“Jesús salió nuevamente a la orilla del mar y toda la gente acudía allí y él les enseñaba. Y al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos y le dijo: “Sígueme”. Y él se levantó y lo siguió”
(Mc 2, 13-17).
Ese es el Evangelio que nos propone la Iglesia el día de hoy y que vamos a conversar un poco contigo, Señor, porque a nosotros también nos has buscado. Has buscado a cada uno de nosotros ahí en la mitad del trabajo donde estamos y nos has dicho: «ven y sígueme».
Y hemos hecho algunos, yo por ejemplo como sacerdote, he hecho esto, pero seguro que cada uno también ha hecho lo propio. A veces es dejar cosas. A veces es dejar intereses. A veces es dejar, por Dios, cosas que tal vez nos hubiera gustado un poco más, no sé, cada uno en su vocación.
Y es una vocación, por ejemplo, los que están llamados al matrimonio. En el que también, por la pareja, deja a veces ciudad, cambia de oficio, por los hijos tiene que recomenzar en otro sitio o buscar tal vez un trabajo que no le gusta tanto, pero que es mejor remunerado, o tantas cosas que la vocación, que estar cerca de Dios, que el bienestar de la familia implica.
SEGUIRTE
Eso es lo que vemos hoy con el Alfeo (el papá de de Levi se llamaba Alfeo). Deja ir a su hijo Leví, Mateo, para seguir a Cristo.
“Yo no vine a llamar a justos, sino a pecadores”
dirá el Señor.
Y aquí se confirma claramente. Cada uno es llamado por el Señor, y no somos precisamente justos.
Leví o Mateo era un publicano, una persona que había estado colaborando con los romanos en contra de su pueblo, del pueblo elegido y el Señor les llama. Leví, Mateo, deja todo y le sigue. El Señor llama, y llama en distintos momentos de la vida.
Eso también lo vemos en la vida de San Josemaría, que hoy también se festeja su bautismo. También el Señor le llama y el día que le bautizaron, un 13 de enero, también le dieron exactamente lo mismo, Dios bajó a su corazón. Y aunque en su cabeza todavía no era capaz de entender las razones, también le llamó y le dijo: «Sígueme» y empezó a trabajar en su alma.
Por eso a mí me encanta, cuando bautizo a los niños, decir estas palabras. Ha coincidido justo que me tocaba bautizar a dos hace poco y más o menos di la misma homilía. Uno puede decir, los que fueron, es repetido, esto ya se ha escuchado. Pero es que es cierto, ahora son hijos de Dios. Dios empieza a operar en esas almas de forma especial, Por eso ¡qué bonito!.
NUESTRO RENACIMIENTO
El Papa Francisco nos decía hace poco en una de sus homilías o de sus catequesis, que teníamos que festejar el bautismo casi como el nacimiento. Porque es eso, es un nuevo nacimiento; es cuando Dios está trabajando en el alma.
“El Bautismo es, pues, un renacimiento. Estoy seguro, segurísimo de que todos nosotros recordamos la fecha de nuestro nacimiento: seguro. Pero yo me pregunto, con algo de duda, y os pregunto a vosotros : ¿Cada uno de nosotros recuerda la fecha de su bautismo?
Algunos dicen que sí –está bien-. Pero es un sí algo débil porque quizás muchos no la recuerdan. Pero si celebramos el día en que nacimos ¿por qué no celebrar, o por lo menos recordar, el día del renacimiento?
Yo os pongo unos deberes para casa. Los que no se acuerden de la fecha del bautismo, que pregunten a su madre, a los tíos, a los sobrinos, que pregunten: «¿Tú sabes cuál es la fecha de mi bautismo?» . Y no la olvidéis nunca”
Eso decía hace poco el Papa. Y san Josemaría siempre festejó el tema de su bautismo. Una cosa bien bonita y Dios empezó a trabajar en su alma desde ese momento.
SEÑOR, AQUÍ ESTOY
“Señor, ven a trabajar también mi alma. Yo quiero estar disponible para ti, quiero hacer como Levi que también dijo eso: «Aquí estoy Señor» y te empezó a seguir”.
Me parece que es algo bien bonito y que no tenemos que dejar que nos gane ni la angustia, ni el cansancio para dejar de seguir al Señor, en este sentido. Hay a veces que hacer renuncias en la vida o cambios. Yo estoy justo en un cambio de esto porque me han pedido irme a Guayaquil.
