Hace unos días leí el siguiente párrafo:
(Beato Álvaro del Portillo. Cartas de familia, volumen I, p. 331).
CONVERSACIÓN DE ENAMORADOS
Esta sed de oración, de intimidad contigo Jesús, se la transmitió san Josemaría, el fundador del Opus Dei y de allí a miles de almas repartidas por todo el mundo.
Nosotros, los sacerdotes de 10 min con Jesús, cada día lo queremos hacer con ese mismo cariño para que muchos puedan descubrir senderos de piedad y de vida de oración.
“Pues es algo que te pido Jesús: que cada día espere con ilusión nuestras conversaciones y que se desarrollen como un coloquio de alma enamorada”.
10 MIN CON JESÚS
Me contaron la historia de una persona que cada día espera el audio muy a las cinco de la mañana, que envía Lucrecia, Susy o Rebe (que son las buenas administradoras que cada día te envían la meditación); muchas veces madrugan para enviártela y yo quiero entender que se volverán a dormir.
Y esta persona recibe este audio, esta meditación, en la cárcel en la que está recluido hace cinco años. Todos los días espera el audio para hacer oración con sus compañeros de prisión, los convoca a todos para escuchar el audio y para hacer oración.
Rezamos por todos. En este momento te sugiero que todos recemos por estos hermanos que se unen por la comunión de los santos a la oración de la Iglesia. ¡Qué maravilla!
SANTO TOMÁS
Yo me quiero servir de la primera lectura de la misa, para los minutos que restan de este rato de oración. Es el libro de los Reyes:
“el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo:
Pídeme lo que deseas que te de”.
¿Te acuerdas hace ocho días la pregunta que hace Jesús desde la Cruz a santo Tomás?
“Tú has hablado bien de mí Tomás. ¿Cuál será tu recompensa?” Y la respuesta que dio Tomás es la que también nosotros, amigos y discípulos de Jesús, quisiéramos darle siempre: “¡Nada más que Tú Señor!”
SALOMÓN
Pero sigamos con Salomón:
“Salomón respondió:
«… Pues bien Señor, mi Dios: Concede, pues, a tu siervo un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal. Pues, cierto, ¿quién podrá hacer justicia a este pueblo tuyo tan inmenso?»
Agradó al Señor esta súplica de Salomón”.
“Entonces le dijo Dios:
Por haberme pedido esto y no una vida larga o riquezas para ti, por no haberme pedido la vida de tus enemigos, sino inteligencia para entender a la justicia, yo obraré según tu palabra: te concedo, pues, un corazón sabio e inteligente, como no ha habido antes de ti ni surgirá otro igual después de ti. Te concedo también aquello que no has pedido, riquezas y gloria mayores que las de ningún otro rey mientras vivas”
(1Re 3, 4-13).
¿NOSOTROS QUÉ PEDIRÍAMOS?
¿Qué tal? ¿Qué tal esa propuesta de Dios? «Pídeme lo que quieras» ¿Qué pediríamos nosotros?¿Qué pedirías tú? ¿Qué pediría yo?
Con estos dos ejemplos pediría ¡nada más que Tú Señor! y un corazón sabio.
¿QUÉ ES UN CORAZÓN SABIO?
Es un corazón que sabe escuchar, un corazón que sabe entender y un corazón que sabe actuar en justicia. Eso es un corazón sabio.
Y la sabiduría es un don del Espíritu Santo, se lo podemos pedir en este momento: “Ven Espíritu Santo y concédenos el don de sabiduría, concédenos tus siete dones y hoy, especialmente, te pedimos que nos concedas el don de sabiduría.
Hoy te vamos a pedir Jesús que nos concedas el don de sabiduría.
SABIDURÍA, DON DEL ESPÍRITU SANTO
Mira este texto del Antiguo Testamento, que es precisamente del libro de la sabiduría:
“¿Qué hombre conocerá el designio de Dios? O quién se imaginará lo que el Señor quiere; los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta tienda terrena abruma la mente pensativa.
Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra, que con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance, ¿quién rastreará lo que está en el Cielo? ¿Quién conociera tus designios? Si Tú no le das la sabiduría y le envías tu Santo Espíritu desde lo alto. Así se enderezan las sendas de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada y se salvaron por la sabiduría”
(Sab 9, 13-18).
Es un texto del Antiguo Testamento, parecería del Concilio Vaticano II o el Catecismo de la Iglesia.
ESPÍRITU SANTO
¿Quién conocerá tus designios si tú no les das sabiduría y le envías tu Santo Espíritu desde el Cielo?
“Señor, envíanos tu Santo Espíritu y que nos conceda el don de sabiduría”.
Es un texto muy claro que habla de la maravilla de lo que es la sabiduría como un don de Dios.
Y más concretamente de la tercera Persona de la Santísima Trinidad: el Espíritu Santo Paráclito, que está llamado a estar junto a nosotros de continuo, permanentemente. Qué bueno hacernos más amigos del Espíritu Santo (y así harán todos los santos).
SABOREAR LAS COSAS DE DIOS
Hace ocho días hablábamos del aquinate, de Santo Tomás de Aquino, que además tenía una cabezota de inteligente que ni podía con ella.
Pero no me refiero a esa sabiduría, sino a la de saborear las cosas de Dios, que es una manera muy bonita de entender el don de la sabiduría. “Saborear las cosas de Dios, el don para saborear tus cosas Jesús; para descubrir cuáles son los senderos por los que nos lleva Dios”.
Sabiduría de verdad y de justicia, de amor y de paz.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO
Podríamos dar un ejemplo -o varios ejemplos- de sabiduría en los santos y a esto me va ayudar el Papa Francisco, que en su penúltima catequesis del miércoles (que te recomiendo vivamente, porque están bellísimas; las últimas catequesis son sobre san José), reflexionó sobre cómo el padre de Jesús tomaba las decisiones.
Y acuérdate que la sabiduría es un corazón que sabe escuchar, un corazón que sabe entender y un corazón que sabe actuar en justicia.
El Papa recordó que san José no se deja llevar por el miedo sino que intentaba reconocer la voz de Dios en lo que ocurría para afrontar los problemas. Y decía el Papa:
“Es importante lograr reconocer la voz de Dios en medio de las otras voces. José demuestra que sabe cultivar el silencio necesario y, sobre todo, tomar las decisiones justas delante de la palabra que el Señor le dirige interiormente”.
LA IMPORTANCIA DE LA ORACIÓN
Y eso es la oración. Por eso Señor, ayúdanos a hacer muy bien la oración cada día, porque allí es donde escuchamos, allí es donde atendemos tu voz. Allí es donde distinguimos tu voz de las otras voces y nos animamos a tomar decisiones, propósitos, afectos e inspiraciones.
Acudimos a la intercesión de nuestro padre y Señor San José, para pedirte a Ti Jesús el don de sabiduría, que nos ayude a hacer cada día más tuyos.