“¿Por qué vamos a creer en Vos? ¿Qué signo nos das para que creamos?” Te preguntaban Jesús los de la multitud, como sale en el evangelio de hoy. Nos Choca, nos revela un poco.
¿Cómo te tratan así con tan poco respeto? ¿Cómo se dirigen así al Hijo de Dios que vino a salvarnos, que da su vida por nosotros? Me parece un poco descarado Señor, que te pregunten eso. Y sin embargo, ante esa pregunta ¿qué signo haces?
No te ofendes ni les reprochas nada, sino que manso y humilde les contestas cuál es ese signo. En el fondo, el signo para que crean sos Vos mismo Jesús, es tu entrega, porque ellos recordaban que sus padres en el desierto habían comido del pan del cielo.
Y Vos Jesús, tomás esas palabras y les decís: en realidad es tu Padre Dios, no Moisés, quien les da el verdadero pan del cielo. El alimento no humano sino el alimento divino, el alimento para el alma.
¿QUÉ SIGNO HACES?
Poniéndonos un poco en el lugar de esa gente que no tenía todos los datos que nosotros tenemos, toda la revelación; y por eso te preguntaba ¿por qué vamos a creer en Vos? Hoy también, Señor nos podría igual surgir esa pregunta: Jesús, ¿cómo te voy a creer, cómo te voy a seguir? ¿Qué signo haces Vos?
Y no es que el mundo va para otro lado, no es que la gente se aleja de Dios, que tantos buscan la felicidad en las cosas materiales, en el éxito, en viajes, en pasarla bien. Y a nosotros, seguramente Jesús, en lugar de enojarte nos contestarías con esa serenidad, con esa paz que tenés: “Mira, yo te voy a dar un signo. Y el signo soy Yo mismo.
Yo te voy a dar un pan que va a hacer que no tengas más hambre y que no tengas más sed. Yo voy a calmar esas ansias que tenés en tu corazón. Yo soy el signo”.
NOS PUEDE ATRAER
Y la verdad que nos puede atraer como le atraía a la gente: “Señor, danos siempre de ese pan”. Me gustaría, Jesús, no tener esas ansiedades, ese vacío a veces. Esto nos puede llevar a decir ¿Valdrá la pena, yo probé ese pan? ¿Yo me animé a dejar a Jesús que me llene? ¿Y por qué voy a probar?
Hay veces que la gente es tentada por alguna promesa; típico de los adolescentes, que viene alguna mala influencia o alguien que se quiere aprovechar de la rebeldía que uno siente en esa edad. Y quizá lo quiere atraer hacia algo malo. Algo que lo puede enviciar, las apuestas, la droga, para sacar un provecho. Pero en el fondo, porque no busca el bien de esa persona.
Y en cambio, Vos Jesús nos querés dar una prueba. Pero antes te costó a Vos; te jugaste para que podamos recibir ese pan, ese tesoro, esa vida. Te jugaste dándote, como lo hemos celebrado en la Semana Santa, entregando tu vida por nosotros.
“Nadie ama tanto como quien da la vida por los amigos”.
TE QUEDAS CON NOSOTROS
Y no sólo eso, también te quedas en cada Eucaristía. En la consagración el sacerdote dice: “Esta es la Nueva Alianza”; que se sella con mi sangre. Una alianza, un pacto al que Vos sos fiel.
Cada vez que hay una misa, vos Señor te haces presente con tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad. Aunque a veces tenga un precio porque te quedas ahí indefenso, escondido, humilde. Expuesto a cómo te tratarán los hombres. Muchos muy bien, gracias a Dios, con agradecimiento te reciben; y otros quizás no, con indiferencia.
Pero querés correr ese riesgo con tal de que te podamos recibir y unirnos más a Vos. Podemos, como propósito de este rato de oración o pensar: ¿a mí me llena Jesús, me da la vida, me cura la sed, el hambre, me sacia? Porque me acerco, porque tiene esa presencia fuerte en mi vida. Si te digo Señor, dame siempre ese pan porque además, estás accesible.
Me contaba en estos días una chica que su novio participó en un programa de televisión, que era de estos que te van haciendo preguntas; y además le fue muy bien. Entre ocho, el quedó ganador y sacó un premio importante.
DANOS SIEMPRE ESTE PAN
Y yo le pregunté – ¿cómo hizo para estar ahí? -Tenías que meterte en internet, llenar un formulario y entre muchas personas te pueden elegir. Claro, algo que no era tan fácil entrar porque mucha gente querrá ir a participar.
Y en cambio, vos Jesús, qué fácil lo haces. Al menos, si vivimos en un país donde nuestra fe está difundida (y es para agradecer a quienes la han traído y quienes la han difundido). Vivimos en un país donde hay sacerdotes (y es para agradecer que no falten, Señor, los sacerdotes, ni las misas).
Qué fácil es acercarse a comprobar cuál es el signo que nos das para que creamos en vos. Es este pan, danos siempre este pan. Señor, que yo lo valore, que me llene. Por supuesto, no solo en lo físico, que me llene en el alma. Esa presencia tuya. El poder acercarme a rezar frente al Sagrario, donde pueda estrecharse mi amistad con vos. Y me acerque a recibirte, a buscarte. Danos siempre de ese pan.
TU PRESENCIA LO CAMBIA TODO
Te lo pedimos también, por intercesión de nuestra Madre. Ella, María, quizá no necesitaba muchos más signos para creer. La multitud te pide <¿Qué signos nos das para que creamos?. La Virgen cree, tuvo esa fe firme hasta la cruz. Creyó desde el anuncio del Ángel y antes. Y sin embargo, te iba a buscar en la eucaristía con muchísimo amor, con hambre de recibirte.
Porque vos sos quien sacia esas hambres, con en el pan de vida, con ese pan que nos une a vos de una manera única. Porque es la presencia tuya, Señor en este mundo, que lo cambia todo.
Por eso dice Benedicto XVI: “La Iglesia vive de la Eucaristía”.
Vamos a vivir nosotros, que somos la iglesia, de esa unión con vos y a procurar llevar también a otros a este signo para que crean. A ver si los podemos acercar, para que crean que así nos gustaría transmitir nuestra fe a tanta gente, y es difícil, pero este es el signo que vos nos dejas.