la Virgen.
DÍA DE LA VIRGEN
Cuando le dije: ¿Sabes por qué está tan contenta la Virgen? Me miró y contestó muy lento, muy lentamente: “Sí, porque mi alma está limpia”. Con una cara de contento y de alegría… una cara de ocho años, fantástica.
“Porque mi alma está limpia”. Claro, tenía toda la razón, seguro que la Virgen está muy contenta con estas maravillas que ocurren en estos días. Era un regalo de la Virgen, era un regalo de verdad.
A él le expliqué: “Sí, seguro que la Virgen está muy contenta por esto, porque ahora tu alma está muy limpia, tu corazón lleno de Dios”. Y ahí le expliqué: “Fíjate que hoy día es un día de la Virgen, de ella, porque es Reina”. Le encantó y salió para afuera feliz y como éste varios.
MADRE MÍA
Pero me acuerdo de éste especialmente, de lo contento que estaba y de cómo conectó tan claramente, tan fácilmente, con esa como intuición tan limpia de los niños, la presencia cariñosa de la Virgen y lo contenta que estaba de que su alma, de que su corazón estuviera muy lleno de Dios.
Eso es otra cosa que hoy realmente, ahora que le decimos a la Virgen: Virgen María, Madre mía o mamá o como cada uno le diga: “yo quiero que tú seas Reina en todo mi corazón, en todas las cosas que hay en mi corazón, en todos los afectos que hay en mi corazón, en toda mi vida”.
Que en el fondo es lo que ocurrió en aquel niñito de segundo básico, de su primera confesión. Justamente lo que estaba ocurriendo ese día era que el Señor reinaba; el Señor llenaba el corazón de ese niñito y con Jesús, Su Madre la Virgen.
DIOS TE SALVE
Nosotros podemos aprovechar también a decirle muchas veces: “Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia…” decirle muchas veces:
- Reina de los ángeles, ruega por nosotros;
- Reina de los apóstoles, ruega por nosotros;
- Reina de todos los cristianos, ruega por nosotros.
Es muy bonito que le digamos estas cosas bonitas, que le pidamos estas cosas grandes, pero -sobre todo- que le pidamos a que ella nos ayude que nuestro corazón sea como el de aquel chiquitín de primera confesión.
Que de verdad tengamos el corazón muy lleno de Dios. Que el Señor reine, que la Virgen reine en nuestro corazón.