“Como en otras ocasiones, nos apoyamos en los Evangelios para poder dirigirnos a Ti Señor, porque como te dijo Pedro en aquella ocasión en la que se había dado esa multiplicación de los panes y los que mucha gente no quiso seguirte, te abandonó. Pedro te dijo:
“¿A quién iremos Señor si Tú tienes palabras de vida eterna?”
(Jn 6, 68)
y dónde se encuentra palabra sino en los Evangelios, en las Sagradas Escrituras, Tu palabra. Y entonces, hoy San Lucas nos cuenta que les supusiste una parábola”:
“¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro; todo aquel que esté bien instruido podrá ser como su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, deja que saque la mota que hay en tu ojo, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces verás con claridad cómo sacar la mota del ojo de tu hermano”.
(Lc 6, 39-42)
CONSEJOS QUE NOS DA EL SEÑOR
Aquí el Señor nos da varias lecciones; de hecho, son una serie de consejos que nos está procurando para nuestra vida diaria y no únicamente se trata aquí de quedarnos con la idea de que no hay que estar hablando mal de los demás; fijándonos en los defectos de los demás… sino algo que está más en el fondo y es: la rectitud de intención.
Esta rectitud de intención con la que el Señor quiere que obremos en todo momento. En primer lugar, nos habla de que no está el discípulo por encima del maestro y que todo aquel que esté bien instruido podrá ser como su maestro.
“Queremos nosotros Señor ser como Tú, porque en eso consiste la santidad. Esa santidad que Tú le has dicho a tus discípulos que deben tener”. Que seamos santos:
“Sed santos porque Mi Padre es Santo”,
(Mt 5, 48)
porque Yo soy Santo.
CUESTA SER SANTOS
“Señor ayúdanos, porque a veces nos cuesta”. Cuesta ser santos, pero no es un imposible, ¡se puede! Y todos los santos que tenemos en la Iglesia (santos canonizados, porque santos hay muchísimos en el Cielo), se calcula que son alrededor de entre 9,000 y 10,000 actualmente.
“Son pocos Señor, comparado con todo el número de miembros de la Iglesia y, además, de todos los que han pasado por esos veinte siglos. Señor, queremos ser santos y esa santidad consiste en imitarte, ser como ese maestro y, para eso, nos hablas de la rectitud de intención con la que debemos actuar; es lo que Tú nos pides”.
Tenemos, en primer lugar, la necesidad de purificarnos para poder ver con claridad. “Señor, ayúdanos a ver bien. Primero, teniendo un corazón limpio y, a la vez, un corazón que sea transparente, humilde…”.
LA IMPORTANCIA DE LA ORACIÓN
Por eso, la importancia de la oración, la importancia de hacer estos diez minutos con Jesús (que ahora, como ya nos hemos podido dar cuenta, hemos cambiado a 10 min con Jesús). 10 minutos con Jesús que se pueden transformar en 15, en 20, en 30 minutos y 24 horas también.
“Que estemos constantemente en Tu presencia Señor y eso es lo que Tú quieres para nosotros: un corazón que se sabe en la presencia de Dios”; por tanto, sus propósitos, sus intenciones, son siempre rectas.
Llama mucho la atención, uno se da cuenta cuando una persona no es recta, cuando comúnmente se dice que tiene doblez; que tiene otras intenciones: por el tono de voz, por la mirada, por su modo de actuar… Y no es agradable esto.
APRENDER A SER SINCEROS
“Señor, queremos que Tú veas a través de nuestra alma; a través de nuestra vida y Tú lo haces. Ayúdanos también a cada uno de nosotros a ser sinceros, a poder aceptar cuando nos hemos equivocado, cuando hemos obrado mal, cuando hemos sido egoístas.
En primer lugar, egoístas Contigo: cuando no te hemos dado el lugar que Tú mereces. A veces, Jesús, podemos estar pensando más en nuestra diversión, en algún gustito que nos vamos a dar” (y son gustitos lícitos, ¿a quién no le gustaría comerse una pizza o aquí en Lima es muy común el pollo a la brasa).
