Hoy en este rato de oración quería hacerte considerar un tema que a mí me parece de los más apasionantes, de los más bonitos de la vida humana: ¡La amistad!
Y en concreto pensando en el Evangelio del día de hoy, te quería proponer un ejemplo, que a lo mejor has podido ver en las películas que se llaman: “El señor de los anillos”. Están basadas en un libro escrito por un autor católico que se llama: Tolkien.
SAM Y FRODO
Y ahí se ve el ejemplo de “Sam y Frodo”, la amistad entre estos dos hobbits. Frodo tiene una misión: llevar a Mordor el anillo para ser destruido.
Y Sam, a pesar de que no es su misión, lo acompaña hasta el final. Desde que se tira al agua para alcanzarlo ahí en la lancha… ¿te acuerdas? Hasta que se lo echa en hombros para llevar el anillo hasta su destino final.
Fíjate, que a pesar de que Sam no tenía la obligación de acompañar a Frodo porque, además, él estaba muy a gusto en la Comarca. Pero, por la mitad que le tiene le lleva a hacerlo.
La travesía casi termina; Frodo y Sam están a los pies del volcán que puede destruir el anillo maléfico, Frodo está agotado, física, emocional e intelectualmente, ¡no puede dar un solo paso!
El calor lo está asfixiando, el hambre lo agota y el peso del anillo es superior a sus fuerzas. Sin embargo, Sam está allí para ayudarlo. Trata de animarlo haciéndole recordar la Comarca, su pueblo natal, pero Frodo no reacciona.
Le hace ver la trascendencia que el anillo tiene de ser destruido, y la felicidad de la gente de cumplir con su misión. Pero Frodo sigue sin reaccionar, está agotado, no puede levantarse, no puede dar un solo paso,
Y entonces viene esta parte de las más emocionantes de toda la película y de toda la saga: cuando Sam se echa a Frodo sobre sus hombros, mientras dice:
“No puedo llevar el anillo por usted, pero puedo llevarlo a usted junto con él, para que cumpla su misión. Vamos señor Frodo, llegará, aunque dejé todo, menos los huesos por el camino, llevaré al señor Frodo acuestas, aunque me rompa el lomo y el corazón.”
AMIGO POR EXCELENCIA
Esto dice Sam en una en una frase que es un ejemplo de amigo por excelencia. Y te cuento esta historia pensando también en el autor, en Tolkien, que él dice que se inspiró en esta amistad y en concreto en el personaje de Sam, en un episodio de su vida que le sucedió cuando él luchó en la Primera Guerra Mundial.
Cuando fue herido en la trinchera, un soldado británico de menor rango que él, le acompañó durante todo momento, superando las bombas que caían alrededor, y lo estuvo acompañando y poniéndolo a salvo.
Dijo Tolkien que en ese momento él entendió lo que era la amistad. Y si lo piensas un poco, creo que eso es lo que es “un amigo”.
No una persona, que solo está con nosotros, a nuestro lado, cuando todo va bien, cuando estamos a gusto, sino que es capaz de estar a nuestro lado incluso cuando caen las bombas y disparos a nuestro alrededor.
Un amigo va por nosotros y nos echa en hombros. Y por eso te decía, que todo esto me venía a la memoria al leer el Evangelio de hoy. “En el que te escuchamos a Ti, Señor, diciendo”:
“Si uno de ustedes tiene cien ovejas, y se le pierde una, ¿no deja a la 99 en el campo, y se va tras la descarriada hasta que le encuentra? Y cuando le encuentra, se la carga sobre los hombros muy contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: “Felicítenme, porque encontrado está oveja que se me había perdido.”
(Lc 15, 4-6)
“Y así terminas Tú, Señor, el Evangelio de hoy, diciendo”:
“Que hay más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no necesitan convertirse.
(Lc 15, 7)
“Tú eres Jesús, el Buen Pastor, el buen amigo que respeta mi libertad, “que es mi anillo”.
