ANÉCDOTA
Jesús quiero comenzar con una anécdota, con una historia que me contó un amigo hace unos días.
Cuenta que un día, le comenzó a molestar la lengua. Bueno, pasó un día, dos días y al tercer día, ya se preocupa un poco y acude a un odontólogo. Este le dijo que eso era una masita de la lengua, que era normal.
Este amigo está recién casado, lleva dos meses de casado, pero le seguía molestando la lengua y va a ver otro odontólogo. Uno de ellos le dijo que esa masita podría ser una reproducción celular, lo mismo que un cáncer en la lengua.
Y comienza la preocupación. ¡claro, lógico! Pensar que puede haber un cáncer con dos meses de casado: la familia, el proyecto de familia… Y en todo caso, está pendiente de más exámenes.
Me dice que, en algún momento se le quita el dolor y justo antes de un viaje a la ciudad de México, de hecho viajó estuvo visitando a la Morenita, rezando allí delante de ella.
Cuando regresa de México, el dolor aumenta, se intensifica, es un dolor insoportable.
Entonces vuelve a acudir al médico, va donde un otorrino, parece que lo tienen que operar, pero el médico le dice que espere y que empiece a tomar antiinflamatorios porque está muy inflamado, en fin, sigue con ese tratamiento.
Y finalmente lo que le dice el médico, es que tenía en su lengua una astilla de hoja de orégano.
¡Hágame el favor! ¡No te lo puedo creer! Una astilla de hoja de orégano, un pedacito de astilla.
Entonces él se acuerda que efectivamente, cuando él mismo preparó una ensalada, se preparó algo de comer y a la ensalada le echó algunas ramitas de orégano.
Una de esas astillitas se le metió en la lengua y tremenda historia, incluso llegó a pensar que era un cáncer.
RECONOCER LA PAZ EN COSAS PEQUEÑAS
Bueno, a este punto acudimos al Evangelio de la misa de hoy, ya entenderás por qué Señor me acordé de esta anécdota de la hoja de orégano.
Dice el Evangelio:
“Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz, pero ahora está escondido a tus ojos”
(Lc 19,42-43).
Hay veces Jesús, es fácil reconocer lo que me quita la paz, la paz en el mundo, la paz conmigo mismo, la paz con los demás y puede ser algo muy pequeño como una bendita astilla miserable de orégano, pero me quita la paz, hasta pensar qué voy a morir.
Vamos a voltearlo en positivo, intentando hacerlo en mi vida de oración, siempre ver lo positivo. Y lo positivo es, qué difícil es aceptar que lo que da la paz también es muy pequeño… Así como lo que lo puede quitar la paz es muy pequeño. Lo que da la paz es muy pequeño, puede ser muy pequeño.
¿QUÉ ME DA PAZ?
Este rato de oración me da paz, el descanso moderado me da paz, no se puede convertir en una obsesión, un deporte me da paz, compartir con mis amigos me da paz, las cosas pequeñas, normales, sencillas del mundo dan paz.
Varias veces ha dicho el Papa:
“Gracias, Por Favor, Perdón”
Tres palabras sencillas que dan paz, la amabilidad con los demás da paz, todo lo que la amabilidad nos sugiera da paz.
El buen trato, las buenas maneras, “Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz, pero ahora estás escondido tus ojos”.<
SEMBRADORES DE PAZ
Pues Señor que descubra, que mis ojos descubran de todo aquello que da paz, sobre todo a los demás, porque eso es lo que Tú quieres Señor, que seamos sembradores de paz,
Que vayamos por el mundo inyectando paz, sembrando paz, que yo contagie paz.
Hay que decir Jesús que Tú en este Evangelio lloras, en este pasaje del Evangelio Jesús llora, dice:
“Al acercarse a Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella”.
Jesús llora, hay que meternos en la escena, tenemos que meternos allí, con discreción ver llorar a Jesús y comprender porqué está llorando.
Jesús está bien preguntarse por la paz conmigo mismo, por la paz con los demás, con el mundo. Pero, ¿y la paz contigo Jesús?… Estás llorando por mí, lloras por la dureza de mi corazón.
Jesús se acerca y ve Jerusalén y llora porque no lo reconocen.
A Jesús, que es el Camino, la Verdad y la Vida, el principio de la paz y no lo reconocen.
LA TRIPLE PAZ
Señor, me acordé hace poquito que leí algo que me llamó la atención, de Ronald Knox, que escribe de maravilla.
Hay un un libro que encontré en mi casa, que tiene algunos sermones de él.
Te leo lo que encontré que es maravilloso, y es sobre la paz.
¿A qué se debe que el mundo nos dé paz, o trate de darnos paz y este esfuerzo no dé satisfacción? En parte naturalmente, porque la paz en el verdadero sentido cristiano, es un don triple, y el mundo solo nos ofrece la tercera parte de él.
La verdadera paz significa paz con Dios, paz dentro de nosotros y paz con los demás.
Creo que probablemente es cierto que el mundo en estos momentos tiene más ansias verdaderas de que se mantenga la paz entre las naciones y que en ningún otro momento que en ningún otro momento de la historia, y no debemos menospreciar o empequeñecer los esfuerzos que hacen.
Si hubiera firmado el último tratado irrevocable y se hubiera desguazado el último crucero y fundido el último cañón, sería esto la paz, paz en un mundo que en su mayor parte olvida a Dios, o le desafía abiertamente, paz en un mundo donde los corazones humanos al emanciparse de todas las ataduras morales, se ven zarandeados por las pasiones y solo sacan de ello, descontento.
El mundo no puede ofrecernos solución para la guerra dentro de nuestro intelecto, para la guerra dentro de nuestra voluntad, puede celebrar congresos en todas las ciudades de Suiza y nuestros corazones seguirán siendo un campo de batalla porque Dios los hizo para sí y no podrán encontrar reposo mientras no descansen en Él.
LA PAZ ESTÁ A TU LADO, SEÑOR
La triple paz, pero la más importante la paz con Dios, yo me quedo con eso; Dios nos hizo para sí.
Por esto decía san Agustín: “Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.
Jesús que busque la paz a mi alrededor con cosas pequeñas, pero en primer lugar Contigo, también con cosas pequeñas, en la vida de piedad, las pequeñas mortificaciones, en ofrecerte Señor el trabajo, cosas pequeñas, como la bendita astilla de orégano.
Las cosas pequeñas no son una lista, ni un código de indicaciones, las cosas pequeñas las descubre la sensibilidad, el ingenio, la vibración, el esfuerzo en toda ocasión que tenemos para amar a Dios y para servir a los demás.
Acudimos a Nuestra Madre y le pedimos que como Ella cuidemos las cosas pequeñas por amor.