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BUEN EJEMPLO

San Juan Pablo II

Mirando los textos de la misa, los textos de la Palabra de Dios, nos podemos fijar en la primera lectura, un texto de san Pablo: la segunda carta a los Corintios, que tiene mucha fuerza.

Igual que Pablo, nosotros en estos 10 minutos con Jesús -que son de rezar, de poner los ojos, poner el corazón en los ojos, en el Corazón de Jesús- podemos mirar a Jesús.

Y “Jesús, Tú también quieres que yo, como Pablo en su momento, sea sal, sea luz”.  Poner Luz de Jesús, el buen humor, una mirada que va hasta la vida eterna.

PONER LUZ

En un grupo de WhatsApp; poner luz en un café con alguna persona que vamos a conversar un tema; poner luz ahí en el lugar de trabajo; poner la sal de Cristo, el sabor de Cristo, la vida de Cristo, la Luz de Cristo, en la familia.  “Jesús, Tú seguramente quieres eso de mí”.

San Pablo, en ese texto de la segunda carta a los Corintios le dice lo siguiente a esos primeros cristianos (a nosotros también, porque Pablo se siente sal, luz de Dios):

“Como cooperadores suyos”

(o sea gente que trabaja, que pone el hombro junto a Dios)

“os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios”,

la ayuda de Dios, el cariño de Dios, esa sal, la luz de Dios en ustedes.

ESO LO DICE SAN PABLO

lo está viviendo él y anima a esos primeros cristianos ahí en Corinto y también a nosotros, como cooperadores suyos

“Los exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios”,

porque, dice:

“en el tiempo favorable te escuché.  En el día de salvación te ayudé.”

(agrega san Pablo)

“Miren, ahora es el tiempo favorable; ahora es el día de la salvación”.

(2Cor 6, 1-2)

SER SAL

Mira la conciencia que tiene san Pablo de ser sal, de ser luz de Cristo y se lo dice a los de Corinto para que se den cuenta, para que lo vivan, para que sean sal, para que sean luz.  Y a nosotros también.

Nosotros, ahora, animados por estas palabras, por el ejemplo, por la fuerza de san Pablo, también podemos mirar a los ojos, al Corazón de Jesús.  Y el Señor nos sonríe, nos mira con fuerza:

«¡Dale! Yo también quiero de ti que seas sal, que seas luz».

LA GRACIA

Ese tesoro de gracia, de cariño, de cercanía, de presencia de Dios en ti por el Bautismo, por la Gracia, por la amistad con Jesucristo.

«¡Dale, llévala!»

            Y seguía diciendo san Pablo (mira la fuerza que tiene):

“Nunca damos a nadie motivo de escándalo para no poner en ridículo nuestro ministerio.  Antes bien nos acreditamos en todo como ministros de Dios:”

(ministro es decir servidores, gente que ayuda, que colabora con Dios)

“Con mucha paciencia en tribulaciones, infortunios, apuros, en golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer.

            Procedemos con limpieza, ciencia, paciencia y amabilidad con el Espíritu Santo y con amor sincero; con palabras verdaderas y la fuerza de Dios, con las armas de la justicia, a derecha e izquierda, a través de honra y afrenta; de mala y buena fama”.

(2Cor 6, 3-8)

ES LA FUERZA DE SAN PABLO

Y quiere pegar este mismo fuego, transmitir esta conciencia y esta responsabilidad -esta maravilla de ser sal y luz de Cristo a los de Corinto-, a esos primeros cristianos, a los que él transmite, da testimonio de esa fe de Jesús, de ese modo de vivir cristiano.

Ya no soy yo quien vive, sino es Cristo quien vive en mí.  Y esto que Pablo vive (esto se lo decía a los gálatas) se lo quiere transmitir, su misma vida quiere que la viva, la vida de Cristo, a esos primeros cristianos y a nosotros también.

Podemos hacer oración, mirar al Señor animados por estas palabras de san Pablo y decirle:

SEÑOR, CUENTA CONMIGO

“Así como soy, porque soy como soy y Tú me quieres como soy, como querías a Pedro tal y como era; querías a Juan tal como era; a Marta tal como era y a María, a Lázaro y a Pablo también. Señor, yo como soy, cuenta conmigo, pero ayúdame porque quiero ser verdaderamente un buen colaborador contigo.

Esto que le dice san Pablo a los de Corinto lo quiero vivir, quiero aprovechar este tiempo favorable, hoy, este día de salvación: hoy.  Yo quiero aprovechar Tu gracia, no echar en saco roto la gracia de Dios”.

TANTAS GRACIAS

Tantas ayudas, tantas buenas inspiraciones de nuestro ángel de la guarda, tantas buenas ideas: sonreír en esta situación, en esta otra;

Mientras voy caminando por ese pasillo, decir alguna oración por dentro, con el corazón.  Ir hablando con el Señor, ir encomendándole a las personas, los sucesos, las noticias que acabo de conocer, de saber, de mirar…

SALUDAR AL SEÑOR

Voy rezando por el pasillo o quizá me puedo acercar un momentito a la parroquia cercana o a una capilla, un oratorio donde está Jesús y me puedo acercar físicamente.  Puedo ir y saludar al Señor, hacer un saludo, una genuflexión tranquila, cariñosa.

O voy con el corazón no más, porque no puedo acercarme físicamente, pero con el corazón sí que puedo ir.

Todas esas gracias durante el día, movimientos en el corazón del cariño de Dios, del Espíritu Santo para amar más a Dios, para dar más cariño a los demás, con sonrisas, con palabras de ánimo, con un chocolate que le doy a alguna persona…

SAN IGNACIO DE LOYOLA

Es impresionante, en la vida de san Ignacio de Loyola, cómo le sirvió a él el buen ejemplo de otras personas.  Especialmente, el buen ejemplo en vidas de santos o en la vida de nuestro Señor, de Jesús.

Uno, que es un biógrafo suyo, dice esto:

“En efecto, al leer la vida de Jesucristo o de los santos, a veces se ponía a pensar y se preguntaba a sí mismo: ¿y si yo hiciera lo mismo que san Francisco o que santo Domingo?”

            Cuánto sirve el buen ejemplo, en nuestra familia, en nuestro lugar de trabajo, en un grupo de whatsapp, en un foro comentando una noticia…

¡CUÁNTO SIRVE EL BUEN EJEMPLO!

¡Cuánto sirven las buenas palabras! El tono cristiano, ese ser sal, ser luz, ¡qué maravilla para los demás!

A san Ignacio le sirvió mucho el ejemplo de Francisco, de Domingo a través de esos libros; al final, el ejemplo de Jesús.  A los de Corinto, cuánto les servía ver la vibración, la garra, la sal, la luz de Cristo en Pablo.  A nosotros también, ¿cuánto nos sirve ver ahora este buen ejemplo de san Pablo, de san Ignacio…?

¡CUÁNTAS MARAVILLAS PUEDE HACER LA GRACIA DE DIOS!

Alrededor nuestro el Señor cuenta con eso.  ¡Cuántas maravillas puede hacer la gracia de Dios a través de nuestra vida, en muchas personas!

Podemos ir terminando estos 10 minutos con Jesús, volver a decirle eso al Señor, decírselo a través de la Virgen, a través de san José:

“Señor, cuenta conmigo; cuenta conmigo hoy, yo quiero ser sal, yo quiero ser luz; quiero aprovechar cada una de esas gracias que Tú me das.  Por mí, para quererte más, pero también por tantas personas a las que puede ayudar esa sal, esa luz que vienen de Ti estando en mi vida”.

¡Es una maravilla!

 

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