En estos 10 minutos con Jesús, como siempre, le pedimos una especial ayuda al comenzar nuestro rato de oración para poder mantener ese diálogo tan importante con el Señor: que nos llene el corazón, que haga renacer en nosotros lo mejor de esa relación, que nos vuelva a sensibilizar para poder decirle cuáles son nuestros problemas, nuestros miedos, nuestras tragedias, nuestras dificultades, nuestros karmas…
Poder decirle al Señor: necesito esto, necesito esto otro, me duele tal cosa, tengo este miedo, tengo este temor, me gustaría conseguir esta gracia, etc… en todo lo que necesitemos en el día de hoy.
ESTABLECER UNA RELACIÓN CON JESÚS
Por eso, es tan importante establecer rápido esa relación con Jesús que nos está escuchando en este rato de oración, en estos 10 minutos con Jesús.
En el Evangelio vamos a leer lo siguiente:
“En aquel tiempo, los discípulos contaron lo que había pasado en el camino y cómo habían conocido a Jesús en la fracción del pan”
(está hablando del Evangelio del día anterior, que es el suceso de esos dos discípulos.
Cleofás y su amigo que van de camino de Emaús, Jesús que se les aparece en el camino, no Lo reconocen, están tremendamente entristecidos, conturbados, apenados por todo lo que ha pasado.
Ya han recibido el primer anuncio de la Resurrección, pero todavía no lo creen). Dice:
“Estaban hablando de estas cosas, cuando se presentó Él en medio de ellos y les dijo: la paz esté con ustedes. Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu, pero Él les dijo: ¿Por qué se turban? ¿Por qué se suscitan dudas en sus corazones?
Miren mis manos y mis pies, soy Yo mismo. Tóquenme, vean, un espíritu no tiene carne y huesos como Yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados.
Él les dijo: Tomó parte de un pez asado, lo comió y comió delante de ellos. Después les dijo: Estas son aquellas palabras Mías de la que os hablé cuando todavía estaba con ustedes. Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés en los Profetas y en los Salmos acerca de Mí.
Entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras y les dijo: Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en Su Nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Ustedes son testigos de estas cosas”.
(Lc 24, 35-48)
LA HONDURA DE LA RESURRECCIÓN
Es un Evangelio muy bonito porque tiene muchos mensajes, tiene muchos temas para darle vuelta. Por lo pronto, esto último que es que el Señor es el que les abre el entendimiento para que entiendan la Escritura, para que entiendan lo que está diciendo. Para que entiendan lo que pasa.
La hondura de la Resurrección necesitamos que Dios nos las revele porque es demasiado grande; necesitamos esa especial ayuda de Dios para entender los alcances de la Resurrección en nuestra vida.
Es muy interesante considerar cómo los primeros cristianos, durante los primeros siglos, cuando evangelizaban, lo hacían a través de la Resurrección. No lo hacían explicando el misterio Trinitario, explicando la Pasión, explicando el sentido de la Encarnación.
El problema del mal, de cómo el mal debe ser resuelto a través de la Encarnación del Hijo de Dios y de esa manera se iba a restaurar la armonía, el equilibrio en que había introducido el pecado.
JESÚS HA RESUCITADO
Los discípulos contaban que habían visto a Jesús resucitado. “Jesús ha resucitado”, ese era como el mensaje con el cual empezaban la evangelización; o sea, la gente le contaba a sus vecinos: ¿sabes que Jesús, el de Nazaret, resucitó? Esa era, digamos, la cuestión importante a transmitir; el núcleo del mensaje evangelizador: la Resurrección de Jesús.
Esto no es un detalle menor, por eso es tan importante que Jesús nos abra a nosotros también las entendederas para entender, para comprender con mayor alcance el sentido de la Resurrección.
Dice san Pablo:
“Si la Resurrección no hubiese existido, completamente vana sería nuestra fe; todo sería vano”.
