Hay una escena que se repite bastante en el colegio en el que trabajo, y es que en los recreos algún chico va a comprar unos sándwiches que venden ahí. Se los hacen tostados muy grandes. A los pocos pasos de salir del kiosco, se acercan uno, dos, tres o varios a pedirle un mordisco, porque le suelen arrancar con un pellizco a estos sándwiches.
En general, los veo bastante generosos, se ve que el que compra, ya sabe que va a tener que dar una especie de tributo a los que se le crucen, a los hambrientos que aparecen por ahí…
Y no sé si lo harán con mucho gusto en todos los casos… más bien, quien se lo compra, piensa en comérselo entero, y puede ser algo molesto que vengan varios a pedir… Y bueno, que te pidan en eso y en otras situaciones puede ser algo molesto. También que te pidan plata en la calle, que te quieran pedir un favor cuando no tenés tiempo…
Y en esto, que nos puede molestar quién viene a pedir, Señor, Vos, nos mostrás que Tu Padre no es así. Que en esto Dios es distinto a nosotros.
ENSÉÑANOS A ORAR
Y en el Evangelio de este domingo aparece muy claro como Jesús nos insta a pedir al Señor.
«Estaban los apóstoles que le dicen a Jesús: —Enséñanos a orar».
Les enseñaste Vos. Justamente ante esa petición, les enseñaste el Padrenuestro, les enseñaste a llamar a Dios: Padre.
Y el Padre Nuestro está hecho de todas las peticiones:
«Hágase tu voluntad».
Que se haga tu voluntad…
«Que nos des el pan»… «Que nos perdones»…
(Lc 11, 1-4).
Y por si fuera poco, les decís, les insistís que tenían que pedir.
Y esto me llama un poco la atención, ¿no es un poco molesto? ¿No es un poco -incluso- no nos podrías sacar malcriados, si es que lo que tenemos que hacer es pedir, pedir, pedir y que se nos den las cosas de arriba? (…)
A veces pasa en algunos modos de gobernar, que se suele decir que ‘es pan y circo’, que se contenta a las masas dándoles, satisfaciendo las necesidades más básicas, quizá regalando; y se suele criticar a esto diciendo ¡no! más vale que dar el pan o dar el pescado, hay que enseñar a pescar; hay que dar los medios para que uno consiga el pan, más que regalar.
PEDIR, SIEMPRE PEDIR
Porque si no, la gente va a salir un poco inútil; y además no se sostiene un país en el que se regala.
Y sin embargo, ésta es la enseñanza del Señor. Y me preguntaba, ¿por qué? ¿porque el Señor quiere que le pidamos? ¿Por qué nos insistís Jesús en que pidamos a tu Padre para obtener?
Y por una parte es cierto, que puede ser molesto que te pidan, que también uno tiene que hacer, que no hay que ser un vago; pero en el día a día vemos también, cómo las relaciones muchas veces se nutren, se fundan y se estrechan a raíz de la ayuda mutua, de la necesidad que hace que uno acuda a otro; y hace que el otro te pueda ayudar a ponerse en tu lugar, sacarte adelante desde cosas muy chiquitas.
Pensaba en la mesa, uno puede estirarse, agarrar algo que está lejos y quizá no queda muy elegante, quizá incluso tira algo en el camino… O puede pedir: —¿Me pasas por favor la sal? —Si, toma.
A cosas más grandes: —¿Me podrías llevar a tal lugar? ¿Me acompañás al médico? ¿Necesito ayuda para un trabajo?…
Bueno, pueden ser miles de cosas que pedimos y que ayudamos. Y pensaba: —Mira, si no tuviéramos necesidades, si cada uno tuviera todo a mano, si cada uno se arreglara solo, quizá seríamos mucho más pobres en relaciones, ¿no?
