PERDONAR
“Vivimos como rezamos y rezamos como vivimos”. Esta frase me tiene pensando… “Vivimos como rezamos y rezamos como vivimos”. Pero bueno, vamos a meternos en caminos de oración acudiendo al Santo Evangelio que nos propone hoy la Iglesia.
Es de san Mateo en el capítulo 5. En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
«Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás y el que mate será reo de juicio. Pero Yo os digo: «todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano, será procesado»».
«Si uno llama a su hermano imbécil,»
(bueno, también depende del tono verdad)
«tendrá que comparecer ante el Sanedrín y si lo llama necio, merece la condena de la Gehenna de fuego».
UN CONSEJO BUENÍSIMO
Pero Señor ¿qué le hacemos si podemos sufrir afrentas, ofensas, humillaciones? El Señor nos da la clave en el mismo pasaje del Evangelio, ¡buenísima! ¡Un consejo buenísimo! Dice:
«Con el que te pone pleito procura arreglarte en seguida mientras vais todavía de camino»
(Mt 5, 20-25)
Subrayo esto: ¡Arreglarte en seguida! no esperar dos días, dos semanas, ¡no, no, no! De una, “al tiro” (como dicen en Chile). Una mirada, una pregunta, dar a entender al otro que no hay lío, que no nos quedamos heridos, afectados, bloqueados, que la vida sigue y es muy corta y no podemos estar peleando y enfadados unos con otros.
JESÚS NOS AMA
Preguntaba a una persona el otro día: ¿Tú quieres a tu papá? ¿Tú quieres al papá de tus hijos? Y esta persona me decía: Padre, la verdad no; mejor dicho, los compadezco. Le dije yo en son de pregunta: ¿es una manera de querer? Y esta persona me respondió: puede ser.
Pero pensemos en Jesús en la Cruz, “Tú Señor ¿nos quieres?” …he dejado un espacio en silencio para que hagamos el ejercicio: ver a Jesús en la Cruz y preguntarle: “Señor ¿vos me querés?” Si soy muy pecador, puedo escuchar: ¡Noooo! No te quiero. ¡No! De Jesús siempre, siempre voy a escuchar: te amo, he venido a este mundo para mostrar el amor del Padre, que es un amor de misericordia.
Y a esta persona que me respondió que “los compadezco” le dije: pues pídele al Señor pasar de la compasión al amor, a la misericordia. Pero resulta y acontece que su respuesta fue correcta. ¿Sabes qué significa la palabra misericordia? Viene del latín Miserere -que significa precisamente: compadecerse- y Cor: -de corazón-. Miserere cor: compadecerse de corazón.
MISERICORDIA
Claro, como implica el corazón, implica lo más profundo de las entrañas. Amor entrañable de mis entrañas.
Volvemos a mirar a Cristo en la Cruz. ¿Cómo mirabas a los que estábamos ahí al pie de la Cruz? Porque tú y yo estábamos ahí, no creas que solamente estaban el buen ladrón, los romanos que lo condenaron a muerte, los fariseos que lo habían llevado hasta allí, hasta el calvario. ¡No! También estábamos tú y yo.
¿Cómo mirabas a los que estábamos ahí Señor? Dice la Sagrada Escritura, por ejemplo, que una de las siete palabras que dijo Jesús fue:
«Perdónalos porque no saben lo que hacen».
(Lc 23, 34)
Qué buena oración para repetir y pedir por aquellos que oran mal, que nos ofenden, perdónalos Jesús porque no saben lo que hacen.
JESÚS NOS PERDONA SIEMPRE
Porque, realmente, a quien ofenden es a Jesús y Jesús los perdona siempre. ¡Ay Señor, yo no puedo perdonar! Le puedes decir tú a Jesús eso también en este momento: “Mira Señor, yo no puedo perdonar a esta persona, es que no puedo Señor, no puedo, no puedo”.
También escuché el otro día cómo una persona decía: “Mire, o sea, yo no quiero que se condene. Está bien, yo quiero que se vaya al Cielo, pero yo sí le pido a Jesús nunca encontrármelo en el Cielo…” También es una manera de rezar, hay muchas maneras de rezar.
