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TÚ, JESÚS, MI MÉDICO DE CONFIANZA

medico de confianza

E.El centro del Opus Dei donde vivo, es un centro que atiende a universitarios principalmente, y de los que frecuentan esos medios de información cristiana que tenemos aquí en la casa, la mayoría son de estudiantes de Medicina.

Claro, son excelentes en sus estudios, son muy responsables, están siempre agobiados con exámenes, como es lo típico en la carrera.

UNA ANÉCDOTA

Y en una tertulia reciente, uno de ellos contaba que un doctor estaba examinando a un paciente, y entonces le dice:

– Señor, usted debería haber venido a verme antes, es que nos habríamos ahorrado muchísimos problemas, porque ahora resulta que tenemos que aplicar un tratamiento que va a ser mucho más intenso.

Y responde el paciente: -Sí, bueno, lo que pasa es que en realidad fui a ver un curandero…

El doctor se llevó las manos a la cabeza y dice: – ¡Ajá! ¿Y qué estupidez le dijo ese curandero?

Responde el paciente: -Pues que viniera a verlo a usted.

Parece chiste, pero es anécdota.

Claramente, ese que no quería ir al médico, tal vez por falta de confianza en la medicina, o falta de confianza en ese médico en concreto, pues se encontró de frente con la realidad.


Que ir al curandero no lo iba a sanar, que tenía muchísimas más probabilidades de curarse si iba al médico.

Pero le iba a doler más, o le iban a diagnosticar algo que no quería escuchar, pero el tiempo le dio la razón al médico.

Y en otra tertulia con estos muchachos estudiantes de medicina, uno de ellos comentaba lo absurdo que seria que alguien por ejemplo se hiciera un examen de laboratorio, pero eso sí, con la condición de que él solo aceptaría los resultados si estos le dijesen que están todos los valores perfectos.

Y claro, es absurdo, ¿Para qué se hizo entonces los exámenes? ¿Para qué gastar dinero y perder tiempo e incluso pasar por el dolor que tienen algunos de estos exámenes, incluso pasar por el dolor de las jeringas?

¿LE TENEMOS MIEDO A LA VERDAD?

¿Tanto miedo se le tiene a la verdad? ¿No será mejor aceptar los resultados de los exámenes sea como sea que vengan, para poder actuar rápidamente?

Y claro, este ejemplo que ponía este muchacho, es una situación absurda, pero lo que aplica para la salud del cuerpo aplica con mayor razón para la del alma.

Porque el alma también se enferma, lo que pasa es que a veces uno no ve la enfermedad, la gravedad del asunto hasta cuando ya es demasiado tarde o cuando ya es grave el asunto.

Pero el alma también hay que alimentarla, también hay que llevarla a examen continuamente. ¿es que tanto miedo se le tiene a la verdad?

¡En el caso del alma, no tomar medidas seria incluso más absurdo!

No tomar medidas sería incluso más absurdo, que el caso de quien prefiere ir al curandero antes que al médico.

O más absurdo que el no reconocer los resultados de los exámenes de laboratorio, si éstos no dicen que todos los valores están bien.

Pero lo más absurdo de todo, es que para nosotros los cristianos, tenerle miedo a la verdad que nos dice el estado real de nuestras almas; es tenerte miedo a Ti, Jesús, ¡Esto es absurdo!

Tenerle miedo a Dios es absurdo, y precisamente es lo que quiere el enemigo de nuestras almas.

Él lo sabe desde el momento en que fuimos creados, de hecho, la serpiente cuando convence a Adán y Eva de dejarse llevar por la soberbia, de querer ser como dioses, uno de los efectos más inmediatos del pecado, -que es eso, es una enfermedad del alma-, es ocultarse de Dios.

MIEDO AL CASTIGO

Y por supuesto que Adán y Eva, le tenían miedo al castigo, era una reacción vamos a decir natural.

Pero en lugar de acudir inmediatamente al médico, a mostrar la herida con ánimo de sanar, se fueron y prefirieron esconderse, del único que era capaz de curarlos.

Como en el caso del médico y el curandero, el tiempo le dio la razón a Dios. De hecho, en el Pregón Pascual que escuchamos en la Vigilia Pascual, una de las estrofas dice:

“Feliz culpa (la de Adán y Eva) porque a través de esa culpa hemos merecido tan grande Redentor”.

¡El tiempo le dio la razón a Dios!

Y esa historia también se repite en nuestras vidas, por eso te pedimos ayuda en estos 10 minutos contigo, Jesús.

