San Lucas nos cuenta en el Evangelio de hoy, que un día sábado enseñaba Jesús en una Sinagoga, nuevamente vemos a Jesús que toma ese papel de maestro, como un Rabí, y va a la Sinagoga como es su costumbre y empieza a enseñar, tal vez comentando algún pasaje de la escritura, que se leía en ese momento y como cualquier día sábado, la Sinagoga está llena de gente, pero como en este caso está Jesús, cuya fama es grande, hay personas que esperan de un milagro, qué bonito ver cómo las personas acuden a Jesús, y entre esas personas “había una mujer”.
Dice el Evangelista “ que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu y estaba encorvada sin poderse enderezar de ningún modo”, nos imaginamos la escena, las personas que están allí escuchando al Señor, lo observan, pero tu y yo nos percatamos que hay mujer encorvada y por tanto mira hacia abajo, no puede, y eso le produce dolor, una incomodidad muy grande, sin embargo ha estado ahí escuchando y entonces Jesús también se da cuenta,
Quedas libre de tu enfermedad
Lo dice San Lucas, “al verla Jesús la llamó y le dijo: es ese Dios que mira a sus criaturas” que nos mira a ti y a mí y que ya sabe cuál es nuestra inquietud, sabe qué es lo que guarda nuestro corazón y en este caso cuál es esa dolencia de esta mujer, entonces le dijo:
“mujer quedas libre de tu enfermedad” le impuso las manos y enseguida se puso derecha y glorificaba a Dios, el Señor es Quien toma la iniciativa y realiza este milagro, no dice que es un espíritu, tal vez podría ser una enfermedad, una malformación.
Lo importante es que el Señor le dice: “quedas libre de tu enfermedad” él Dios, lo puede hacer. Es bonito ver también cómo la mujer empezaba a glorificar a Dios, estaba alegre, y ahí no queda la escena, sino que el jefe de la Sinagoga se indigna porque Jesús ha curado un día sábado y como no quiere dejar mal a Jesús, porque las personas lo tienen como un maestro, como un gran profeta, lo que hace es dirigirse a ellos les dice:
“hay seis días para trabajar, venid pues a que os curen en esos días y no el sábado”
esto tal vez a mí, cada vez que lo leo me llama la atención y seguramente te pasa lo mismo, que este hombre quiera poner un horario a los milagros de Jesucristo, es una locura pero pasó, les dice hay seis días y lo hace en alusión a lo que ellos tenían en la ley en la Torah; esos seis días para trabajar y el séptimo día se descansa, como Dios lo hizo, cómo estaba prescrito, como lo recoge el libro del éxodo, pero a ti y a mí nos llama la atención que quiera ponerle un horario de los milagros, los milagros no pueden tener un horario, sino que cómo le responde el Señor, les dijo:
“hipócritas cualquiera de vosotros no desata su buey o su burro del pesebre y lo lleva a abrevar, y a ésta que es hija de Abraham y que Satanás ha tenido atada dieciocho años no era necesario soltar de tal ligadura en día de sábado”
(Lc 13, 10-17)
Meditación
El Señor les hace reflexionar y sobre todo a este hombre de lo ridículo, podríamos decir o tal vez de la ceguera, por qué no se da cuenta que no está rompiendo el sábado el Señor, porque es un día el sábado para dar gloria a Dios, es un día de descanso, para alegrarse en el Señor.
Así como nosotros el día domingo es el día del Señor, que es el día de la Resurrección de Cristo, hay un cambio, por supuesto hay una nueva creación, hemos nacido a la nueva vida, igual que para nosotros el domingo es el día de descanso y día de dar gloria a Dios, para ellos era el sábado.
Por supuesto este milagro nos ponemos en los zapatos de esa mujer encorvada, pues es una ocasión para dar gloria a Dios, de hecho es lo que hace ella, glorificaba a Dios porque la ha curado de esa dolencia física y también del alma.
Rato de oración
Pues ahora Señor, que estamos haciendo este rato de oración, que nos hemos metido esta escena bonita, pero también tensa, pienso en aquellos pecados, en aquellos defectos o también aquellas preocupaciones, necesidades que tenemos y que a lo mejor nos tienen encorvados porque pesan u otras sobre todo lo que son los pecados que también son un peso, pero sobre todo que nos inclinan hacia abajo y que no nos permiten mirar a Dios, ya no pensemos únicamente en las otras personas, las otras personas mira que pecados, lo que hacen, no ahora quiero pensar en mí y mis faltas, mis pecados en esos en sus defectos, sobre todo esos defectos por los que no lucho para borrar, para acabar.
Y allí esa mujer humilde, sencilla, está escuchando al Señor y tal vez ese es el primer paso, escuchar al Señor, escuchar a Jesucristo, escuchar a Dios, es lo que estamos haciendo en estos momentos, haciendo un rato de oración, pero también lo podemos hacer en distintos momentos del día, ¿Dónde podemos encontrar al Señor? en la oración, en los sacramentos, pero también en nuestro trabajo, en nuestro estudio, en las demás personas.
San Agustín
Señor cúranos, quítanos esos pesos que hay en nuestra vida, que no nos permiten mirar a Dios, mirarte a Tí, nos dice San Agustín, comentando este pasaje,
“así encontró el Señor a esta mujer que había estado encorvada durante dieciocho años, no se podía erguir, como ella, son los que tienen su corazón en la tierra”.
La Presencia de Dios
Miremos ahora en la presencia de Dios, si es que tu corazón, mi corazón todavía está en la tierra, donde tienes puesto tu corazón, sí hay espacio para Dios, o mejor dicho, si te atreves a que todo tu corazón sea para el Señor, y de ese modo todas las otras preocupaciones lícitas o ya por supuesto todas esas cosas que no van, pasarán a un segundo plano; o sabremos enfrentarlas por supuesto a lo mejor.
Ahora mismo tienes algún problema, alguna dificultad, dificultad económica, de salud, un problema familiar, pues no nos vamos a olvidar de eso, sino que eso más bien es lo que el Señor quiere que tú compartas con El que se lo cuentes, que te ayude a llevar ese peso porque tenemos un Dios que sabe lo que es sufrir.
Un Dios que ha sufrido persecución, Dios que ha tenido que huir, que sus padres lo han llevado a Egipto porque los estaban persiguiendo, que sabe lo que es el hambre, el sueño, la sed, no tenía donde reclinar la cabeza, nos dicen las escrituras.
Sabe lo que es el dolor, lo que es perder a un ser querido, por supuesto que el Señor nos conoce y se compadece, pero además el Señor quiere que des todo tu corazón y eso significa que no haya espacio para esos egoísmos, para esa soberbia, para ese orgullo, para esa sensualidad, todo eso que no va.
Así, que te lo pedimos Señor, queremos que quites todos esos pesos, que hacen que nos inclinemos, que no tengamos la mirada puesta en el cielo, somos pobres pecadores, hijos De Dios, pero queremos tener la mirada puesta en Dios, queremos que todo nuestro corazón sea para Ti.
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