Los personajes que aparecen durante la vida oculta del Señor son tan escasos que siempre me han causado intriga.
PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO
Es el caso de Ana, hija de Fanuel, que la encontramos en el Templo durante el acto de Presentación del Niño Jesús.
Quizá su llegada coincidió con la de Simeón, otro personaje del que nos llega una oración que recitamos todos los días en las Completas, que es la última parte de la liturgia de las horas los sacerdotes y otras personas más.
TESTIMONIOS DE ANA Y SIMEÓN
Los testimonios de Simeón y Ana en esa visita de Jesús al Templo, se fundieron en un cántico de alegría, se podría decir que es una canción a dos voces ante el descubrimiento del Redentor.
Las alabanzas y gozos de Ana forman como una melodía que resalta la solemnidad de las palabras proféticas de Simeón.
Lucas cuenta así el hecho que es del Evangelio que nos propone la liturgia del día de hoy:
“Vivía entonces una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad muy avanzada, había vivido con su marido siete años casada, y había permanecido viuda hasta los ochenta y cuatro años, sin apartarse del Templo, sirviendo con ayunos y oraciones noche y día.
Y llegando en aquel mismo momento alababa a Dios, y hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén”.
(Lc 2, 36-38)
PIEDAD DE ANA
Varias cosas se destacan en este relato evangélico.
Una es la piedad de Ana y su ausencia de respetos humanos para proclamar su alegría. También queda claro que su edad es avanzada y sus años de perseverancia en la oración eran muchos, así como la claridad de su conocimiento del Redentor.
CARACTERÍSTICAS DE ANA
Hay muchas características de Ana, yo me imagino una mujer delgada, de rostro apacible llena de arrugas, con el pelo blanco, blanco con una toca como usaban en ese momento, una tela encima de la cabeza y con esa piedad que era muy conocida en el Templo.
ASISTÍA A DIARIO AL TEMPLO
Si se casó a la edad en que solían casar a las muchachas de Israel tendría unos veintidós años al enviudar. Llevaría acudiendo al Templo más de sesenta años.
Había visto muchas cosas en aquellos años, y también muchos la conocían.
Es muy posible que Ana haya conocido a los padres de los sacerdotes mayores y a los abuelos de los estudiantes que acudían al Templo. A unos y a otros los habría conocido de pequeños, y estos a su vez la considerarían desde su infancia como una parte del Templo.
Todo el pueblo acudía al Templo para las frecuentes festividades; Ana estaba siempre allí. Esos sesenta años, siempre estaba ahí.
Cada año acudía a cumplir con sus obligaciones religiosas.
Cuando venían las fiestas seguramente la gente volvía a verla, la saludarían y la sucesión de encuentros haría que Ana fuese como una de la familia.
MORTIFICADA
Ana era piadosa y mortificada. Esto está claramente especificado en el texto del Evangelio, no se explica solamente por su ancianidad, como si fuese un último recurso cuando se van desmoronando las ilusiones humanas y ya solamente queda la religión.
PERSEVERANTE
De hecho no es infrecuente que los ancianos se quejen mucho de sus dolores y les cueste aceptar las penas de la vejez.
Pero Ana perseveraba en la oración y en el ayuno desde joven.
Esta perseverancia sólo se explica por la solidez de su piedad. Dice San Agustín que el Principio de la piedad es tener un concepto altísimo de Dios. Y eso se nota en Ana que ya de joven habría madurado y crecido en piedad.
El tiempo seguramente fue depurando su piedad.
VERDADERA PIEDAD
No basta con la edad para ser piadoso. Son tantos los ancianos o las personas mayores que no piadosas, que bastaría esta comprobación para no dejar pasar los años y así adquirir piedad.
En cambio muchos jóvenes son piadosos en las turbulencias de la juventud y es muy conocido que la juventud suele ser momento propicio para la entrega y las entregas generosas.
El buen oro debe pasar por procesos para purificarse eso se llama acrisolar, que es purificar en el crisol por medio del fuego, el oro y otros metales.
