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¿CUÁL ES EL AMOR QUE ME MUEVE?

nuestro corazón intercesión

El Evangelio de hoy es un evangelio en el que Jesús nos habla y nos invita un poco a mirarnos hacia adentro.

“Escuchen todos, nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro, es lo que lo hace impuro al hombre. (…)

Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre.  Porque dentro del corazón del hombre le salen: los pensamientos malos, los robos, los homicidios, los adulterios, la codicia, la malicia, el fraude, (…). Todas las maldades salen de dentro y hacen impuro al hombre”

(Mt 7, 14-23).

El Señor nos invita a fijar nuestra mirada dentro de nosotros.
Está bien, las cosas de fuera son las que más se notan y es normal que a veces estemos muy preocupados de lo que sucede fuera de nosotros, de las consecuencias de nuestras acciones, de las cosas que hacemos por fuera.
Pero es muy importante mirar hacia adentro, mirarnos hacia adentro.  Miremos nuestro propio corazón, es muy importante verlo, porque con ese corazón es con el que amamos.
Yo te quería invitar, en estos diez minutos de oración, a examinar tu corazón.  En estos 10 minutos con Jesús podemos pedirle al Señor luz para revisar cómo es nuestro corazón, para ver cómo es mi corazón.
A todos nos cuesta mirar hacia adentro, porque todos tenemos ese orgullo por dentro que hace que nos cueste mirarnos.  Nos cuesta reconocer cuáles son nuestros deseos más profundos, nuestras motivaciones, nuestros amores.
Todos creemos que conocemos todas estas cosas; todos creemos que conocemos nuestro corazón.  “Obvio, si es que soy yo, es mi corazón, ¿quién mejor que yo lo conoce?”
Pero, a veces, parece que no lo conocemos tanto y descubrimos, al mirarnos hacia adentro, cosas que antes no nos habíamos dado cuenta y le pedimos a Jesús que nos ayude a mirar nuestro corazón y a dirigirlo hacia Él.
Así como a veces miramos una brújula que debería de apuntar hacia el Norte, pero está apuntando hacia cualquier parte y se calibra, se ordena, se arregla y la dejamos de nuevo mirando hacia el Norte, nosotros también podemos arreglar ese rumbo de nuestro corazón y redirigirlo hacia nuestro norte, que es el Señor.

LO QUE NOS MUEVE

¿Qué es lo que me mueve? ¿Qué te mueve a ti?

San Josemaría nos invitaba a revisarnos con una expresión muy bonita:

“¿Cuál es el amor que te lleva a todas partes?”.

Podemos pensar también nosotros, ¿cuál es el motor que nos mueve a nosotros?  A veces descubriremos que nos motivan amores muy terrenos.
Quizá nuestro horizonte a veces son unas vacaciones, un proyecto personal, el dinero, la comodidad, la paz para mí, una tranquilidad para mí; que más que paz verdadera, es una ausencia de preocupaciones.  Pero nos damos cuenta de que todo eso no es suficiente.
No sé si has tenido la experiencia, pero cuando uno termina de jugar un juego de computador, un videojuego o un juego de consola, dice: “cumplí todas las misiones; cumplí todo lo que tenía que hacer; terminé”.

Y ¿qué pasa después? “Tengo una sensación como de vacío, necesito continuar con otro juego quizá o con otra cosa, pero no me satisface ya haber terminado”.  Falta algo, ¿no?