Para no tener miedo al médico de nuestras almas, Tu, que en el Evangelio de hoy nos dices que eres el camino, la verdad y la vida.

No queremos tenerle miedo a la verdad, porque queremos que nos devuelvas a la verdadera vida, a esa que nos ganaste en el Madero de la Cruz.

“Ayúdanos, Jesús, a no tener miedo de hablar contigo en la oración, aunque eso signifique perder tiempo que necesitamos para otras cosas, también importantísimas.

NO TENGAMOS MIEDO

Que no tengamos miedo, Jesús, a esas luces con las que quieres ayudarnos a hacer bien el examen de conciencia.”

No es que nosotros tengamos un pánico terrible a hacer el examen de conciencia, o a revisar nuestra alma en tu presencia.

Pero nos vamos acostumbrando al ruido interno y externo, que nos impide tener ese estado como de confort, ese estado que nos impide vernos como nos ves Tú, Señor.

El examen diario de nuestras almas cuando terminamos el día.

Queremos acudir al buen médico con frecuencia, aunque no sintamos grandes síntomas preocupantes en nuestra alma.

Como por ejemplo siempre recomiendan la revisión dental, una vez al año, aunque no tengamos dolor de caries.

Por eso los santos han recomendado la necesidad de la confesión frecuente, aunque no se tenga conciencia de graves pecados.

El esfuerzo por hacer bien el examen de conciencia para preparar la confesión semanal o quincenal, ese esfuerzo nos ayudará a hilar fino en el amor a Dios.

Y no es que queramos llegar a ser super escrupulosos, sino como quien se ilusiona en tener cada vez más detalles de amor con Dios, y para contar con su cercanía a través de la gracia que nos llega con los sacramentos.

“Señor, ayúdanos a que seamos salvajemente sinceros en la confesión y en la dirección espiritual.” Que ésta es una de las manifestaciones más claras de que queremos sanar.

CON LA AYUDA DE JESÚS

A mostrar la herida al médico cuanto antes, con deseos de poner en práctica el tratamiento, los consejos que nos quieran dar en la confesión, o en la dirección espiritual, aunque nos duela o dudemos de su eficacia.

¡Es que queremos curarnos con tu ayuda, Jesús!

A veces los hombres tenemos una tendencia impresionante a hacer unas piruetas gimnásticas asombrosas, para justificar nuestras faltas.

Como lo típico; la señora que se acusa en la confesión y se acusa de alguna falta, como la murmuración o la crítica, pero acto seguido dice:

-“Padre, pero es que mi vecina…”. Y arranca una larga historia en la que el Cura se entera de todos los pecados del barrio, que por supuesto, son mucho peores que los de la penitente.

Señor, que no le tengamos miedo a la verdad que nos exigen, porque quien nos exige eres Tú, Jesús. Tú, que eres la verdad y la vida.

Salvo en contados casos, en los que la caridad exige alguna otra cosa, como cuando el médico tiene el pronóstico claro, lo que uno quiere es que nos lo haga saber.

De nuevo, ¡qué absurdo es tenerle miedo o acudir al médico, cuando nos dice que algo no va bien.

O, tener miedo a que nos diga que hay que seguir un tratamiento o que hay que intervenir. ¡Si para eso vamos al médico!

ACUDIMOS A JESÚS

Y no hay razón para tenerte miedo a Ti, Señor, Jesús.

De hecho, mientras Tu nos exijas con la verdad, Señor Jesús, deberíamos hasta alegrarnos. Aunque al exigirnos nos cueste muchísimo.

Señor, cuando sabemos que eres Tú, el que nos está exigiendo para ser sanos, para tener vida, deberíamos alegrarnos de que, ¡qué bueno Señor, que me exiges!

Como te decía, el único caso en el que la caridad permite que al paciente no se le diga la verdad, es cuando ya no hay nada que hacer.

Ahí impera la caridad, y en todo caso, el médico le cuenta la situación a sus familiares para que se vayan preparando.

Por eso, cuando acudimos a Ti, Señor, con sinceridad, con humildad y con deseos de curarnos, si Tu nos exiges, ¡Pues, mucho mejor!

Porque esa es una señal clara de que todavía no somos un cadáver ambulante.

Que no pongamos excusas, que no retrasemos el acudir a Ti, en los sacramentos o en la dirección espiritual, o en la oración, o en las luces que nos quieras dar en el examen diario de nuestras almas.

Señor, muéstranos que Tú eres el camino de la salvación, muéstranos que Tú eres el camino de la verdad y que Tú eres el camino hacia la vida.

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