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PUEDE DERRIBAR LAS ALTAS MONTAÑAS

perseverar

Llegando al final del año litúrgico, el Evangelio nos habla de los tiempos finales.

Por una parte, de la ruina del templo que ocurrirá en el año 70, que será un gran dolor para los judíos seguramente, porque lo contemplaban -como te lo dicen a Vos Jesús en este Evangelio- así majestuoso, con sus piedras preciosas.

No solo tenía un valor arquitectónico, sino también era el lugar sagrado, el lugar del encuentro con Dios.

“Y Vos profetizás Jesús que

“no quedará piedra sobre piedra”

(Lc 21, 6).

Y, a raíz de esto, les hablás también del fin, de un fin más remoto, del fin del mundo, donde habrá guerras, terremotos, pestes, signos en los cielos, falsos profetas…

Imagino yo que para los judíos de tu tiempo (también para nosotros) lo que dijiste acerca del templo, sería un motivo de credibilidad, porque eso que veían ahí tan firme, inamovible, a menos de cuarenta años después, como Vos lo profetizaste, sin que pasara generación, no quedó piedra sobre piedra”.

Fue arrasado por las tropas del emperador Tito. (Uno puede ir hoy a los foros romanos y encontrarse ahí el Arco del Triunfo alusivo a esta victoria, que tiene ahí el candelabro, los distintos trofeos que se trajo de Palestina cuando arrasó con Jerusalén).

LAS COSAS NO DURAN PARA SIEMPRE

“También para nosotros, tantos años después que, como todas las generaciones que han ido pasando, escuchamos Jesús hablar de guerras o hay persecuciones que nos pueden llevar a preguntarnos: ¿Es ahora ese tiempo? ¿El tiempo final?”

En realidad, siempre es una invitación a la vigilancia, a la esperanza con la que tenemos que afrontar las catástrofes, la confusión…

Pensaba para nuestra oración -estos 10 minutos con Vos Jesús- que este tema de la destrucción del templo, de guerras, terremotos, nos pueden hacer pensar también en lo caduco de este mundo.

Más allá de que nos agarre o no el fin del mundo (probablemente no, pienso yo), ¿qué quedó de ese templo maravilloso? Quedó un muro donde van a rezar los judíos.

Las cosas no duran para siempre.  Las cosas materiales, hemos visto en estos meses (ya demasiados meses) de guerra en Ucrania (te pedimos Señor por la paz), ciudades destruidas, panoramas desoladores…

Me venía a la cabeza un museo que en 2018 se incendió en Brasil, en Río de Janeiro y salía en los artículos del diario las colecciones perdidas, trabajo de años…

Podemos pensar incluso en especies animales que ya no están, que se extinguieron y tantas cosas que, aún sin guerras, por el simple paso del tiempo, se estropean, se pierden.

Dice uno de los acertijos que aparece en el libro del Hobbit de Tolkien que: entre Bilbo y Gollum están haciendo acertijos y uno se refiere a esto, dice:

“Roe el hierro y muerde el acero; mata reyes, arruina ciudades y puede derribar altas montañas”.

Todo eso puede hacerlo el simple paso del tiempo.  ¿Qué se le resiste? 

EL AMOR

Me acuerdo una vez que, de chico, jugando bajo una mesa, se resbaló un cenicero de cristal que había arriba, se cayó y se rompió.  Mi mamá decía (dolida, porque era un regalo de una amiga suya) todo lo que me gusta me lo rompes… pobre, tenía bastante razón.

Son cosas que nos pasan.  Nos podría causar desánimo este desgaste; las cosas requieren cuidados, mantenimiento.

Este año mandé dorar una patena en la que celebro actualmente la misa, que yo estaba feliz de lo linda que quedó y ahora ya, otra vez, tiene manchas; es decir, ni un año… espero que se pueda limpiar.

Todas las cosas, cómo necesitan cuidado, mantenimiento y, aun así, algunas terminan que ya no sirven más.

Esto nos puede llevar a pensar: ¿de qué me puedo agarrar? Y en el Evangelio nos decís Jesús:

“Con su perseverancia salvarán sus almas”

(Lc 21, 19).

¿Qué es lo que se puede salvar? Nuestras almas.  ¿Qué es lo que no se corrompe?  ¿En qué hay que perseverar? ¿Qué es lo que resiste el desgaste del tiempo o de las guerras o tantas cosas que parece que dañan, que destruyen?  

Lo que queda es el amor.  Como dice san Juan de la Cruz:

“Al atardecer te medirán en el amor”.

Y toda esta mirada al fin del mundo, nos ayuda a lo diario, a lo corriente, al hoy: ¿en qué voy a invertir mi tiempo, mis fuerzas?.

Acá es un tema, mucha gente que puede se pregunta: tengo plata para invertir, ¿qué voy a hacer? Porque quizá un banco no es tan seguro.  Voy a invertir en ladrillo, pero ¿cómo está el mercado inmobiliario? Bitcoins… o ¿voy a meter plata en un colchón?

Para algunos es un dilema y nos podemos preguntar, ¿dónde invierto yo, el día de hoy, mi tiempo, mi salud, mis fuerzas, las oportunidades que tengo?

PERSEVERAR

“Lo que tenemos que procurar es perseverar en este seguirte a Vos Jesús”.  Perseverar en ese trabajo de un día y otro, en esas cosas que parece que se las lleva el tiempo: limpiar la casa y después hay que volverla a limpiar…

Tantas cosas que, si no tuviéramos fe, nos parecería que estamos encerrados en un ciclo sin fin.  Y, en realidad, ahí el sentido está en el amor que uno puede poner; poner cariño, lo mejor que uno tenga dentro, hacer rendir los dones que el Espíritu Santo nos da.

En este Evangelio, nos decís Jesús unas palabras poco misteriosas:

“Los odiarán, a algunos los matarán, pero ni uno de sus cabellos les tocarán”.

“Los matarán o los llevarán presos”, no te referís al pelo de la cabeza, sino a esa integridad en el espíritu que nadie puede degradar, que no puede consumirse; sobre todo, en cuanto nos unimos más a esa fuente, La Vida.

Y lo podemos hacer en las cosas pequeñas, en nuestras actividades… el mismo día de hoy, estos 10 minutos con Vos Jesús, lo que voy a hacer después, mi trabajo…

Si ahí hay amor a Dios y al prójimo, hay algo que no se pierde, hay algo que va a quedar para siempre, porque está en unión con Dios y Dios es eterno.

Ese es el sentido de esta vida. Más, incluso, que los logros materiales o que los hombres puedan reconocer; los reconocerán quizá, por algún tiempo y después, tantos quedarán olvidados.

“Pero lo que hacemos con Vos Señor, dura para siempre, resiste al tiempo”.

Vamos a pedirle a nuestra Madre María, que sabría tener esa mirada de lo eterno, de lo permanente, en lo de cada instante; en cosas muy chiquitas, como ir a buscar agua al pozo, cuidar la casa, tener un detalle de cariño con alguna vecina…

Que ella nos ayude a tener esa mirada de eternidad en todo lo nuestro.

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