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CREER EN CRISTO RESUCITADO

Creer en Cristo resucitado

En estos días después de la Pascua,  los textos del Evangelio relatan las apariciones de Jesús,  y este domingo la Iglesia nos propone la continuación del Evangelio de San Lucas,  cuando volvieron los discípulos de Emaús.

Y, de hecho, hoy comienza presentándonos a los discípulos conversando sobre la experiencia de Emaús.  Y estaban hablando de “estas cosas”, cuando Él, -Jesús-, se presentó de nuevo.

Pero ellos… ¡se aterrorizaron y se llenaron de miedo!  Creían ver un fantasma.

Sí, les costaba aceptar la novedad de la resurrección. El miedo de los discípulos, es expresión de la dificultad que todos tenemos para “creer”.

¿CREES REALMENTE QUE CRISTO HA RESUCITADO?

Nos resulta fácil pensar en la resurrección de forma puramente simbólica, como si fuese un sueño, un recuerdo o una reflexión.

Pero, es el mismo que fue crucificado que hoy tiene una vida nueva. Cuando se presenta el Señor, ellos,  -dice-, se quedaron atónitos, llenos de temor, creían ver un espíritu.

“Pero Jesús les preguntó:  ¿Por qué están turbados?  ¿Por qué

se les presentan estas dudas?”  

(Lc 25,38)

El texto “se empeña”, en que tomemos conciencia, lo difícil que fue para los discípulos reconocer a Jesús.  Lo mismo que para nosotros no es tan sencillo descubrirlo.

En el Evangelio de San Lucas se nos plantea la cuestión fundamental de todo cristiano: ¿Creemos de verdad que Cristo resucitó, o nos acostumbramos a vivir nuestra fe desde los ritos, o desde nuestra tradición familiar o social?  ¿Crees realmente que Cristo ha resucitado?

No se cuestiona que los discípulos no tuvieran fe, sino que, estaban entendiendo por fe, una cosa distinta. Tanto así, que su temor ¡les superó!, dando lugar a las dudas

¿Y nosotros? ¿Cuál es nuestra fe?

¿CUAL ES NUESTRA FE?

Hoy que estamos pasando este tiempo difícil…  en varios países se ha vuelto a cerrar la posibilidad de asistir a Misa, no hay como salir, estamos aislados.

Si queremos encontrar realmente a Cristo resucitado, tenemos que volvernos a ver el rostro del que sufre. ¡Es que la resurrección es real!

Jesucristo se hace presente en las personas que están en la calle, en las personas que no tienen quién les cuide, en los que no tienen quien esté a su lado… y ¡ahí tenemos que encontrar a Cristo!

Lo peor es pensar que la resurrección no es real… Fíjate cómo el Señor les reprocha;  porque -claro-,  ¿Por qué no creen?  ¡Están turbados!

CRISTO LES INSTRUYE

Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.

Era tal la alegría y la admiración de los discípulos,  que se resistían a creer.   Pero,

 “Jesús les pregunta:  ¿Tienen aquí algo para comer?”.  Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de ellos”.

(San Lucas 24,41-43).

Y así los discípulos,  van como aceptando…

El Señor tiene que enseñarles estas cosas.  Tiene que volverles a lo básico: “denme de comer” o sea…  ¡estoy aquí!, “denme de comer”. Fíjense que necesito de esto también, fíjense que yo también como,  igual que ustedes…

Eso es algo que podemos ver también: ¿Cómo estamos ayudando a la gente? ¿Cómo encontramos a Cristo delante de los demás? ¿Cómo encontramos a Cristo en el rostro del que sufre?

Jesucristo quiere dejar claramente mostrado a sus discípulos,  que su resurrección era un acontecimiento que tenía que suceder , pero primero tenía qué padecer. «Y eso les empieza a explicar»

Después de esa sorpresa inicial,  continúa San Lucas diciendo:

Después les dijo: «Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos». 

(San Lucas 24,44).

Y ellos,  aún incrédulos tuvieron que ir madurando poco a poco en esta realidad que cambiaría sus vidas y la vida de millones de personas a lo largo de los siglos. ¿A quién le gusta padecer? ¿A quién le gusta sufrir? ¿Por qué padecer y morir para resucitar en la gloria?

