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MIRADA CÓMPLICE DE JESÚS

perseverar

En un capítulo de la serie The Chosen, está muy bien representada la escena que aparece hoy en el Evangelio. Aparece al revés, porque primero aparece la escena cuando Jesús cura a un hombre con una mano seca.  Nos cuenta san Mateo:

“Entró en una sinagoga donde había un hombre que tenía una mano seca. Y le interrogaron para acusarle: ¿Es lícito curar en sábado?”

(Mt 12,10)

Lógicamente, Jesús lo curó, se dio cuenta de que ese hombre necesitaba recuperar su salud y se la devuelve. Le cura de la mano seca. Pero, ¡gran escándalo! porque lo había hecho en sábado.

En la época de Jesús, existía una clasificación de 39 especies de trabajos prohibidos, ¡que no se podían hacer! Y el Señor, va y cambia eso.  En el Evangelio, primero va la que te voy a contar a continuación y después seguía la de la sinagoga.

Pero en la serie es al revés, entran primero a la sinagoga, cura Jesús al hombre de la mano seca y luego los apóstoles salen muy contentos; salen comentando la jugada… Y a Pedro le da por arrancar espigas y empezar a comerlas.

Y eso es lo que cuenta el Evangelio de hoy:

“En aquel tiempo atravesó Jesús en sábado un sembrado. Los discípulos que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas”

(Mt 12, 1).

Así lo narra el Evangelio, pero en la serie, es Pedro el que empieza a actuar con gran naturalidad y con gran alegría y se gira y, de repente, pasa por unas espigas y las arranca y empieza a comérselas.

MIRAR A JESÚS

Todos los discípulos se detienen y miran a Jesús, porque sabían que eso estaba prohibido, Pedro también lo sabía, pero lo que pasa es que Pedro como iba al lado de Jesús, tenía una libertad de espíritu total para hacer lo que le diera la gana, no importa, ¡estaba con Jesús! Y si le daba la gana hacerlo, lo hacía.

Lo que hacen es que Pedro coge espigas y empieza a comer y… -silencio en la corte- porque todos miran a Jesús, para ver qué va a decir. Pedro acaba de hacer algo que está mal. Algo que prohíbe la ley.

El Señor, con una mirada de cómplice, le dice a Pedro: ¡sigue comiendo espigas! Y les dice a los apóstoles también lo mismo con una mirada, ¡solo con una mirada!

“¡Qué maravilla Señor!” Porque todos tus discípulos te interrogan solo con una mirada. No necesitan pedirte cita, no necesitan poner una reunión para preguntarte: ¿oye Señor, esto está bien? o ¿Esto está mal?

No, no, ahí de una vez, con una sola mirada, se fijan en Jesús, lo interrogan con la mirada. ¡Eso es vida de oración! ¡Eso es vida contemplativa! Yo creo que así funcionaban los santos.

Los santos no tenían que estar danto saltitos al cielo, como elevándose al cielo, haciendo diferentes cosas como para separarse del mundo y de la tierra y hacer cosas que los acercaran a Dios.

No, toda su vida era un dominio de Dios, una contemplación permanente de Dios. Ellos caminaban por este mundo sabiendo que Jesús estaba siempre a su lado, que Jesús siempre los estaba mirando.

QUIERO SENTIR TU MIRADA

“Señor, yo quiero ser así, yo quiero siempre sentir sobre mí tu mirada.” Y habrá ocasiones en que me detenga, me gire y piense: “¡Ups Jesús, creo que acabo de hacer una cosa que no estuvo del todo bien! ¿Vos que pensás?”

Seguimos adelante, echo reversa o ¿qué hago? ¿Voy para adelante? ¡Ahí está la clave! La clave está en saber qué dice Jesús. ¿Qué piensa Jesús? ¿Cómo me mira Jesús?

“Porque de lo contrario Señor, me atrevo a decir que comenzamos a pactar con el pecado, con la mediocridad, con la pereza, con las miserias del hombre, que somos muy miserables, somos muy poquita cosa”.

¿Y el pecado qué es? Es no querer estar con Jesús. El pecado es no contar con la mirada de Jesús. Hacernos los de la vista gorda, los locos, solapados… No, no, no.

“Señor estaba pensando, que ahora que regreso al colegio (bueno, me quedan todavía 15 días), ¿cómo atraer más a los jóvenes hacia Ti, a las niñas? (Soy el Capellán de un colegio de niñas). ¿Cómo hago para atraer a esas niñas y jóvenes más a Ti?”

Porque la figura del sacerdote, en algún momento, puede ser entendida en un colegio como el que viene a decir qué está bien y qué está mal. -¿Será que el cura este va a venir a decirme qué está bien o qué está mal?

¿Será que va a entrar a decirme qué es pecado y qué no es pecado? No, no, no ¡Qué pereza! Yo saldría corriendo, el primero.

“Lo que más quisiera Señor, es que te conozcan, que te traten y que sientan sobre ellas, sobre cada una: tu mirada, muchas veces de complicidad”.

¿CUÁL ES EL FIN DE LAS COSAS?

