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NO ME PUEDO CALLAR

NO ME PUEDO CALLAR

RESPONSABILIDAD DEL APOSTOLADO

Hoy celebramos la fiesta de dos apóstoles: Felipe y Santiago. Te recomiendo que veas la segunda temporada de la serie The Chosen (que ya sabes que es gratis en internet). En esa serie, en esa segunda temporada, sale la escena de la llamada de Jesús a Felipe.

A mí me impresionó mucho recordar que Felipe -como había sido discípulo de san Juan Bautista-, ya había oído muchísimo de Jesús y por eso: la llamada y la respuesta fue inmediata.

“Sin embargo, hoy Jesús, más que hablar particularmente, de estos dos apóstoles: Felipe y Santiago, quisiera hablar contigo de la responsabilidad que tenemos todos como cristianos -por el simple, pero poderoso hecho de haber sido bautizados- de hacer apostolado, es decir, de acercar a los amigos a Dios.

Y lo hago con una anécdota un poco extrema, pero pienso que nos puede ayudar, a no poner nunca pretextos para hablar de Dios con los amigos.

SANTIDAD PERSONAL Y APOSTOLADO

Recuerdo que hace muchos años me invitaron a un congreso de jóvenes. Como ayudan este tipo de eventos a la gente joven y a todos para pensar, para reflexionar un poquito en las cosas importantes de la vida. Uno de los relatos en aquel Congreso fue el de Bosco, un arquitecto de la Ciudad de México que a los treinta y tres años estuvo secuestrado durante nueve meses.

Una de las cosas que contó y que a mí más me impresionó: fue cuando se animó a hacer apostolado con sus secuestradores.

Todo empezó cuando recordó un sueño que tuvo de niño, un sueño peculiar, en el que estaba en un lugar que parecía como el infierno y una persona con él a su lado, enojado, que le decía: -Eres un tonto. Bosco le contestaba: ¿Por qué me dices eso, si los dos estamos igual de fregados? Pero, este le respondía algo así como: Pero es que yo estoy aquí porque actué mal, pero tú estás aquí porque nunca me dijiste nada. Si me hubieras ayudado, los dos estaríamos en el cielo.

Fue como un sueño que le removió. Se lo contó a su mamá, que después de escucharle le dijo: -Le acabas de atinar a tu responsabilidad en la vida. Ser cristiano es como una moneda de dos caras: santidad personal y apostolado.

Y al recordar este sueño mientras estaba secuestrado, Bosco pensó: no vaya a ser que me muera y me vaya a encontrar a los secuestradores en la fila del infierno; y que me digan, te tuvimos nueve meses encerrado y tú te dedicaste a tus cosas, a tu ejercicio, a tu salud mental, siempre a tu estar bien contigo mismo… Y ¿nosotros te valimos cacahuate?

EL PLAN

Abrió “Camino”, un libro escrito por san Josemaría, para hacer oración. Y se encontró con esta frase, en el número 82, que decía:

“Primero, oración; después, expiación; en tercer lugar, muy en “tercer lugar”, acción

(Camino, punto 82).

Entonces elaboró un plan. Era finales de septiembre, así que pensó, en octubre haré oración por mis secuestradores. Y así lo hizo, se echó un Rosarito diario por ellos…

Llegó noviembre, tocaba el turno de la mortificación y pidió la comida sin sal, para ofrecer lo insípido de la comida, también por la conversión de sus secuestradores.

Y finalmente llegó diciembre. Él no creía que llegaría hasta diciembre pensaba que iba a ser liberado mucho antes. Pero un buen día lo despertaron con la noticia de que era el 25 de diciembre, día de Navidad.

Así que no tuvo más remedio que lanzarse al ruedo y decirles: Hoy es Navidad y en esta casa, hoy no hay secuestrado, ni secuestradores, porque todos somos hijos de Dios, los espero a las 7:00 p.m. para rezar. Bueno, pues se echó a reír un poco de su audacia…

“Y hablando contigo, Señor, te habría dicho que ya había hecho lo que a él le había tocado…” Porque en realidad nunca pensó que asistirían. Pero cuál fue su sorpresa, cuando a las 7:00 p.m. en punto, aparecieron bien encapuchados -como siempre estaban- pero esta vez cruzados de brazos y dispuestos a oír hablar de Dios.

Tampoco le hablaban nunca, así que escribieron en un papelito y lo pasaron por ese ventanuco -por el que siempre le pasaban todo- y ese papelito lo tomó Bosco y decía: arráncate.

EL APOSTOLADO DA FELICIDAD

Y así lo hizo, se lanzó. Les hablo con respeto, pero con claridad de la tontería que estaban haciendo al vender su alma al diablo con aquel negocio del secuestro, no valía la pena. Ya no recuerdo más que les dijo… pero sí que estuvo un buen rato con ellos y terminaron rezando un Padre Nuestro y despidiéndose con respeto, uno por uno, de mano.