Me estoy yendo a finales de mes a vivir ya allá y para mí es un poco distinto porque he vivido este tiempo de sacerdote siempre en Quito. Pero estoy súper contento de mis nuevos encargos para irme a Guayaquil. Es un reto, yo soy bien serranito, como dicen. Pero bueno, vamos a ir a dar lo mejor. Aquí hemos dado también un poco y el Señor se encargará de que lo sembrado de su fruto en el momento oportuno y que siempre sea Él el que brille y no sean las personas. Porque queremos eso, que solo Cristo reine “Regnare Christo Volumus”.“No a mí, Señor, no a mí, sino solo a ti toda la Gloria”.
Y esto es evidente, porque el Señor, cuando nos llama a estar con él, nos llama para que demos fruto y a veces esos frutos son muy agradables de ver. Pero no nos tenemos que adueñar porque no son nuestros para nada, son de Dios. Y lo que nos corresponde a nosotros es ir y corresponder a la llamada.
LLAMADOS PARA DARLE A CONOCER
El Señor va llamando muchas veces a lo largo de nuestra vida y nos llama para que seamos eso, personas que le damos a conocer ahí en medio donde estamos, en el trabajo que hagamos.
“Señor Jesús, te pido que me ayudes a ser realmente una luz ahí donde vaya. Que jamás me detenga, que muera exprimido como un limón y que no tenga nunca sensación de que me están viendo la cara o de que mi trabajo no tiene eficacia, porque tú eres el que llevas todas las cuentas y eres un magnífico contador
Y le tienes a mi Ángel de la guarda, además que debe tener también sus habilidades de contabilidad. Para seguir también en todas las cosas que he ido sembrando y que cada uno de nosotros siembra. Porque no es cuestión de nosotros que tengamos como cuentas o llevemos como un saldo de eso, sino que la nuestra debe ser una siembra de santidad”.
Y lo digo así, aquí en esta meditación, porque me parece que todos estamos metidos en la misma barca. Todos estamos haciendo cosas que a veces nos cuestan un poco más. Pero que a la vez vemos la mano de Dios detrás y que el Señor bendice cuando se da eso, cuando se da con alegría.
“El que da con alegría, el Señor lo bendice”
Dice san Pablo. Y eso es lo que tenemos que hacer cada uno de nosotros.
DAME MÁS ALEGRÍA
“Señor, hoy te pido que me des más alegríay a todas las personas que están escuchando esto también que lo digan.
Señor, repite, repite conmigo: «Señor, dame más alegría. Que sepa poner siempre buena cara, que siempre, al tener estos retos no me produzca nunca como una sensación, de cansancio, de tedio, de lo que sea. Sino que sean, al contrario, momentos de salir de uno mismo» ”.
Estaba ayer conversando con un amigo que me contaba que a veces uno puede caer en temas de tristeza, o sea, que la tristeza puede presentarse y que es como un sentimiento que se mete como en el pecho y que es como una cosa pesada. Y que cuando uno está haciendo cosas no se acuerda pero deja de hacer cosas y entra la tristeza.
Bueno, que no le demos chance a la tristeza jamás. Si hay que hacer alguna cosa médica, bueno se hace la cosa médica para salir del lío. Pero que no le demos chance a la tristeza jamás, que no nos demos demasiada vueltas nosotros. Si me gusta, si no me gusta, si es que me estaba viendo, si no me están viendo, si me aplauden, si no me aplauden, o sea, por favor, eso no es lo nuestro.
DARLE VUELTA A NUESTRA VIDA
Lo nuestro es lo mismo que Mateo, seguir al Señor. Lo mismo que hace san Josemaría el día de su bautismo, empieza a darle la vuelta a su vida. El Señor empieza a trabajar, empieza a trabajar en su corazón.
“Señor Jesús, hoy yo también me acuerdo de mi bautismo y me acuerdo de mi llamada, de mi vocación y te digo de nuevo ¡sí! Gracias Señor por darme tanto. Gracias Señor por estar siempre ahí detrás de todo, en lo que me cuesta y también en las cosas que disfruto. Porque Señor, eso es para lo que nos has puesto en la tierra y eso es para lo que queremos estar, para servir”.
Y cuando uno se mete en esta “Shia”, como se dice en italiano, que este camino, esta vía, entonces uno encuentra siempre la felicidad.
Vamos a acudir, al terminar este rato de oración, a nuestra Madre, Santa María. Para que Ella siempre sea causa de nuestra letizia, que sea la causa de nuestra alegría. Que siempre nos saque esa sonrisa necesaria para que todos estén muy acogidos a nuestro alrededor y que se contagien también de esta belleza de estar cerca de Jesús.
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