(1Cor 15, 14)
EL TRIUNFO DEL BIEN SOBRE EL MAL
La Resurrección es importante porque es el triunfo del Bien sobre el mal; es el triunfo de Dios sobre el pecado. El pecado ha sido, de alguna manera, sojuzgado; el mal ha sido sojuzgado. La muerte ha sido vencida con la muerte de Jesús, pero porque ha resucitado.
Por eso, es tan importante entender que la Resurrección para nosotros es una señal muy clara de que el bien siempre va a triunfar sobre el mal. Todos nosotros padecemos dificultades, pasamos por momentos de angustia.
Ahora, con la segunda ola de la pandemia, en muchos países estamos viendo de vuelta las restricciones, dificultades económicas, enfermedades, muerte… tantas dificultades, tantas limitaciones que van surgiendo.
A veces, a las libertadas, como consecuencia de esto, los populismos crecen. Es una especie de “combo” de cosas malas y, sin embargo, no nos podemos permitir ser pesimistas.
NO PODEMOS SER PESIMISTAS
Hay que decirle: “Jesús, yo no puedo ser pesimista. Vos no sos pesimista, vos tenés una confianza ilimitada en nosotros, tenés una confianza ilimitada en la historia, tenés una confianza ilimitada en lo que puede pasar de bien, en cómo podemos transformar los males en bienes”, porque son males, claramente -todo lo que trae la pandemia consigo, es un mal-.
Y, sin embargo, Dios confía en nosotros para que consigamos extraer de todo ese mal un bien, muchos bienes. Porque Jesús ha resucitado, Él ha vencido el mal, Él ha vencido a la muerte, Él ha vencido el pecado, Él ha vencido a todos los males, a todas las oscuridades. Ha traspasado la oscuridad con la luz.
Por eso no nos podemos permitir ser pesimistas, ser amargados, ser personas que tienen miedos. Por eso les dice:
“La paz sea con ustedes”,
no tengan miedo, no se asusten porque Yo estoy con ustedes, Yo he vencido al mal y estoy con ustedes para, con ustedes, vencer al mal. Cada vez que se presente el mal en la vida de cada uno de ustedes, Yo estaré con ustedes para vencer ese mal.
ALEGRES EN EL SEÑOR
San Pablo, cuando nos dice: estemos alegres, siempre incluye esa palabrita
“Alegres en el Señor”.
(Flp 4, 4)
Nuestra alegría tiene como una necesidad de anclarse en Jesucristo, esa alegría que nadie nos podrá quitar, la alegría de contar con Dios, con Dios resucitado, con ese Dios que ha vencido al mal, con ese Dios que está siempre junto a nosotros para vencer todos los males que se presenten en nuestra vida.
Por eso no tenemos miedo y por eso tenemos una alegría que nadie nos podrá quitar. Vivimos alegres los cristianos, siempre alegres. Es impresionante cómo en los primeros siglos uno no se encuentra con cristianos enojados, con cristianos abatidos, con cristianos llenos de rencor o de bronca contra las autoridades romanas que los perseguían.
ACEPTAR LA CRUZ AL MODO DE DIOS
No hay un solo documento en el cual los cristianos acusen a sus emperadores o gobernantes o tribuna… Ningún cristiano se le ocurrió entristecerse, amargarse por las persecuciones. Las aceptaban como aceptamos la Cruz.
La Cruz la aceptamos al modo de Dios. No le decimos al Señor: mándame esta Cruz sí y esta Cruz no; acepto enfermarme, pero no morirme; o que me enferme yo pero que no se enfermen mis hijos… no le podemos pedir al Señor eso, porque tampoco está en Sus manos.
El Señor, a veces, utiliza caminos que a nosotros se nos escapa, para sacar del mal un bien. Lo que sí sabemos es que está junto a nosotros siempre. Por eso, pidámosle esta certeza de sabernos siempre acompañados por Jesús, vencedor del mal.