Icono del sitio Hablar con Jesús

NO MIEDO SINO CONFIANZA

NO MIEDO SINO CONFIANZA
TENER CONFIANZA

Hoy estamos junto a Jesús, y le escuchamos decir unas palabras que quieren llegar al fondo de nuestra alma, al fondo de nuestro corazón… Allí donde se cocinan, se cuecen, el gozo y el miedo a fuego lento.

Tú Jesús sabes que nuestras actitudes nacen en lo profundo. Y como Tú nos conoces más que cualquiera, nos empiezas a repetir una y otra vez, para que cale, para que se vaya asentando; nos lo repites con repetido martilleo:

“No teman, no tengan miedo, el discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. 

Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.

No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien, a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena. ¿Acaso no se venden un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo.  

Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.  

Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.  

Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo, de aquel que reniegue de mí ante los hombres”.

NO MIEDO, SINO CONFIANZA

“Te agradezco por estas palabras Jesús porque, lo acepto, soy miedoso”. No del miedo del que duerme con la luz encendida, pero sí del miedo del que no quiere quedar mal, miedo de que opinen, digan o piensen de mí esto o lo otro. Miedo del que no quiere sufrir ninguna prueba, porque teme el dolor (de una enfermedad, por ejemplo). Miedo de sentirme solo en algún momento. Miedo a exigirme. Miedos…

PASÓ HACIENDO EL BIEN

Y tu y yo volteamos a ver a Jesús. Él vive sin miedo. Sin miedo a la vida y sin miedo a la muerte. Vive como lo que es: el Hijo de Dios. Y no es que vaya aplastando a la gente, ni sacando pecho, ni viendo “por encima del hombro”, con aires de superioridad a la gente…

No… Vive coherentemente. Convencido de cada paso que da, porque resulta que va haciendo el bien; pasó haciendo el bien… Y como dice el dicho: El que nada debe, nada teme.

Y Jesús no debe nada, se ha entregado por completo. No tiene “cartas escondidas”, no tiene cargos de conciencia, no tiene medias entregas.

Humanamente hablando: es un hombre de una sola pieza, transparente y fuerte al mismo tiempo: decidido, lanzado. Con un corazón enorme que, literalmente, no cabe en el mundo (aunque tengamos la suerte de que “quepa” en la Eucaristía).

Nosotros también somos hijos de Dios: el discípulo, como el maestro…  Y no tenemos razones para “tener miedo”. Aunque a veces nos encontremos más miedosos de lo que nos gustaría.

Pero Tu Señor, nos dices:

“Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena”.

AUNQUE HAY DIFICULTADES: TENER CONFIANZA

Y parece que estamos un poco alrevesados porque, es la lucha por ser mejores lo que muchas veces, nos da miedo. Las dificultades internas y externas que nos podemos encontrar. 

Nos cuesta a nosotros, y puede que los demás no nos faciliten la lucha tampoco. Pero ya nos lo avisas:

“Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No les teman”.

Lo que piensa y dice la gente… ¿qué importa? Lo que me cueste a mi mismo exigirme y ser constante en los propósitos que saco para mi vida espiritual… ¿qué importa? Las preguntas que se alzan como fantasmas que nos dan miedo: ¿Y si quedo como hipócrita, porque lo que predico o lo que supuestamente pretendo hacer no coincide con lo que realmente hago…?

¿Y si resulta que después de un rato de facilidad me empieza a costar más…? ¿Y si de repente resulta que no quiero…? ¿Y si se me acaba la ilusión…? Porque muchas veces es cosa de nuestra imaginación; son miedos infundados.

UN EJÉRCITO DE FANTASMAS

Te comparto una historia:

Un famoso general griego, que tenía que enfrentarse con tan solo seiscientos hombres, y refugiados en el monte Parnaso, contra un ejército inmenso de enemigos que los cercaban en las faldas de la montaña. 

La derrota era segura, pero el adivino del pequeño ejército tuvo una idea: propuso que los soldados y sus armas se recubrieran de yeso. Este “ejército de fantasmas” atacó a sus enemigos de noche, con el designio de matar a todo aquel que no vieran teñido de blanco. 

Los centinelas del ejército enemigo se aterrorizaron en cuanto los vislumbraron. Suponiendo que se trataba de algún prodigio, y gritando en plena noche empezaron a huir, perseguidos por un ejército de fantasmas, cuya palidez resaltaba la luna. Las tropas estaban tan paralizadas por el terror, que al cabo de un rato los seiscientos se hicieron dueños del terreno, rodeados de cuatro mil cadáveres ensangrentados.” (Alessandro D’Avenia, Blanca como la nieve roja como la sangre)

Miedo… Cobardía… Falta de confianza… Nosotros muchas veces podemos, pero nos dejamos vencer por nuestros fantasmas, que no pueden nada.

Y LOS GRANDES CONFIARON

¿Y si a Hernán Cortes le hubiera dado miedo quemar las naves…? ¿Y si a Marco Polo le hubiera dado miedo caminar por rutas desconocidas…? ¿Y si a Armstrong y a sus compañeros les hubiera dado miedo subirse a un cohete con la idea de poder llegar a caminar en la luna…?

Lo decía santa Teresa de Lisieux: Lo que le duele a Dios, lo que hiere su corazón es la falta de confianza en Él. Y se nos vienen a la cabeza las palabras que nos acaba de decir Jesús en el evangelio:

“Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo”

(Santa Teresita de Lisieux, Cta. 92).

Si me quiero librar de miedos, si quiero estar seguro de todo lo que hago y de cada paso que doy: vivir cara a Dios, agarrarme a Dios y confiar en Él.

Como dices en la Escritura:

“Yo, el Señor tu Dios, te he tomado de la mano diciéndote: -No temas, yo te ayudo”

(Is 41, 13).

UN PADRE QUE NOS CUIDA

Más o menos venia a decir el Papa Francisco en una ocasión: “Nosotros podemos poner en Dios toda nuestra confianza. Por eso, la verdadera pregunta debería ser: ¿Puede Dios poner su confianza en nosotros?

¿Podrá Él hoy estar seguro de que nos encargaremos de sus cosas, es decir, del mensaje que nos ha confiado? También los cabellos de su cabeza son contados. 

¡No tengan miedo! ¡Valen más que muchos gorriones! Delante de todos estos miedos que nos ponen aquí o allá, y que nos pone el virus, la levadura de la hipocresía farisea, Jesús nos dice: Hay un Padre. Hay un Padre que los ama. 

Hay un Padre que cuida de ustedes. Para no caer en esa actitud farisea que no es ni luz ni tinieblas, sino que está «a mitad» de camino que nunca llegará a la luz de Dios, hay que rezar mucho (Homilía de S.S. Francisco, 16 de octubre de 2015, en Santa Marta)” (Con Él, junio 2020).

No queremos tener miedo, sino confianza en Dios. Y le pedimos a Tu Madre que nos enseñe. Aprendamos de Santa María.

Salir de la versión móvil