En estos 10 minutos con Jesús, en los que estamos procurando mantener ese diálogo, esa oración, esa relación personal con Él para que crezca y se afiance y madure. Porque es una relación de amistad, relación amorosa y necesitamos que crezca, que se expanda, como todas las relaciones.
Es una relación destinada a crecer día a día. A que día a día se afiance; día a día engrose, para que los sentimientos del Señor vayan siendo cada día más fuerte en nosotros.
Por eso, necesitamos hablar; hablar todos los días con Él un ratito y es lo que estamos haciendo ahora.
GRACIA PARA HACER ORACIÓN
Le decimos: “Señor, me gustaría que me ayudes a hacer este rato de oración. Necesito Tu auxilio, necesito Tu gracia. En toda esa gracia que me concede la Virgen santísima, medianera de todas las gracias, para conectar con Vos, para tener Tus sentimientos, para querer hacer oración.
Me gustaría querer querer hacer oración Señor. Que en estos 10 minutos con Jesús tenga la ilusión de crecer en la relación amorosa con Vos; que no me de igual; que no sea indiferente a Tu amor”.
MUERTE DE LÁZARO
En el Evangelio del día se narra lo siguiente, Jesús era un buen amigo de estos tres hermanos: Lázaro, Marta y María. María amaba a su hermano Lázaro y llora su muerte. Ahora viene Jesús a su casa y Marta sale al encuentro del Señor.
“En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y María para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que Jesús llegaba, salió a su encuentro mientras María se quedó en casa.
Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que le pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». Pero Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá y el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?». «Sí Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo»”
(Jn 11, 19-27).
JESÚS CONSUELA
Es un pasaje muy consolador este que acabamos de leer, porque Jesús va a hablar de la muerte concretamente.
Por un lado, nos muestra Sus sentimientos y siempre esto es un buen comienzo para pedirle que nos de sus sentimientos; que nos llenemos de compasión ante el dolor, ante el sufrimiento, ante la muerte…
Hemos, en este año y medio de pandemia, perdido tantos amigos, tanta gente querida y conocida, de golpe y porrazo. Se nos han ido no solo por la pandemia, sino por otras enfermedades.
SENTIMIENTOS DEL SEÑOR
Es lógico que tengamos esos sentimientos del Señor, de compadecernos por la separación que supone la muerte.
Muchas personas han quedado separadas de las personas que amaban. Tengo muchos amigos que han perdido seres queridos y están padeciendo ese duelo de la separación; el dolor profundo de la separación y nos tenemos que compadecer y, por lo tanto, estar cerca.
O sea, el Señor nos pide que tengamos Sus sentimientos: compasión por el que sufre; compasión por el que se duele; compasión por el que lo está pasando mal; por el que tiene una situación económica difícil; por el que está atravesando una enfermedad…
COMPASIÓN
Tengo otro amigo que está atravesando la enfermedad de una hija y es lógico que me duela mucho su dolor, porque ¿a qué papá no le duele enormemente el dolor, la aflicción, de una hija, de un hijo?
Por eso, lo primero que le tenemos que pedir al Señor: “Dame Señor Tus sentimientos. Quiero sentir como Vos sentís, llenarme de compasión por esas multitudes que estaban agobiados porque no tenían pastores buenos que les ayudaran a entender cuál es el sentido de la vida”.
Tanta gente en nuestra época no tiene ni idea de cuál es el sentido de la vida; están como perdidos, viven al día; viven a tientas, a oscuras. Van tocando las cosas para ver por dónde hay que ir.
LA RESURRECCIÓN FINAL
El Señor se llena de compasión por la gente que no tiene que comer, por la gente que está enferma. Por supuesto, se llena de compasión por este amigo que ha muerto; lo va a resucitar, pero va a volver a morir.
La resurrección interesante que nos muestra Jesús es la resurrección final; es la resurrección que vence realmente a la muerte, porque la muerte tiene que ser vencida solamente con la muerte.
La muerte de Jesús es la que vencerá a la muerte. Eso nos da a nosotros mucha tranquilidad, mucha esperanza. Sabemos que el paso por esta tierra es transitorio; estamos en vía; somos peregrinos, somos viandantes, no es esta morada permanente.
FELICIDAD DEL CIELO
Si bien procuramos ser felices máximamente, porque la felicidad del Cielo es para los que saben ser felices en la tierra. Tenemos también muy claro que esto no es la morada permanente; esto no es el Cielo; esto es la tierra.
El Cielo nos lo tiene reservado Dios para los que ama, para los que se han dejado amar, para los que han elegido el amor como camino en la vida. Por eso, nos da muchísima paz saber que Jesús, con su muerte, ha vencido a la muerte y la muerte ya no tiene más dominio sobre Él; no tiene más dominio sobre Dios.
“Yo soy la resurrección y la vida. Yo soy la vida. El que crea en Mí vivirá para siempre”.
Yo te daré una vida que nadie te podrá quitar. La vida que nos da Dios es una vida para siempre, por eso, qué tranquilidad es vivir junto a Dios.
JUNTO A DIOS NADA SE TERMINA
Tenemos clara conciencia de que junto a Dios nada se termina, todo es presente. No hay un final, por eso tenemos la tranquilidad de saber que vamos a vivir eternamente con Jesús. Que vamos a vivir junto a Él sin que eso se termine nunca.
Esa relación amorosa con Jesús no se va a acabar nunca. Vamos a poder mirarlo por los siglos de los siglos a los ojos y disfrutar de Su presencia; disfrutar de Su amor; de Su compañía.
Por eso, hacemos un acto de fe en la realidad de que Dios ha vencido a la muerte y le decimos: “Señor, creo firmemente que Vos has vencido a la muerte. Estoy seguro, me quedo tranquilo.
JESÚS NOS ESPERA
Yo sé que, aunque me duela mucho la muerte de las personas queridas (y también voy a tener miedo, probablemente, el día de mi muerte), yo sé que Vos estás ahí, del otro lado para sostenerme, para tomar mi mano, para tomarme en Tus brazos cuando cruce esa puerta; cuando cruce ese umbral, como has abrazado a las personas que me han precedido.
A veces, me llena de consuelo pensar en el abrazo que le habrá dado Dios a mi madre cuando cruzó esa puerta, cuando cruzó ese umbral y está ahora junto a Él, llena de alegría, de las alegrías que Dios derrama en su corazón.
Con toda la imaginación de Dios, con toda la mente de Dios, la locura que es Dios, imaginamos el Cielo de las personas que aman. Así estará mi madre y así estarán tantas personas que me han precedido en el camino de la vida.
YO SOY LA RESURRECCIÓN
Por eso me llena de confianza este Evangelio que acabamos de leer, en el que Jesús le dice a Marta:
“Quédate tranquila Marta, Yo soy la resurrección”
tu hermano vive; tu hermano no va a morir; tu hermano va a estar vivo para siempre. Y vamos a estar vivos todos, vamos a vivir en el Cielo por los siglos de los siglos.
Ahora me imagino a esos tres hermanos disfrutando de Jesús en este momento. Me imagino cómo estarán divirtiéndose, pasándoselo en grande, disfrutando con las caras súper alegres, porque han sabido creer; han sabido esperar.
Por eso, le pedimos a Dios que nos ayude a ser testigos de esperanza; de esperanza en la vida; de esperanza que ninguna muerte podrá vencer; que ninguna muerte puede derrocar porque estamos destinados a esa vida para siempre con Dios.
Ponemos estos deseos en las manos de la Virgen. Que nos ayuda a vivir caminando hacia la muerte; es esa buena hermana que un día nos va a acoger en su seno junto al del Señor.