LOS MÁS RICOS DEL MUNDO
Hace unos días miraba una noticia ya pasada del mes de septiembre, con la lista de las fortunas o de las personas más ricas del mundo según Forbes de este año. Allí aparecían, en este caso, los 5 hombres más ricos del mundo. Realmente es sorprendente leer la cantidad de dinero que tienen esas personas.
“Y al menos, Señor, al leer esto (qué bueno porque es fruto de su trabajo seguramente) uno se puede hacer la pregunta ¿y esas personas son felices? o mejor aún ¿y esas personas están con Dios?”.
Es de lo que nos habla el evangelio de la misa de hoy, el Evangelio según San Lucas. Que gira en torno a aquel administrador infiel. El día de ayer leíamos en la misa cómo ese administrador infiel fue descubierto por su amo.
EL ADMINISTRADOR INFIEL
El amo dice, entrégame tu administración, dame las cuentas. Este administrador de manera astuta, consigue que varios de los deudores paguen una cantidad menor de esa deuda y de esa manera se gana el favor de ellos y esto lo alaba el amo. Con lo cual nos desconcierta un poco.
Y nos desconcierta aún más lo que viene a continuación, dice el Señor:
“Yo les digo: háganse amigos de las riquezas injustas, para que, cuando falten, los reciban en las moradas eternas.
Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho.
Por lo tanto, si no fueron fieles en riqueza injusta, ¿quién les confiará la verdadera?
Y si en lo ajeno no fueron fieles, ¿quién les dará lo suyo?”
(Lc 16, 9-12).
IMPOSIBLE SERVIR A DOS SEÑORES
Luego, el Señor nos advierte de esa imposibilidad de poder servir a dos señores, porque prestará atención más a uno que a otro; terminará odiando a uno y amando al otro. Por tanto dice:
“No pueden servir a Dios y a las riquezas”
(Lc 16, 13).
Entonces termina este pasaje:
“Ustedes se hacen pasar por justos delante de los hombres, pero Dios conoce sus corazones; porque lo que parece ser excelso ante los hombres es abominable delante de Dios”
(Lc 16, 15).
EN EL CLAVO
Son palabras que Jesús dirige a los fariseos que oían esta parábola y se burlaban. Se burlaban porque el Señor había dado en el clavo; porque, por lo que nos comenta el evangelista, ellos amaban las riquezas y sin embargo querían aparentar ser justos.
Esta sentencia del Señor sobre la necesidad de ser fieles, de no poder servir a dos señores, Jesús la pronuncia con gran solemnidad. El Señor es el Divino Maestro, pero hay momentos en los cuales Él habla con toda la autoridad de Dios.
A veces como legislador, como juez , aquí dice: “Yo les digo” ; y en todos estos dichos, en esas sentencias habla de la riqueza y de la pobreza, de lo grande y lo pequeño.
“Es como que Tú, Jesús, nos dices: “Mira, sea que te encuentres en tu vida, en la riqueza o en la pobreza, en lo grande, en lo pequeño, siempre debes mirar a Dios, no puedes dejarlo de lado.
¿QUÉ LUGAR OCUPA?
Por eso, Señor, me hacía esa pregunta (la de esta lista de Forbes, con los hombres más ricos del mundo) ¿Cómo estás hoy? ¿Qué lugar ocupa en sus vidas? Porque, si no creen en Dios, si no están cerca de Dios, pues entonces son los hombres más pobres del mundo.
A lo mejor no es el caso, y no es de ninguna manera una crítica, y es fruto de su trabajo seguramente; pero si falta Dios eso no tiene ningún valor, debemos siempre mirar a Dios.
Para eso también, san Josemaría, en un punto de camino, nos habla de esto que dice en el punto 317:
“¡Qué afán ponen los hombres en sus asuntos terrenos!: ilusiones de honores, ambición de riquezas, preocupaciones de sensualidad. Ellos y ellas, ricos y pobres, viejos y hombres maduros y jóvenes y aún niños: todos igual. Cuando tú y yo pongamos el mismo afán en los asuntos de nuestra alma tendremos una fe viva y operativa: y no habrá obstáculo que no venzamos en nuestras empresas de apostolado”
(Camino, punto 317).
¿CUÁL ES MI AFÁN?
Al leer este punto, Señor, hago inmediatamente exámen y decir, yo ¿qué hay en mi vida que me preocupa? Es lógico que encontraremos preocupaciones válidas. A lo mejor si tú eres padre, madre de familia, tienes la preocupación por tu familia, por tus hijos, por ese trabajo, cómo sacarlos adelante, a lo mejor pagar las cuentas, pagar el colegio, la universidad y tantas cosas más y es lógico, es verdad.
Aquí, el Señor, busca prevenirnos de ese afán desmedido, y también este punto que hemos leído de camino de san Josemaría. Cómo hay gente que, en efecto, se traza metas y pone todo de su parte, metas buenas. Pensemos, a lo mejor tú estás en la universidad y quieres ser un gran abogado, médico, hacer una gran empresa, un emprendimiento, y pones todo de tu vida. Todo el tiempo estudiando, trabajando y eso es muy bueno.
FE VIVA Y OPERATIVA
Y por tanto, al leer este pasaje del evangelio, es bueno también preguntarse ¿Ese mismo afán que pongo por mi carrera, por mi trabajo, escalar y tener un buen puesto, un mejor puesto, pongo ese mismo esfuerzo o más en esa empresa que es la más importante del mundo, en esa meta, en ese objetivo que es el más importante del mundo, que es mi santidad personal?
Ayúdenos, Señor por eso, a tener una fe grande. Porque es lo que nos advierte aquí san Josemaría, fe, porque sucede, fe viva y operativa, que cuando uno no tiene fe muy fácilmente pone su confianza en las cosas que puede tocar o lo que es tangible, lo que puede controlar.
EN LA MISMA DIRECCIÓN
Yo a lo mejor sí puedo controlar mi sueldo, si puedo controlar mi tiempo, si puedo controlar lo que hago, yo mismo me hago y allí a veces podemos poner nuestra morada. Nos olvidamos que estamos de paso, Señor, y nos olvidamos que la fe nos ayudará a que todas esas metas, todos esos planes, esos proyectos buenos, vayan a la misma dirección, en la misma dirección y con Dios. Que vayan hacia Dios y con Dios porque no están peleadas de ninguna manera”.
Vamos a pedirle a María santísima, que nos consiga una fe como la de Ella. Sí, Ella, jovencita que recibió este mensaje del Ángel Gabriel, esta propuesta, esta pregunta de, si estaba dispuesta a ser la Madre de Dios.
Nuestra Madre dijo que sí y creyó, y toda su vida giraría en torno a, justamente, cumplir la voluntad de Dios. Y qué feliz fue nuestra Madre. No faltó la cruz, ahí la vemos al pie de la cruz, llorando seguramente, pero de pie.
LA MIRADA PUESTA EN TI
Vamos a pedirle a nuestra Madre santísima, que nos ayuda también a estar muy prevenidos de no poner nuestras esperanzas en las cosas de este mundo. Por supuesto, a trabajar, santificar este mundo, llevar todas las cosas a Dios y a tantas almas que necesitan de Dios, tú y yo.
Si nos decidimos a vivir con una fe, viva y operativa, que se note, que se vea que somos gente, los católicos, somos gente coherente con nuestra fe, que vivimos nuestra fe, que vivimos la caridad, que vivimos esa esperanza, que tenemos esa fe que se puede palpar.
No dejemos que la riqueza, la fama, el llamar la atención, que están en el día a día, nos alejen de lo más importante que es, mirar a Dios.
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