Tantos gustitos que uno pueda tener, algo de comida chatarra o comida de su país, ¡desde luego! Y está muy bien, pero, así como también nos damos esos gustitos, ¿cómo no vamos a darle esos gustos a Dios? Ese gusto a Dios, ese Padre que se sienta contento de tener un buen hijo, que habla con él, que le visite en una iglesia…
¿Cuántas veces entras en una Iglesia? ¿Cuántas veces entramos cuando pasamos por ahí? A veces sí, vamos apurados.
ESTAR PENDIENTES DE LOS DEMÁS
Hoy, que venía de celebrar misa en la mañana, me llamó muchísimo la atención el tráfico. Ya eran las siete de la mañana y había como un ansia de ganar a los otros; de hecho, me encontré con un accidente -que gracias a Dios no había víctimas mortales- pero un accidente, porque a veces vamos pensando en que tengo que ir rápido, tengo que ir pronto y podemos olvidarnos de Dios que está allí.
Felizmente, “nuestros países latinoamericanos, nuestra América Latina, es católica y es una alegría Señor, es una alegría que nos hayas dado un pueblo católico. Que podamos mirar la ciudad y encontrar las torres de las iglesias.
Señor, también ayúdanos a estar pendientes de las personas que están alrededor nuestro: de nuestros hijos, de nuestros padres, de nuestros hermanos, hermanas, amigos, amigas o del mendigo o de la persona que pasa en la calle pidiendo limosna, verdaderamente pasando una necesidad”; en vez de buscar el propio beneficio, en cómo me beneficio yo (en esto a mí ¿qué bien obtengo? O esto a mí no me beneficia).
RECTITUD DE INTENCIÓN
Porque una persona que no actúa con rectitud de intención siempre está pensando en quedar bien, en el beneficio propio…
“Señor, si todos nosotros nos decidiéramos a pensar un poquito más en los demás, en las personas que tenemos alrededor. Y no únicamente de nuestras familias, sino en la calle” pues ¿cómo cambiaría nuestro mundo? Eso depende de nosotros los cristianos, los que llevamos a Cristo, los que debemos llevar a Cristo.
Depende de cada uno de nosotros hacer de este mundo un mundo santo, un mundo mejor.
Rectitud de intención: que busque en todo hacer la voluntad de Dios. Como nos dice Santa Teresa de Jesús:
“No está el negocio en tener hábito de religión o no, sino procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la de Dios en todo y que, el concierto de nuestra vida sea lo que su Majestad ordenare de ella y no queramos nosotras que se haga nuestra voluntad, sino la Suya”.
(Obras de la gloriosa madre Santa Teresa de Jesús, fundadora de la reforma de la orden de nuestra Señora del Carmen)
CONFIAR EN DIOS
“Señor Jesús, te pedimos esto, porque si hay alguien que ha sabido hacer en todo la voluntad de Dios, has sido Tú. Esa voluntad de Tu Padre que en el huerto de Getsemaní te costaba”.
Y a nosotros nos puede costar a veces aceptar, en unas ocasiones, el dolor o que no nos vayan las cosas como queramos, como habíamos planeado… “Señor, que sólo busquemos hacer la voluntad de Dios, incluso cuando nos cueste entenderla. Ayúdanos para que, en todo momento, vivamos esa alegría de un hijo que hace lo que su padre le ha pedido”.
No consiste en dejarlo todo, no necesariamente; irnos a otro país o como dice Santa Teresa, necesariamente vestir un hábito de religión, bendito sea el Señor. “Más vocaciones Señor, danos vocaciones religiosas, sacerdotales, de la vida consagrada”.
Pero lo que nos pide el Señor es que sepamos meterle cada día en nuestro trabajo, en nuestro estudio, en nuestro colegio, en nuestra universidad, en nuestra calle en nuestra diversión.