Al Señor lo que le importa es lo que tenemos en el corazón. “Señor, humanamente no consigo perdonar”. Vamos a hacer algo, Jesús te puede decir desde la Cruz: “Tú no puedes, pero Yo sí puedo, ¡Yo sí puedo!”. ¡Uff! Qué alivio por Dios, ¡qué alivio! Yo no puedo, pero Tú sí.
JESÚS ME AYUDA A PERDONAR
Realmente, para el que tiene una carga así potente en el corazón de odio, de rencor, de rechazo… si realmente se cree esto, va a descansar. “Yo no puedo, pero Tú sí puedes Jesús”.
“Gracias Señor, perdónalo, perdónala a través de mí o, mejor dicho: yo perdono a través de Ti”. No sé si es muy enredado. En todo caso, si tienes necesidad de perdonar, habla con Jesús; que es realmente Jesús, el Hijo de Dios, el que vino a eso. Jesús vino para eso: a perdonar, a salvarnos.
Hay un libro novelado que contiene cartas de personajes que estuvieron presentes en la Pasión de Cristo. Hay uno que es de la madre del buen ladrón que, según la tradición, se llamaba Dimas. Te voy a leer una partecita. Imagínate a la madre del ladrón que está ahí en el Calvario. Dice:
LA MADRE DEL BUEN LADRÓN
“Yo estaba desesperada y María, aunque lloraba y sufría tanto como yo, parecía llena de esperanza. Entonces, sucedió lo que nunca olvidaré. María puso su mano en mi hombro al llegar al Calvario, me abrazó y entonces sentí que el suelo desaparecía debajo de mis pies.
Al llegar a la cima y contemplar semejante crueldad, casi me caigo para atrás, pero María me sostuvo con sus manos. Inmediatamente, me sucedió algo que no he sabido nunca explicar con coherencia. Al ver su mano sobre mi hombro me derrumbé. Ella me sostenía, pero yo no pude más. Había estado procurando ser fuerte hasta ese momento. Tenía un nudo en la garganta desde que oí la sentencia que condenaba a mi hijo.
Con frecuencia me costaba hasta respirar, pero no se lo había dicho a nadie. Sentía como un peso que me oprimía los pulmones y se me clavaba en el corazón. Había tratado de sostener a mi hijo y de darle fuerzas, pero en ese momento me vine abajo. Alguien me ayudaba, yo no lo había pedido y me sentí pequeña.
NECESIDAD DE CONSUELO
Descubrí la necesidad que tenía de que alguien me consolara, me urgía que alguien me dijera que mi hijo no era un criminal, que los jueces del mundo no conocen el corazón de los hijos y que yo no era culpable de lo que ahí sucedía.
Me pesaba tanto haber sido una mala madre para Dimas. No estar a la altura, no dar la talla. Su mano me puso delante de todos mis peores miedos, pero liberándome de ellos al mismo tiempo.
Me vi pequeña, pero también comprendí que María estaba ahí en mi misma situación. Me fui dejando caer y María me sostuvo con sus diminutos, pero fuertes brazos. Me sentí sostenida como en el aire, con infinita dulzura. Mi vida y la de mi hijo ya no me pesaban, María me sostenía.
No había razón para irse al suelo, ella me levantaba, me decía que no éramos culpables, ninguno, ni Dimas, ni yo, ni nadie, que el único culpable había querido ser Jesús, su Hijo y que iba a liberar a todos de sus pecados”.
JESÚS QUISO SER EL CULPABLE
Voy a leer la última parte que es tremenda:
“Me decía que no éramos culpables, ninguno, ni Dimas, ni yo, ni nadie, que el único culpable había querido ser Jesús, su Hijo, que iba a liberar a todos de sus pecados”.
(Las manos de María – Carta de la madre del buen ladrón. Diego Zalbidea, 2018)
Jesús está en la Cruz, Él se quiso hacer pecado por nosotros. Vamos a mirar ahora a nuestra Madre, Mater misericordiae, ora pro nobis: Madre de la misericordia, ruega por nosotros.
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