Siete espuertas habían sobrado de la multiplicación de los panes y en un despiste monumental los apóstoles las olvidaron vaya usted saber dónde. Ya subidos en la barca y avanzado un buen tramo uno de los apóstoles se dio cuenta y le hizo señas a otro que también revisó y corroboró, esa era la cruda realidad: no tenían consigo en la barca más que un pan.
Poco a poco se fueron enterando los demás.
Les daba vergüenza comentarlo en voz alta porque iban a quedar mal con Jesús que, al parecer, no se había dado cuenta.
“¡Qué cosa!” Pensarían: “de siete espuertas solo había un miserable pan. Y estaban cruzando a la otra orilla y les iba tocar buscarse la vida porque iban desprovistos”.
A más de alguno se le habrá pasado por la cabeza la suerte de aquellos que caminando por la orilla del lago se encontraría con las siete espuertas de pan olvidadas. Bueno, al menos alguien iba a comer muy bien los próximos días, pero no iban a ser ellos…
A otro se le habrá ocurrido: ¡con lo impresionante del milagro de la multiplicación que Jesús había hecho! Encima les había pedido que recogieran lo que sobró. Jesús siempre tan en los detalles y tan previsor. Y ellos tan torpes, tan despistados. ¡Ahora sí que la habían hecho buena!
Uno más pensaba en el pan y se le hacía agua la boca, le empezaban a sonar las tripas, pero lo disimulaba. Tal vez en otra ocasión se habría quejado, aunque sea con el comentario dicho así como de pasada: “que hambre tengo”. Pero hoy no se atrevía a decir nada. “Ahora me aguanto” se decía a sí mismo e intentaba pensar en algo más para que el hambre no creciera de tanto rumiarla.
ESTÉN ALERTA Y GUÁRDENSE
Tal vez Judas Iscariote, que se encargaba de la bolsa del dinero, hacía cálculos mentales de cuánto tendría que gastar ahora para alimentar el grupo. O se molestaría considerando que ya no iba a poder robar dinero con discreción porque ahora que habían olvidado los panes había más necesidad e iba a ser evidente.
Cosas y cosas. Total, que el pan era lo único que tenían en la cabeza.
Y Tú, Señor, les dices:
«Estén alerta y guárdense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes».
Ellos escuchan la palabra levadura y venga a pensar en el pan. Intuyen que Jesús se ha dado cuenta y les está lanzando una indirecta.
Lo fácil es echarle la culpa al otro. Así que media vez escuchan la palabra levadura empiezan a quejarse que “solo hay un pan”, que “no hay pan”, que “¿quién estaba encargado?” En fin, comentaban unos con otros que no tenían pan.
Y entonces, yo creo Señor que a ti te entra la risa. Primero el desconcierto porque estabas hablando de Herodes y los fariseos y estos salen con el pan. Caes en la cuenta de lo que está sucediendo y te entra la risa floja.
¡Qué increíble debe haber sido oír y ver a Jesús reír! Se le saltan las lágrimas y le duele la panza de tanta risa. Ya secándose las lágrimas les empieza a decir, casi que entre risa y risa,
«¿Por qué van comentando que no tienen pan? (…) ¿No se acuerdan de cuántos cestos llenos de trozos recogieron, cuando partí los cinco panes para cinco mil? — Doce — le respondieron.
— Y cuando los siete panes para los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogieron? — Siete — le contestaron. Y les decía: — ¿Todavía no comprenden?»
Me gusta pensar que esta escena pudo ser así. Que no tiene porqué ser un regaño o un reclamo de Jesús. El Señor es exigente pero no tiene porqué ser huraño… Les dice las cosas claras, pero sin veneno.
SABER REÍRSE DE NOSOTROS MISMOS
Estoy totalmente de acuerdo y me sumo a la petición de Santa Teresa de Jesús cuando decía:
«De devociones absurdas y santos amargados, líbrame Dios»
(Sta. Teresa de Jesús).
¡No quiero santos amargados! Es más ¡no existen santos amargados! Y, por lo mismo, Tu Señor no eras un amargado…
A mi (que no soy ningún santo) me pasa que muchas veces me río con facilidad. Por eso no es raro que me ría en el confesionario. No siempre, por supuesto. Hasta ahora (en más de 12 años) solo me he encontrado 1 ó 2 personas que se han molestado… Me dicen: “No se ría, que esto es serio”…
Claro que me he disculpado. He intentado explicarles que no es que no les tome en serio y, mucho menos, que me esté burlando. Simplemente creo que es bueno aprender a reírse de uno mismo y saber quitarle hierro a algunos asuntos a base de verles el lado cómico. No es que tengas que estar de acuerdo con esto, tú que escuchas.
Pero ya San Francisco de Sales recomendaba que hiciéramos con nuestra alma al menos lo que haríamos con una bestia de carga: una vez caída en el hoyo, animarla a salir con palabras amables y los medios adecuados (cuerdas, gente que ayude, etc.). De nada sirve agarrarla a palos, porque entonces nunca va a salir del agujero y se pierde el buey o la mula que tanto ayudaban…
Pues eso vale con nuestra propia alma y con las de los demás.
Pero bueno. Volvamos al pan.
MAÑANA COMIENZA LA CUARESMA
Mañana comienza la Cuaresma. Muchos intentaremos vivirla, entre otras cosas, ofreciendo algunos sacrificios<. Se trata de privarse de algo, aunque sea pequeño para ofrecérselo al Señor, para acompañarle en su ayuno de 40 días con 40 noches en el desierto. Puede ser algo que tiene que ver con la comida o con cualquier otra cosa: tiempo en pantalla, música, series, comodidad, gustitos, lo que sea.
Pero ¿no te pasa que basta que sea miércoles de ceniza o viernes de Cuaresma para que solo haya carne para comer…? Parece que el mundo confabula en tu contra. No quieres comer carne y solo aparece carne. Y en la mente se te antoja carne. Y venga a pensar en la carne. O si te has propuesto no escuchar música resulta que se te empieza a antojar en todo momento, y te encuentras tarareando canciones por aquí y por allá. Y venga a pensar en música. Como apóstol clavado en el pan.
No perdamos de vista el porqué. Como leía hace poco, haciendo referencia a la tentación de Jesús después de sus 40 días de ayuno sobre convertir las piedras en pan, dice:
“El ayuno es para comer algo mejor que solo pan. Hay algo que sacia aún más, que obligar a convertirse en alimento lo primero que encuentra” >
(El arte de recomenzar, Fabio Rosini).
Así que no te olvides del porqué. Los sacrificios auténticos tienen el sentido de ayudarnos a redirigir el corazón hacia lo que Dios quiere de nosotros. Piensa bien tus propósitos y vívelos; y pon buena cara y olvídate del pan. Deja de darle vueltas, ríete de ti mismo, quítale importancia.
Tal vez estamos nosotros encerrados en nuestros dramas y Jesús riéndose.