CON LA EDAD SE ACRISOLA LA PIEDAD COMO EL ORO
Es cosa clara que la ancianidad o la mayoría de edad va acrisolando la piedad que uno ha conseguido en la juventud.
La edad mejora lo bueno y empeora lo malo.
Algo de todo esto se daría en Ana, hija de Fanuel, brillando ella tanto la piedad como la doctrina sólida.
ALEGRÍA DE ANA
La piedad de Ana fue recompensada ampliamente. Cuando se entera de las palabras de Simeón reacciona con fe.
No consta que fuese una acción extraordinaria del Espíritu Santo, pero alguna inspiración divina debió darse en ella.
La alegría que experimenta le lleva a manifestar en voz alta su contento por el descubrimiento. Está como chocha por el descubrimiento.
INSTRUMENTO DEL ESPÍRITU SANTO
Señor Jesús, queremos vivir esta misma actitud piadosa
Porque quien persevera en la piedad y en el servicio a Dios como Simeón y Ana, se convierte en instrumento apto del Espíritu Santo para dar a conocer a Cristo a los demás, por insignificante que parezca su vida a los ojos de los hombres.
Dios se vale de estas almas sencillas para conceder muchos bienes a la humanidad.
ACTITUD PIADOSA
Pero reflexionemos más sobre la actitud de Ana. ¿Cómo fue su vida antes de ver al Niño Dios? Ana era piadosa de joven y de anciana, pero ¿es distinta la piedad en una joven o en una anciana?
Ana rezaba desde los veinte años con intensidad, de noche, de día y con ayunos. No era su oración algo superficial, ni sentimental, como una huida ante la dureza de la vida.
Ana rezaba esperanzada y al descubrir la presencia del Mesías, objeto de sus esperanzas, comunica su gozo a los que esperaban la redención de Jerusalén.
El tiempo la había ayudado a madurar
La piedad de Ana es una piedad sencilla, pero recia.
SU ORACIÓN ES UN ACTO DE ESPERANZA
Su oración es un acto fuerte y muy explícito de esperanza, pues pedía que venga pronto el Salvador y lo encontró.
Su piedad está doctrinalmente bien fundamentada. Si la piedad no está fundamentada en la verdad, es fácil que decaiga en el sentimentalismo.
El sentimentalismo en la religión es terreno fértil para supersticiones, cosas raras o inclusive para la infidelidad.
PIEDAD DOCTRINAL
San Josemaría enseñaba que: la piedad es el remedio de los remedios: una piedad honda, “doctrinal», pues sin doctrina la vida de intimidad con Jesucristo corre el peligro de ser superficial, meramente externa y sentimental.
Doctrina y piedad no pueden existir separadamente: se necesita doctrina para alimentar la piedad, y piedad para vivificar la doctrina.
De esta manera, el cristiano inmerso en las actividades temporales cuenta con esa fuerza suficiente para alimentar su vida de oración, para responder a quien le pida razón de su esperanza. (cfr. 1 Pe 3, 15)
Si se reduce la piedad a lo intelectual es fácil que resulte algo frío y capaz orgulloso; este modo de rezar aleja a la mayoría de la gente sencilla, que necesita lo que se ha llamado piedad popular.
PIEDAD DE NIÑOS
Se puede decir que la piedad debe tener las ventajas de la infancia y las de la madurez. La sencillez y la bendita ingenuidad de los niños; y también el correcto planteamiento intelectual y afectivo propio de la persona madura.
En un anciano sano se puede dar esa piedad de niños y doctrina de teólogos como pedía para todos san Josemaría Escrivá de Balaguer.
Ana, hija de Fanuel, es un ejemplo de mujer que ha conseguido esta importante meta. Ojalá le sepamos seguir en este camino, así se lo pedimos a Nuestra Madre la Virgen.
Son mi desayuno diario mi alimento para, el alma
Son mi desayuno diario mi alimento para, el alma