¿POR QUÉ SURGEN DUDAS EN SU CORAZÓN?

Bueno,  eso es lo que les genera dudas en su corazón.  Y a nosotros también, Señor.  Cuántas veces…  cuando nos encontramos con el sufrimiento o el dolor de los demás,  o del dolor de la gente que más queremos, nos entra la duda…

Pero la duda no puede ser el principio único del conocimiento. En nuestra vida, minuto a minuto experimentamos el conocimiento de certezas, de realidades y muy poco de incertidumbres. Cuando entramos a nuestra casa, generalmente lo hacemos por la puerta, porque tenemos la certeza de que es por la puerta por donde debemos entrar.

Así pasa también en la fe. Tenemos la certeza en la fe en Cristo resucitado porque lo avala la historia y también la tradición milenaria de la Iglesia. Él tuvo que padecer y morir para luego resucitar.

Sin embargo, parece que actualmente la duda quiere imponer sus criterios. Hay cantidad de jóvenes que dudan del amor sincero y digno y lo desfiguran sólo por el placer sexual momentáneo, sin el más mínimo compromiso de sus acciones.

Y familias que dudan de la grandeza creadora de Dios al proporcionar la vida, cambian todo, aniquilando seres indefensos cuya única falta,  era el así llamado “descuido” de las parejas.

Así quiere avanzar la sociedad hoy; lejos de toda norma de comportamiento. El corazón de algunos cristianos comienza a dudar…, ¿será que me estoy equivocando…?

CREER EN CRISTO RESUCITADO

Cristo vuelve a lanzarnos hoy esta invitación contundente que transformó la vida de sus discípulos:

¡No dudes, soy yo, he triunfado de la muerte! Cristo triunfa por encima de toda cultura que fomenta la muerte, la destrucción y el libertinaje.

Pero necesita de nuestra cooperación para poder triunfar en muchas vidas mas.

Preguntémonos:

ABRIO SUS INTELIGENCIAS PARA QUE COMPRENDIERAN

Por eso Jesucristo abrió las inteligencias para que comprendieran sus apóstoles.  Los discípulos batallaron para asimilar el hecho de la resurrección, -estamos viéndolo en este evangelio-.

Y hasta cierto punto es natural. Cuando somos testigos de la muerte de alguien, difícilmente podemos imaginar que al día siguiente lo veamos caminando de nuevo. Hasta cierto punto era lógico que se espantaran al ver a Jesús.

Pero también debemos tomar en cuenta el hecho de que Jesucristo mismo les dijo en múltiples ocasiones que esto tenía que suceder así. ¿Por qué ellos no lo habían entendido, o no lo habían comprendido?

Porque se necesita una luz superior que ayude a nuestras mentes a comprender los misterios de Dios. Recordemos lo que pasó con los discípulos de Emaús, les tuvo que explicar las escrituras (la semana pasada, -el domingo- y entonces lo reconocieron al partir el pan.

Cristo les “abre” su inteligencia para comprender mejor los misterios de la fe.

Así también nosotros necesitamos pedirle a Dios con insistencia que nos ilumine para comprender mejor el misterio que encierra nuestra vida cristiana, para poder discernir adecuadamente ante un mundo que nos propone el egoísmo, la desvalorización de lo humano.

Vamos a pedirle: – Señor, ilumínanos para vivir con coherencia, tanto testimonio cristiano de caridad, de virtud, de generosidad. Ven a abrir nuestras inteligencias como lo hiciste con tus discípulos y tus apóstoles  y oriéntanos.

USTEDES SON MIS TESTIGOS

De este modo podremos ser testigos del resucitado, testigos vivos y fieles de su mensaje de amor. Así podremos orientar todos nuestros deseos, ilusiones y proyectos,  hacia el primer mandamiento de la Ley de Dios: “amarlo por encima de todas las cosas”.

Y amando a Dios, amaremos a nuestro prójimo porque reconoceremos en nuestros hermanos,  la imagen y semejanza del Creador. Veremos en nuestros hermanos el rostro de Cristo Resucitado.

Hoy, levantamos nuestro corazón, para pedirle al Señor,  en este rato de oración, que nos ayude a encontrarle en los demás.  Que sepamos ser esos cristianos que iluminan a su alrededor, porque están convencidos de que Cristo ha resucitado.

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