No sé si has visto una película ya antigua que se llama “The Truman show”, no vamos a dar ningún spoiler grande, pero sí que al principio de la película aparece un programa de televisión que termina, todo el mundo está expectante para ver el final.
¿Qué pasa? Se termina el programa, se acaba y la gente continúa con su vida y cambia de canal, como “ya, ¿ahora qué? ¿qué otra cosa? Necesito algo más”.
Eso es lo que hacen mis vacaciones, el proyecto personal, el dinero, la comodidad, etc.  Son cosas que tienen un horizonte muy cercano, una cosa como muy terrena.
En cambio, por ejemplo, damos un paso más allá, a veces nos mueve el amor, el amor a los demás: el amor a mi papás, a mis hijos, a mis hermanos, a mis amigos, a los demás cristianos, al mundo entero quizá y ese amor es mucho más poderoso; es un amor más real, porque hace que nuestras acciones tengan mucho más sentido.
Hace unas semanas me tocó acompañar a un grupo de jóvenes a unos trabajos de verano.  Y uno ve ahí la alegría que hay en el servicio a los demás, en la preocupación por el prójimo, por la persona que está necesitada.
Y mucho más que la cosa material, la gente agradece ese cariño, el amor, la preocupación, el mirarle a los ojos, el tomarles de la mano, el escuchar…
Porque esos amores son los que dan sentido a nuestra vida; o sea, el amor verdadero, el amor que está ahí para los demás
Es un paso con respecto al primer amor.  Lo primero que deseamos en esas motivaciones, más bien humanas, no nos satisfacen; esto nos satisface un poco más.  Pero lo que sí logra colmar todos los deseos de nuestro corazón, es el amor a Dios.
¿Me mueve a mí el amor a Dios? ¿Busco yo el amor a Dios?

SANTA TERESA DE CALCUTA

Cuentan de una anécdota de santa Teresa de Calcuta, que una vez una periodista le dijo, mirando todo lo que ella hacía por los demás:

“Yo ni por un millón de dólares haría lo que hace usted: estar con los enfermos, con los leprosos, con los pobres más pobres de Calcuta. 

Y santa Teresa de Calcuta, sin pensarlo dos veces, le respondió:

“Yo tampoco.  Por un millón de dólares, yo no lo haría… lo hago por amor a Dios”.


Porque el amor de Dios es ese motor que nos lleva a todas partes, como decía san Josemaría al principio.
El amor a Dios es lo que de verdad mueve y lo que de verdad llena.  Es el amor verdadero que eleva, que da sentido a los demás amores.  Y, además que, en cierto sentido, los incluye.
Un amor de la tierra, un amor más material o un amor a una persona se eleva y cobra mucho más sentido cuando está inspirado por el amor a Dios.
No es un amor que se divide, al contrario, el amor a Dios lo que hace es multiplicar el amor de la tierra.
“Señor, ojalá que lo que me mueva, lo que me lleva a todas partes, sea el amor y, ojalá, el amor a Ti”.
Todos tenemos mucho que crecer en este sentido y mirando nuestro corazón, como estamos haciendo en estos diez minutos de oración, nos damos cuenta de todo lo que tenemos que crecer o, al menos, que tenemos que empezar a crecer y eso ya es mucho.
Le agradecemos al Señor que nos haya motivado hoy a dar ese paso, a dar ese empujón a nuestra vida interior.

FUERZA PARA QUERER

Pero no nos queremos quedar solo en la luz para ver, sino también, con palabras que usaba mucho san Josemaría, le pedimos esa

“luz para ver, pero también la fuerza para querer”.

Para que eso que vemos con esa luz suya que tenemos que cambiar, que tenemos que profundizar, que tenemos que avanzar, tengamos también la fuerza para decir:
“Sí Señor, sí quiero.  Quiero completar mis deseos con esa fuerza, con esa acción.  Comenzar a amar más a los demás como Tú Señor nos estás pidiendo en estos diez minutos de oración”.
Miramos especialmente a la santísima Virgen, nuestra Madre del Cielo, que ella vio todo lo que podía hacer por los demás inspirada por el amor a Dios.
Entonces su vida cobró mucho más sentido, su vida se elevó muchísimo, ya que ella era elegida por Dios para una misión tan grande y se entregó por amor a todos.
Todas sus acciones, todo lo que ella hizo, nació del amor y por eso ella es la Bienaventurada, la más feliz que ha pisado la tierra.
Pidámosle a nuestra Madre entonces, que nos ayude a ver con esa luz del Señor, nuestro corazón y a emprender todas las acciones que sean necesarias.

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