UNA RELACIÓN DE PADRE
Fíjate, cuando una de las relaciones más fuertes que uno tiene es con su mamá. Porque desde chiquito o chiquita uno era totalmente necesitado, y la madre está para lo que uno necesita. Seguramente la mamá lo querría igual a su hijo o a su hija, aunque no necesitara nada de ella. Pero estaría tan pendiente, siempre con la cabeza como con ese instinto de qué le puede faltar.
Y puede ser, Señor, que Vos quieras también tener una relación grande, y lo querés con cada uno de nosotros. Y Jesús te revela Padre, así como Padre nuestro, quiere que te llamemos Padre, y quizá quiere que nos demos cuenta que no sos un padre indiferente. Sino que sos un padre que escucha.
Sale hoy y es casi gracioso en la Primera Lectura del Antiguo Testamento, como Abraham, -como buen judío-, le va regateando a Dios para que no destruya la ciudad de Sodoma y Gomorra.
Le va diciendo:
«—¿Y si encontrás ahí algún justo? ¿Y si hubiera cincuenta justos?».
Empieza diciendo y va bajando. ¿Y si son cuarenta? ¿Y si son…? Hasta llegar a cinco. ¿No vas a destruir la ciudad?
«Y Dios dice no. En atención a eso, no voy a destruir la ciudad»
(Gn 18, 16-19).
PIDAN Y SE LES DARÁ
Dios, que no es indiferente a las necesidades de sus hijos. Quizá esto se nos graba más, y nuestra relación con nuestro Padre Dios se hace más estrecha, más fuerte. Cuánto más somos conscientes de la necesidad que tenemos, cuánto más acudimos a Él con confianza, ¿nos hará el Señor mal si nos concede todo? Y, ¿si pensamos que la vida es pedir no más, sin esforzarse por alcanzar? Y pienso que no.
En el Evangelio de la misa de hoy dice:
«Si ustedes siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre le dará el espíritu a aquellos que lo pidan»
(Lc 11,13).
Dios nos va a dar cosas buenas, no nos va a dar algo que nos haga mal, así como hace una madre si un chiquito le pide un cuchillo, un bebé de dos años, no se lo va a dar aunque quiera jugar, porque sabe que puede lastimarse.
Nos dará cosas buenas y nos dará su Espíritu. Por eso pensaba un poco: la verdad Señor, con este Evangelio de hoy no hace falta buscarle demasiado la vuelta, porque nos decís muy claramente
«Yo les digo a ustedes: —Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe, el que busca, encuentra. Y al que llama, se le abre»
(Lc 11, 1-13).
PEDIR SER SANTOS
Por eso tus palabras están muy claras, lo que tengo que hacer es pedir siempre la ayuda y en todo. Pero si se me permite un comentario, pensaba, aunque podría ser de otras maneras, pedir como en tres ámbitos en nuestro día a día:
Primero, pedir en todo, ayuda en todo: en mi trabajo, en la amistad, en el trato con los demás, en un nuevo día. Acostumbrarnos a pedir al Señor que nos bendiga, que nos acompañe, que nos ayude.
Segundo pedir: milagros, curaciones, un trabajo, esas situaciones más difíciles. Pedir, pedir con confianza, con insistencia, como han hecho tantas personas que han conseguido milagros.
Y si después el Señor ve que es mejor de otra manera y que sea. Pero animarnos a pedir milagros.
Y pedir también, en tercer lugar, algo que podría ser éste espíritu del que habla Jesús pedir la santidad, pedir identificarnos con Él.
Hay una frase de Carlo Acutis que decía: «Lo único que vamos a pedirle a Dios en la oración es el deseo de ser santo» (Cf. Carlo Acustis)
Bueno, se contradice un poco con lo que acabo de decir antes, pero pedirle también, además de todo lo que decía, la santidad que nos dé su Espíritu para parecernos a Jesús.
Vamos a dirigirnos para terminar estos 10 minutos con Jesús a su Madre, a María, que tantas veces le decimos que: Ruegue por nosotros. A ella también le decimos que pida al Padre por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte,
Que así lo haga y que nosotros seamos también muy pedigüeños a Dios, también a través de su Madre y a través de los santos.