Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
Escuchen otra parábola. Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia; y después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Y cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para recibir los frutos. Pero los viñadores se portaron mal, golpearon a unos, mataron a otros y al tercero lo apedrearon. El propietario vuelve a enviar más personas y los trata mal. Y finalmente les envía a su hijo, pensando; «A mi hijo le respetarán.» Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: «Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia.»
(Mt 21, 33-38)
Y Jesús, pregunta a los que le rodean:
Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?» Y le respondieron: «Acabará con esos miserables, arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo.» Pero Jesús les dice: «¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, ha llegado a ser la piedra angular; esa es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes para ser entregado a un pueblo que haga producir sus frutos.
(Mt 21, 40-42)
Y este Evangelio de hoy viernes de Cuaresma, de la 2ª semana de Cuaresma, nos hace replantearnos varias cosas.
PODEMOS PERDER EL REINO
¡Que también nosotros podemos perder el Reino! ¡Que también nosotros estamos en este examen constante! ¡Que nosotros también tenemos que hacer penitencia!
Y, de hecho, ahora que estamos en Cuaresma es el momento. Tenemos que intentar trabajar, para darnos a los demás, para liberarnos de apegamientos que nos pueden alejar del Reino.
Pensar, por ejemplo: ¿Qué personas necesitan mi cariño? ¿Qué personas necesitan mi ayuda?
Cuando comenzábamos el miércoles de ceniza, nos decían que teníamos que hacer ayuno,limosna y oraciones.
Esas eran las tres caras, que teníamos que intentar trabajar durante estos días. Y es importante que se encuentren las tres de alguna forma, en nuestro día a día.
Por eso ¿Qué personas necesitan mi cariño, mi ayuda? También en el sentido de estar cerca de ellas, con mi oración, con mi ayuno.
De cosas que puedo ayunar para mí mismo, para dárselas a ellos. Y mi limosna, por supuesto.
Es importante que estén estas tres, porque cuando hay caridad y hay limosna, pero no hay penitencia, no reflejamos realmente a Cristo.
Y si hay penitencia, pero no hay caridad ni limosna, pues si solo hay penitencia o ayuno, nos hace fríos, distantes.
Y si solo hacemos oración, pero no hay limosna ni penitencia, es un tipo de espiritualismo oriental que nos deja vacíos, que más que llenarnos de Cristo lo que hace es eso, vaciarnos de todo.
DAR LIMOSNA
La lucha cristiana no se trata en buscar cumplir, no. O hacer todo hacia los demás, buscar ser buenos con los demás.
El Señor nos pide de hecho, una actitud interna discreta, que nos habilita a escuchar a Jesús.
Por eso el Señor nos invita a dar limosna en secreto, que ayunemos con la cara perfumada, o sea que ayunemos perfumados, que no se note nuestra penitencia y que oremos escondidos y así se protege la rectitud del corazón.
Qué importante es que nos demos cuenta, que hay que sacar lo que nos distancia del Señor.
Y por eso, hacer penitencia, ayunar o sea aprender a cambiar nuestra actitud con las demás criaturas, de la tentación de devorarlo todo para saciar nuestra avidez.
Hay que pasar a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón, hay que aprender a orar para renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo.
Declararnos necesitados del Señor, de su misericordia. Dar limosna para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece.
Y volver así, a la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón.
¿Cuál es ese proyecto? Pues el de amarle, el de amar a nuestros hermanos, al mundo entero, de encontrar en este amor la verdadera felicidad.
Luchar por sacar las cosas, porque si no, a veces podemos actuar como estos viñadores malos, homicidas.
La viña era la figura del pueblo de Dios, porque injertado sobre la vid eterna, se levanta por encima de toda la Tierra.
HACERLA CRECER
Dice san Ambrosio:
Cuando se ata la viña, ella se reconduce; cuando se la poda, no es para dañarla sino para hacerla crecer. Lo mismo pasa con el pueblo santo; atándolo se hace libre; humillado se vuelve a levantar; recortado recibe una corona. Mejor aún: igual que el brote, cogido de un árbol viejo, es injertado sobre otra raíz, asimismo el pueblo santo… alimentado en el árbol de la cruz… se desarrolla. Y el Espíritu Santo, esparcido en los surcos de una viña, se derrama en nuestro cuerpo, lavando todo lo impuro y levantando nuestros miembros para dirigirlos hacia el cielo. (San Ambrosio (c. 340-397) obispo de Milán y doctor de la Iglesia)
Esto es lo que tenemos que hacer en nuestras vidas: Levantarnos hacia el Cielo, recortar las cosas que no van.
Actuar con penitencia, con ayuno, con esa limosna, con esa oración que necesitamos para que el corazón esté realmente dirigido hacia el Señor.
¡Qué bonito es cuando una persona tiene esto incorporado a su vida!
Ahora que he estado trabajando en estos días en el colegio, he estado conversando con muchas profesoras, y se nota el cansancio de todo el año, porque ellos están terminando el año escolar ahora y este año académico que ha sido fuerte.
Pero también está la alegría de haberlo dado todo, y de sentirse acogidas, me ha encantado encontrar esa buena predisposición para para dar ese último esfuerzo antes de salir de vacaciones.
Ya salen esta semana, pero nadie está, así como; ¡Ay por favor, ya paren esto que me quiero bajar, paren el mundo que me quiero bajar! Sino que están con esa buena actitud.
A mí me ha dado mucha alegría encontrar gente contenta después de un año duro de trabajo.
HACER LAS COSAS POR DIOS
Y eso quiere decir que no han estado pensando demasiado en sí mismas, sino que han tenido siempre esa predisposición de hacer las cosas por Dios, de hacer las cosas por los demás.
De vivir esa oración, limosna y ayuno o penitencia, que les ha motivado a darse por completo.
Vamos a ir acabando este rato de oración, pero hoy que vivimos la abstinencia, que es una cosa pequeñísima, de no comer carne, que en realidad no tiene como un sentido de gran penitencia, sino de obediencia.
Obedecer es una gran prueba de nuestra fuerza de voluntad y también de sometimiento a una voluntad más grande.
Hoy día es un muy buen día para evitar comer carne, aunque también se puede cambiar la mortificación o la abstinencia por otra.
Los únicos días que no se pueden cambiar son el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
Asi que hoy si se puede cambiar, no hay ningún problema, pero te recomiendo vivir la abstinencia, y no comer carne y así tenerle más presente al Señor durante tu día.
También ayudar a los demás, con esa alegría de darte a los demás, darle al Señor todo lo que nos pide.
Tener esa limpieza en el corazón, ese querer agradar en todo a Dios, no por hacer puntos, sino por dar una alegría a lo que más amas.
Si amamos a Dios, es lo que tendríamos que siempre estar pensando: ¿Cómo le podemos dar alegrías a Dios?
Seguramente así tenía el corazón nuestra madre la Virgen, a ella acudimos hoy para pedirle que nos ayude a ser cada vez más delicados, a vivir mejor esta penitencia, esta limosna y esta oración durante esta Cuaresma.
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