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PACIENCIA QUE ENSANCHA EL CORAZÓN

Corazón Flexible, amor que se derrama
EL ESPÍRITU SANTO Y EL AMOR

Nos vamos acercando a la fiesta de Pentecostés que será el 31 de mayo, y me parecía que este sábado podría ser un bonito día para pensar y hablar con el Señor sobre la influencia del Espíritu Santo en nuestros corazones.

Nos dice san Pablo:

“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado”

>(Rm 5, 5).

El amor de Dios ha sido derramado por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es quien ensancha nuestra capacidad de querer, pone en nosotros el amor de Dios que es la caridad; Él es el que nos da esta fuerza de caridad.

“Ubi caritas et amor, Deus ibi est”:

Donde está la caridad y el amor ahí está el Señor.

El Espíritu Santo quiere que tengamos cada vez más grande el corazón, que queramos más. Para poder querer a Dios más, tenemos que querer más a la gente que está a nuestro alrededor.

LA PACIENCIA PARA QUERER MÁS 

Estos días he estado considerando qué cosas nos ayudan a querer más a los que tenemos a nuestro alrededor, y me vino con fuerza una idea que quiero compartir con ustedes, y es: entrenarnos en la paciencia.

Decía san Josemaría:

“La fortaleza nos conduce a saborear esa virtud humana y divina de la paciencia. Mediante la paciencia vuestra, poseeréis vuestras almas -dice el Señor”

(Lc, 21).

La posesión del alma está puesta en la paciencia (poseeremos nuestras almas) que, en efecto, es la raíz, es la custodia de las virtudes. Nosotros poseemos el alma con paciencia porque, aprendiendo a dominarnos a nosotros mismos, comenzamos a poseer aquello que somos. Y es esta paciencia la que nos impulsa a ser comprensivos con los demás, persuadidos de que las almas, así como el buen vino, mejoran con el tiempo” (Amigos de Dios, p. 78).

El Espíritu Santo quiere que tengamos más amor de Dios. El amor de Dios se verifica en el amor a los demás, y una forma concreta de tener ese amor a los demás es vivir la paciencia, ver de qué forma podemos ser más pacientes.

EL HIMNO DE LA CARIDAD

Si vamos al himno del Amor, al himno de la Caridad, que está en la Primera Carta a los Corintios, en el capítulo 13, vamos a leer de este versículo tercero. Dice:

“Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres, y entregara mi cuerpo a las almas, si no tengo amor, no me sirve para nada. 

El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece; no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido; no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.

 El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”

(1Co 13, 3-7).

Este es el centro del Himno de la Caridad, que lo recoge san Pablo en su carta a los Corintios en el capítulo 13. Te recomiendo que lo leas con alguna frecuencia.

Si te das cuenta, la primera característica que pone san Pablo para definir qué es el amor es: “el amor es paciente, es servicial”. Y esto es parte fundamental de nuestro cariño por Dios: aprender a ser pacientes y serviciales. ¿Con quién? Con los demás.

LA PACIENCIA DE DIOS CON LOS HOMBRES

Una antigua leyenda oriental que cuenta la historia de un forastero a quien un hombre hospeda en su tienda -recuerda que los orientales tenían este mandato, de recibir al forastero, de atender al forastero.

Pero cuenta la leyenda que, en mitad de la noche, el forastero se levantó y, nervioso porque no conseguía conciliar el sueño, blasfemó contra Dios. Su blasfemia despertó al dueño de la tienda que escandalizado, le echó de allí.

Dicen que por la mañana se le apareció un ángel que le dijo: —Te envié a un forastero para que lo alojaras, ¿dónde está? —No lo dejé quedarse, explicó el hombre, porque blasfemó contra Dios. Y le dijo el ángel: —Dios lleva cuarenta años siendo paciente con él, y ¿tú no has podido serlo ni una noche?<

Paciencia con los demás. Dios también les tiene paciencia; Dios también les perdona, no les lleva cuentas de todas las cosas.

