DESANIMO EN LA PANDEMIA
Hace poco vi un corto animado que era una publicidad, en la que se describía un poco situaciones típicas de la pandemia -quizá más del principio de la pandemia-, por ejemplo, locales de comercio, restaurantes vacíos, las personas que atendían así desanimadas porque no tenían clientes…
Y aparecía como una nube gris y todo se iba volviendo como oscuro, que era como un reflejo exterior de lo que pasaba en el interior de la gente. Chicos que miraban desde la ventana a la calle sin poder salir, amigos que no se podían encontrar, un médico que no paraba en su trabajo en el hospital, un abuelo finalmente que perdió a su esposa.
Entonces aparecían como una especie de bichitos de luz, de luciérnagas, intentando contrarrestar esa nube que se iba apoderando de todo, que iba oscureciendo todo.
LA LUZ DE LA ESPERANZA
Y llegan a este señor -este último, el abuelo que lloraba porque tenía en sus manos un cuadro de su mujer fallecida-, y le hacen ver estos bichitos, que detrás había otro cuadro en el que estaban sus nietos. Ve ahí a un chiquito, una chica -sus nietos-, y le ¡cambia la cara! Le aparece en la cara una sonrisa.
Así consiguen como difundir un poquito de luz andando, y van repeliendo la nube que, oscura, mantenía todo en la penumbra, sobre todo a las personas por dentro.
Y después, efectivamente, se empieza a encontrar la gente: los nietos de este hombre llegan a visitarlo, los amigos se empiezan a encontrar…
Bueno, la publicidad decía cómo mirar hacia un futuro con esperanza. Y cómo la esperanza, cómo la mirada que tenemos de las cosas, puede cambiar todo. Una mirada con luz, con posibilidades de bien, respecto a si uno está como oscuro o negativo en su corazón.
Si cambia la actitud, cambian las acciones: de una parálisis, de un quedarse como asustados, encerrados, a procurar emprender proyectos, vivir, hacer lo que uno pueda hacer, quiere hacer, ir al encuentro de los demás.
AGRADECIENDO POR EL AÑO QUE TERMINA
Ahora, hoy estamos terminando un año todavía especial por esta pandemia que vivimos, y miramos hacia atrás y habrá de todo ¿no? Porque un año es un período bastante largo en el que caben -habrá habido seguramente- logros, fracasos, aciertos, errores, experiencias de las que hemos hecho un tesoro en este último año, otras que nos gustaría que no hubieran sucedido, quizá aspectos en los que hemos crecido…
Y aunque simplemente conmemoramos que le hemos dado una vuelta al sol -o sea, no hay así nada demasiado especial en un cambio en el calendario-, “en nuestra oración hoy con Vos, Señor, tenemos esta oportunidad de agradecerte tantas cosas en este año que pasó, estas 365 veces que salió el sol y que vivimos, seguramente, tantas gracias que nos concediste, tanto que recibimos”.
Es un buen día para dar gracias. Lo hemos hecho quizá cientos, miles de veces en el año, y ahora quizá de un modo especial, podemos mirar para atrás, podemos pensar: “Este año, Señor, ¡cuánto me concediste! ¡Cuántos dones! Te doy gracias. Te doy gracias por esos que ahora me vienen a la mente, y por otros que ya te habré agradecido, y otros que quizá ni me di cuenta y estuviste ahí”.
PIDIENDO PERDÓN Y AYUDA PARA MEJORAR
Quizá vemos también con más perspectiva, mirando para atrás, situaciones que en este año nos quitaron la paz, nos hicieron sufrir y quizá ahora vemos que lo superamos, que no era para tanto, o que salieron incluso bienes de ahí.
Recorriendo el 2021 también, quizá nos vienen a la cabeza metidas de pata, errores, pecados, decisiones o actitudes con las que nos hemos alejado de Dios o hemos hecho un daño a los demás. “Y te pedimos perdón, Señor, que nos ayudes a rectificar y a reparar, a mejorar”.
EMPEZANDO EL AÑO CON ESPERANZA
Y junto con este balance, nos abrimos también al futuro con esperanza. “Que nos agrandes hoy, Señor, en el corazón, esa virtud que es un don tuyo de la esperanza cristiana”. Como en ese corto que comentaba al comienzo de este rato de oración, que supere la luz a las tinieblas.
Que la actitud con la que miremos para adelante, ahora que vamos a empezar un año nuevo, el 2023, sea la de prepararnos al bien, a perseguir el bien, a lanzarnos a cosas buenas. Y lo podemos pedir ahora con fe: “Señor, ¡cuántas cosas nos tendrás preparadas!”. Que comencemos el año con mucha esperanza.
NO RENDIRSE
Escuchaba un podcast hace poco que hacen personas vinculadas a una parroquia, y en este caso entrevistaban a un matrimonio que había estado muchos años buscando tener hijos.
Se habían casado con mucha ilusión, con muchas ganas de formar una familia, sintiendo que respondían a un llamado, a una vocación de ser padres. Y resulta que no tenían hijos.
Pasaba el tiempo y no venían los hijos; pasaron muchos años. Y contaban ahí cómo ellos no dejaban de rezar, de poner los medios, de pedir con esperanza… No rendirse.
Finalmente, consideraron la posibilidad de adoptar, y las cosas se fueron dando y pudieron primero adoptar a un hijo que, cuando lo tenían ya en casa, decían: bueno, todo esto dio su fruto; tanta oración, tantas dudas, tanto a veces rebelarse contra Dios, y volver y pedir ayuda. Y al ver la familia que iban formando, después pudieron volver a adoptar.
LA LUZ DE DIOS
“Y que ahora que comienza un nuevo año, Señor, miremos con esperanza también en las cosas que quizá no conocemos y ya hemos luchado muchas veces, o situaciones que nos parece que no tienen salida, que nos hagas ver Vos, Jesús, la esperanza, que nos des tu luz”.
Hoy el Evangelio que es tan lindo el prólogo de San Juan, tan rico, que habla que:
«En el principio era el Verbo” (Jn1, 1) y el Verbo era “la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo» (Jn 1, 9).
Nuestra esperanza no es porque sí, no es un convencimiento psicológico no más; es una actitud que hay que trabajar desde lo humano. “Se apoya en una verdad muy grande, se apoya nada menos que en Vos, Señor, esa luz que viene”.
“Que seas Vos, Jesús, nuestra esperanza; este Dios que contemplamos en estos días, hecho Niño, nacido para nosotros; Dios que se acerca. Y que rechacemos, agarrándonos de tu mano, la tentación de la desesperanza, o la desesperación, o el pesimismo; esa oscuridad. Esas tentaciones que nos pueden venir -esto no me sale, no puedo, es muy difícil, no es como yo querría- y que nos paraliza y nos hace mal.
Vamos a pedirle a la Virgen y a San José que nos llenen de esperanza, que seas, Madre nuestra, Vos esa estrella que nos guía, que nos lleva a Jesús y que nos hará tener esa luz en el corazón que podremos también transmitir a quienes nos rodean.
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