Eso es lo que pasa en esta escena del Evangelio: Pedro coge unas espigas, los discípulos también y miran a Jesús diciendo: Señor, acabo de cometer un delito, acabamos de desobedecer la ley. Y el Señor, nos dice: “Coman espigas, coman espigas…”

Muchas veces se piensa que la figura del director espiritual o del sacerdote, es de aquel que empieza a decirte qué está bien y qué está mal…

Así que estaba pensando en un ejercicio: llegar al salón y dibujar en el tablero una naranja y un destornillador. Y preguntar: ¿Cuál es la mejor: la naranja o el destornillador?

Inmediatamente ¿qué van a decir las niñas? Pues, ¿para qué? –Si yo digo: para comer, pues me dirán: la naranja. Pero si digo para apretar un tornillo, me dirán el destornillador.

Claro, esto me puede servir para enseñarles a las niñas una cosa que es muy importante: ¿Cuál es el fin de las cosas que yo hago?

Todas las cosas que hacemos tienen un fin ulterior, un propósito ulterior. En el caso de la naranja pues comer y saciar el hambre y la sed. En el caso del destornillador, apretar un tornillo.

¿Cuál es el fin último del hombre? Si yo empiezo a pensar: ¿Para qué hago esto? ¿Para qué pienso esto? ¿Para qué tomo esta decisión? ¿Para qué? ¿Para qué? ¿Cuál es el fin último del para qué?

Pues “la felicidad”. ¿Quién no quiere ser feliz? ¡Todo el mundo quiere ser feliz! Pues el fin último es la felicidad.

NUESTRA FELICIDAD ERES TÚ

¿Y para qué ser feliz? La experiencia de la felicidad es muy llamativa. Cuando uno se encuentra con una persona que es feliz, incluso después de muchos años, una persona mayor que es feliz, que llega a una cierta edad y ha conseguido todo…

Digámoslo al contrario, una persona que llega al fin de su vida y se propuso conseguir todo lo que quería y lo consiguió, lo logró. Consiguió el trabajo que quería, la familia que quería, vivir en el lugar que quería, tener las fincas que quería, la plata que quería… y, ¿por qué no es feliz?

Dios nos creó para que fuéramos felices.  Así nos ha pensado el Creador, ese es el proyecto de Dios: ¡Nuestra felicidad!

Ahora se me vino a la cabeza, la escena de los discípulos de Emaús:

“Mientras comentaban y discutían, el propio Jesús se acercó y se puso a caminar con ellos”

(Lc 24,15-16).

Cuenta san Lucas, que los discípulos pasaron de la tristeza a la alegría cuando se dieron cuenta de que Dios estaba con ellos.  “Señor Jesús, ayúdanos a entender que el proyecto de nuestra felicidad eres Tú”.

Yo puedo responder a ese proyecto con agradecimiento, con generosidad y con amor o puedo responder con egoísmo, pensando solo en mí.

Una frase que me está sonando mucho estos días es:

“Nadie va al Padre sino es por Mí”

(Jn 14, 6).

¿Eso quién lo dice? Jesús. O sea: ¡Nadie es feliz sino es por Mí!

Jesús es el encargado de llevarnos al Padre y ¿lo va a hacer por la fuerza? ¿Quiere aburrirnos? ¿Quiere hacernos la vida llena de preceptos? ¡39 cosas que no podemos hacer los sábados! ¿Cuál es la estrategia de Jesús para hacernos felices?

¡EL AMOR! ¡EL AMOR!

Su entrega llega hasta la Cruz y muere por nosotros. Y el Señor, desde la Cruz, ¿sabes qué nos dice? Haz lo que te dé la gana, pero hazlo por Amor.

“Los discípulos tuvieron esa experiencia, de hecho, en ese momento decidieron abandonarte Señor… ¿Cuántas veces nosotros te abandonamos, nos olvidamos de Ti?”

Pero los discípulos tienen la experiencia de ir actuando con libertad interior absoluta.

A Jesús no lo llamaban “Maestro” solo porque todo el tiempo les estuviera dando lecciones.  “Señor, Tú no les dabas clases de teología moral, luego de ética, luego de derecho canónico… No, no, no”

Lo que llamaba la atención de Jesús -y por eso lo llamaban Maestro-, era porque veían su modelo de vida. Apreciaban su estilo de vida, su modo de mirar, de asimilar el cansancio, de tratar a los inoportunos, de rezar (eso les llama poderosamente la atención, cuando Jesús rezaba), de tratar a las mujeres.

“Jesús, yo que trabajo con mujeres, te pido tratarlas como Tú las tratas y como Tú las tratarías.

Voy caminando con Jesús y aprendo de Él y voy sintiendo sobre mí su mirada. “Que vaya descubriendo qué es lo que a Ti te agrada, Señor”.

Madre mía inmaculada, ayúdame a descubrir el valor de la libertad interior, para hacer siempre lo que me dé la gana, incluso disfrutando, encontrado en cada instante la mirada de Jesús, que dice: ¡Hágale tranquilo, coma todas las espigas que quiera!

A Ti te agrada Señor, ¿te parece bien? Pues me voy de cabeza: ¡A ser feliz!

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