COMPRENSIÓN

En estos días que tenemos que pasar más tiempo con nuestra familia, o encerrados en lugares más pequeños, o que no tenemos como diversiones adicionales más que las que tenemos propiamente en la casa, podemos llegar a cansarnos un poco de los demás.

Pero justamente aquí, es cuando tenemos que aplicar esta paciencia que Dios nos pide. Porque el amor es paciente, el amor sabe comprender a los demás. No les echa en cara, no se carga con sus propias dolencias, sino que sabe pensar primero en los demás para darles ese respiro.

Si pensamos en los demás, entonces ¡claro! las cosas saldrán mejor; las cosas, aunque nos cueste un poco más, haremos que el ambiente sea más agradable y que los demás también se acerquen.

Porque más se consigue con una gotita de miel que con un barril de hiel. Y si tus respuestas son arrogantes o son a veces hirientes, consigues justo lo contrario: que la persona no cambie. Al contrario, la persona se manifiesta cada vez más rebelde.

SER EMPÁTICOS PARA TENER PACIENCIA CON LOS DEMÁS

Tener paciencia. Plantéate algunas preguntas personales, ponte en el lugar de la otra persona. Si fueras como ella, ¿cómo verías la situación?, ¿cómo la juzgamos?, ¿cómo te sentirías si lo que estás escuchando en este momento sobre otros, te lo dijéramos a ti?

¿Qué te gustaría que los demás dijeran y pensarán de ti? Ponte en el lugar de la madre de esa persona, o de alguno de sus seres queridos: ¿Qué opinión tendría del asunto? ¿Qué desearía? ¿Qué haría? (…)

Piensa en Dios: ¿qué puesto ocupa esa persona en Sus ojos, en los ojos de Dios? ¿Cuál es el punto de vista de Dios al respecto? Y caerás de nuevo en las palabras de san Pablo a los Corintios:

“El amor es servicial, el amor es paciente”.

Hay que aprender, a pasarlo un poco mal, a ser considerado, que implica a veces sufrir con gentileza. Un sufrimiento amable, es una forma de una buena acción. Si para obrar el bien necesitas la ayuda de la gracia, más necesaria es aún para sufrir con amabilidad.

AMABILIDAD Y DOLOR

Una de las características más atrayentes de la santidad, es que combina la amabilidad con el dolor. Lo que exige este último es casi enteramente bajo la influencia de la gracia sobrenatural. Podremos ser pacientes, podremos aguantar las cosas si acudimos al Señor para pedir esa fuerza.

Y luego hay un pequeño detalle que también nos ayuda. Hay veces que pensamos que nosotros somos los únicos pacientes, pero hay otras veces que la paciencia nos la tienen los demás a nosotros.

Por eso es importante que pensemos ¿qué es lo que atenta a la paciencia de los demás? No sé, algo tal vez tenemos: nuestro comportamiento que puede ser molesto, chocante o extraño. O que somos muy impuntuales, o quejosos, enfermizos o negativos, o desordenados; o al contrario ultra ordenados.

Si con frecuencia te repiten que hay cosas de tu carácter que son molestas, para facilitar la paciencia de los demás, también puedes buscar cómo mejorar esos puntos concretos. Mejorando tu disponibilidad para ser más servicial y teniendo esta amabilidad más a flor de piel.

HACER LA VIDA MÁS FÁCIL

¿Cómo serían estos detalles de la vida de la Virgen Santísima? -Ella que era esposa del Espíritu Santo. Es que el Espíritu Santo modela las almas, las hace más atractivas a Dios. Y en la Virgen habrá trabajado el tema de la paciencia y de la amabilidad con extremada delicadeza.

Vamos a pedirle a nuestra Madre la Virgen, que nosotros también dejemos actuar al Espíritu Santo para que nos ensanche el corazón, para que sepamos ser cada vez más pacientes; y para que sepamos también ayudar a los demás a ser más pacientes, cambiando las cosas que les hagan la vida más fácil.

Señora, a ti acudimos. Oh, Madre nuestra, ayúdanos a ser cada vez más pacientes.

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