Cuando le volvieron a cerrar su ventanuco y regresó a su habitual esquina como para reflexionar en lo que había pasado, tuvo este recuerdo: No hay nada mejor en la vida, comparado a la felicidad que sentí en ese momento, de haber hecho apostolado con mis secuestradores.

LOS PRIMEROS CRISTIANOS

Si tú has podido ir a misa entre semana estos días, te habrás fijado en las aventuras de los apóstoles, que narra el libro de los Hechos de los Apóstoles, escrito por san Lucas, es una maravilla. Te los recomiendo que los leas, porque narra la historia de los primeros cristianos, de cómo se lanzaron sin miedo a hacer apostolado.

Recuerdo que tuve un profesor de arqueología, que nos contaba que le daba mucho coraje que dijeran que los cristianos se escondían en las catacumbas. Él decía, más bien todo lo contrario: se lanzaron a hablar de Dios y por eso acabaron muchos… ya sabes, en el Coliseo, en el Circo Romano… Se lanzaron a hablar de Ti, Señor, incluso a costa de su propia vida.

Y la verdad, Jesús, es que a mí me impresiona mucho la vida de estos amigos tuyos; como Santiago, como Felipe, dieron la vida por Ti antes que renunciar a su fe.

Cuando pienso en estos primeros siglos de la era cristiana y ver la vida de tantos hombres y mujeres valientes que supieron vivir su fe, ser coherentes en momentos tan difíciles; sobre todo, a pesar de la persecución, a no callar, a compartir el tesoro de la fe con todos aquellos que tenían cerca. Yo me acuerdo de la anécdota de Bosco y de aquella afirmación: “Nunca me he sentido más feliz en mi vida que aquel 25 de diciembre, cuando hice apostolado con mis secuestradores.”

SER PORTADOR DE CRISTO

Y es que Dios no se deja ganar en generosidad. Por eso, cuando compartimos nuestra fe, experimentamos la mayor alegría, cuando hacemos partícipes a los demás de ese tesoro inmenso que tenemos.

Es que es verdad, todos los cristianos y esos primeros cristianos, especialmente, se sabían portadores de un tesoro que no era únicamente para ellos. Era un tesoro que ellos sentían y sabían que cuanto más se compartía, más grande se hacía.

“Cómo me gustaría a mí, Jesús, tener esos mismos deseos de llevarte a todos aquellos que tengo cerca.”

Un último recuerdo de cuando estuve en Roma. Asistí al bautizo del embajador de Taiwán. El Padre Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, impartió el sacramento al catecúmeno: Chuo Sen Todd; quien tomó también, el nombre cristiano de Cristóbal Josemaría.

Josemaría, por devoción al santo que lleva su nombre. Pero ¿por qué Cristóbal? Porque viene de “Cristóforo”, qué significa: portador de Dios, portador de Cristo.

Vamos a terminar con esta reflexión: “también a mi, Señor, me gustaría ser un “Cristóforo”; alguien que te lleva a los demás. Y es que tengo un tesoro muy grande que mostrar al mundo entero. Sin embargo, Jesús, a veces me entra miedo, me entran los respetos humanos, pienso que no voy a ser comprendido.

En el fondo, a veces, me pongo un poco escéptico pienso que tal como están las cosas, pues… como que no hay mucho que hacer.”

Pero vamos tú y yo a mirar a esos primeros cristianos; vamos tú y yo a mirar a esos apóstoles, como Felipe y Santiago; vamos tú y yo a mirar esas dificultades que tuvo Bosco.

PROPAGAR LA FE

“Jesús, Tú sabes llenar tanto, qué haces que no se pueda callar la lengua y así, compartiendo lo que tengo, se seguirá propagando enormemente la fe.” Fíjate lo que sucedió con los primeros cristianos, en tan sólo unos pocos años: el mundo entero.

“Jesús, yo tampoco me quiero callar. A veces, me pasa que como cristiano pueda padecer alguna burla por defender mi fe; pues, que no se me olviden los miles de cristianos valientes que siguen siendo perseguidos en tantísimos lugares.

Y aunque hoy en día no faltan ni mártires, ni confesores de la fe, probablemente, donde tú y yo estamos, nadie nos persiga. Sin embargo, que queramos tú y yo también gastar nuestras vidas anunciando ese tesoro maravilloso que hemos recibido: el tesoro de la fe, el tesoro de ser cristianos.

Vamos a terminar, como siempre, acudiendo a la Virgen. Tenemos un ejemplo muy bonito de eso que estamos buscando en María Santísima. Piensa cuando ella fue a visitar a su prima Isabel, dice el Evangelio:

«Que el niño -Juan Bautista- saltó de gozo en su vientre»

(Lc 1, 44).

Es la alegría del anuncio, de llevar a Jesús a la gente; hacerlas muy felices y ser nosotros también inmensamente felices.

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