«En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo: —Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan»
(Mc 3, 31).
SE REUNEN Y LE ESCUCHAN
Hay que aclarar, nunca está de más, que en el idioma hebreo (un idioma antiguo y primitivo) no existen palabras para todos los parentescos… casi que la cosa se resume en papá, mamá, hijo…; y ya está. Eso de nieto, tío, sobrino, concuño, no existe; solo hay una excepción: suegro o suegra.
Entonces, para hablar de parientes se dice “hermanos”. O sea: los que van a buscar a Jesús con Santa María, son algunos parientes. Una vez aclarado esto, nos metemos en la escena del Evangelio.
Jesús ha entrado en una casa, la gente se ha enterado y empiezan a llegar de uno en uno o en grupitos. Allí estamos tu y yo (casi en primera fila, porque no queremos separarnos de Jesús ni perdernos una sola de sus palabras).
El lugar se ha ido llenando (tampoco es que sea muy grande), pero ya no cabe un alfiler, la gente se ha quedado fuera y se ha formado un corro en torno a aquella casa.
LA RECONOCE
Jesús empieza a hablar. Todos nos quedamos admirados. ¡Qué bien se está allí!, cada uno siente que le habla a él solo… (Como tú y yo si hacemos oración verdadera en estos 10 minutos con Jesús).
“Señor, nosotros nos sentamos y te escuchamos y que bien se está aquí”.
Y, de repente, sin ninguna mala intención, simplemente porque lo quieren ver y hablar con Él, llegan María y algunos parientes y se acercan al grupo de gente que está fuera, y uno de los que están cerca, se gira para ver a los recién incorporados y la reconoce, los reconoce.
Entonces, se empieza a correr la voz. Se lo comenta al que tiene delante, y ese al que tiene delante, y ese al otro, y así, hasta que la gente que tenía sentada alrededor Jesús, le dijo: “—Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan”.
Las cabezas se giran, tú y yo también nos giramos, todos intentan ver. Los que alcanzan a verla a ella, a María, lo piensan, tal vez a alguno se le escapa: ¡qué guapa! (y es cierto), ¡Qué guapa es María! Y otros, tal vez todos, piensan: ¡Qué suerte!¡Qué suerte tiene María!
SENCILLAMENTE ELLA LLAMA LA ATENCIÓN
No es la primera vez que lo piensan. Ya una mujer le había gritado de entre la muchedumbre :
“Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron”.
O lo que sería lo mismo
¡Bendita sea la madre que te trajo al mundo!
Pero Jesús sabe lo que están pensando, y entonces quiere corregir:
«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y paseando la mirada por el corro, dijo: —Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
Este es el secreto. Decía san Josemaría, algo que nos puede servir para repetir en este día: “Voluntad de Dios: que en mi se cumpla, que por mi se cumpla, que para mí se cumpla, que conmigo se cumpla, que alrededor de mi se cumpla” (A solas con Dios, 97).
LA MUJER DEL SI
Jesús ha hecho algo magnífico que es señalarnos el verdadero valor de María y es que ella ha respondido que sí. No tenía pecado original, pero tampoco Adán y Eva y, sin embargo, ellos cayeron, Ella no. Respondió que sí en la Anunciación y también después. Por eso, el Papa la llama: la mujer del sí…
“Invoquemos la intercesión de María, que es la Mujer del «sí». Ella ha aprendido a reconocer la voz de Jesús, desde que lo llevaba en el vientre. Que María, nuestra Madre, ¡nos ayude a conocer cada vez mejor la voz de Jesús y a seguirla, para caminar en el camino de la vida!
“Eh, cuántas veces Jesús pasa por nuestra vida. Y cuántas veces nos envía un ángel. Y cuántas veces no nos damos cuenta, porque estamos tan ocupados e inmersos en nuestros pensamientos, en nuestros asuntos, que no nos damos cuenta que Él pasa y llama a la puerta de nuestro corazón pidiendo acogida, pidiendo un “SÍ”, como el de María» Papa Francisco).
DE GRACIA EN GRACIA
Ella va de sí en sí, de gracia en gracia. “En la casa de María encuentro la respuesta. Su rostro hermosísimo no busca la vanidad, sus ojos –que enamoran- miran siempre con dulzura; su corazón generoso se da a Dios y sirve más y más a los demás; es exigente consigo misma pero comprensiva con las mujeres y los hombres de Nazaret.
María dice SÍ a lo que Dios le pide, por medio del ángel, porque antes ha dicho que sí a lo que Dios le ha pedido en su corazón; olvidarse de sí, ser mujer de fe, servir a todos, estar en lo pequeño por amor…”
(Josep Maria Torras p. 158).
Es una mujer acostumbrada a hacer la voluntad de Dios, a querer la voluntad de Dios. Más que guapa, aunque por supuesto que lo es, María es dichosa porque ha sido fiel, ha sido generosa, respondiéndole que sí a Dios. Pero tiene una belleza especial por la gracia.
María es agraciada, esa es su belleza, es la belleza del alma, la belleza espiritual, la de los Ángeles que siempre se ha dicho que son bellos porque son agraciados, porque están llenos de gracia.
En cambio, decirle que no a Dios, y a su gracia, nos hace des gracia dos. Esa es la fealdad del pecado y del demonio, porque el demonio es feo, pero FEO con mayúscula y es que ¡es desgraciado!
PARECERNOS A MARÍA
Nosotros queremos parecernos a María, que es lo que Jesús nos dice hoy cuando hace este comentario que corrige el posible error de simplemente pensar: qué suerte que fue la Madre de Jesús, que suerte, ¡qué guapa!
Nos dice: para ser agraciados hay que cumplir la voluntad de Dios. Y así como ella, muchos se han esforzado por cumplirla.
El Papa Francisco, al que hemos tenido en tierra latinoamericana, en el 2013, en una reunión con jóvenes en la isla de Cerdeña, en Italia; comentaba porque se cumplía un aniversario de cuando él había visto su vocación, y decía:
“Sesenta años en el camino del Señor, detrás de Él, al lado de Él, siempre con Él. Solo les digo esto: ¡No me he arrepentido! ¡No me he arrepentido! ¿Por qué yo me siento “Tarzán” y soy fuerte para ir hacia adelante? ¡No! No me he arrepentido porque siempre también en los momentos más oscuros, en los momentos del pecado, en los momentos de fracaso, he mirado a Jesús y me he confiado en Él, y Él ¡no me ha dejado solo!
¡Confíen en Jesús! Él siempre va hacia delante, Él va con nosotros. Piensen. Este es mi testimonio. Estoy feliz de estos sesenta años con el Señor. ¡Vayan adelante!”
Que nosotros también sepamos cumplir la voluntad de Dios y que nos demos cuenta de la dicha que es cumplir la voluntad de Dios; como el Papa, como los santos, como la Virgen.
¡Qué guapa es María por cumplir la voluntad de Dios, que agraciada es!