No lo llevas por mí, porque incluso cuando yo, por un mal uso de mi libertad, caigo herido; me cargas sobre tus hombros y me llevas a un lugar seguro, porque eres mi amigo.
GRACIAS POR SOSTENERME, SEÑOR
Gracias, Señor, porque en esos momentos de debilidad mía, has estado allí para sostenerme.”
Y te decía al principio de la meditación, que queríamos hablar de la amistad, y por eso en esta segunda parte, quiero como recordar contigo: “Cómo debe ser nuestra amistad con Jesús.”
Porque ni con Jesús ni con nadie la amistad se improvisa. Uno no dice: ¡Pues quiero tener un amigo y ya está!
No, la amistad es una cosa que se cultiva, que se trabaja con el tiempo, y lo que hemos vivido con nuestros amigos, lo queremos vivir y lo hemos vivido también con Jesús.
Lo vemos en el Evangelio, como hay muchas personas que rodean a Jesús, pero como en círculos concéntricos, de afuera hacia adentro, desde los menos cercanos hasta los más cercanos, desde los meros conocidos, hasta llegar a los amigos.
Los de afuera son esas personas que sabían quién era Jesús, y que estaban un poco curiosos por conocerlo, aquellos que estaban entre la multitud escuchando sus discursos, saliendo a las calles para verlo pasar, y quizá presenciaron algunos de tus milagros…
“No te conocían, Señor, personalmente, pero habían oído hablar de Ti.”
En un círculo un poco más adentro, hay personas que lo han conocido personalmente, que han hablado con Él, que incluso lo han invitado a cenar, pero que se quedan todavía a un nivel “como de cuates”.
MUY A GUSTO EN LA COMPAÑÍA DE JESÚS
Algunos de los fariseos estarían en esa categoría, alguna de las familias donde Jesús se quedaría cuando iba de un lugar a otro en Galilea.
Y todavía en un círculo más cercano, había personas, encontramos gente en el Evangelio que disfrutan estar contigo, Señor, y Tú disfrutas estar con ellos.
Eran auténticos amigos, personas como Marta, María y Lázaro, algunos discípulos que habían dejado sus familias y sus cosas para seguirte.
Algunos de ellos son los que dejarían a Jesús después del discurso del Pan de Vida, o porque quizá salieron como muy escandalizados, pero eran personas que no solamente lo habían visto, lo habían oído, sino que se habían comprometido a seguirlo, estaban a gusto en la compañía de Jesús, creían en las enseñanzas del Señor, estaban en la misma sintonía.
Y uno podría pensar; bueno, hasta aquí llegó el núcleo más cercano del Señor, y, sin embargo, hay todavía un círculo de amigos más cercanos, en el centro de su círculo concéntrico.
Estaban los “más amigos de Jesús”, los “Apóstoles” y algunas “santas mujeres”, aquellos con quién Jesús había compartido absolutamente todo, y ellos sabían que Él lo sabía.
Había completa transparencia entre Jesús y ellos. Incluso en su predicación, le diría a la gente cosas a través de parábolas, pero luego a aquellos 12, los llevaría aparte para explicarles todo.
Y en la última cena, Jesús declara de manera muy directa, la relación que tiene con ellos, y les dice:
“Ya no los llamo siervos, porque los siervos no saben lo que hace su Señor; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado conocer todo lo que he oído a mi Padre.
(Jn 15, 15)
¡Ahora los llamo amigos! Como diciéndoles; les he mostrado la parte más profunda de mi corazón. Ustedes saben perfectamente quién soy yo.
JESÚS EL BUEN PASTOR
Y al mismo tiempo, los apóstoles también se habían hecho transparentes a Jesús. Pero en una dinámica un poco diferente, porque los apóstoles como tú y como yo, se han sincerado con Jesús, primeramente, a través de sus miserias y sus debilidades, haciendo las cosas mal, no entendiendo las parábolas, haciendo las preguntas equivocadas, echando a los niños que se acercaban a Él…
Y Jesús, paciente tiene que ir aclarándoles las cosas; y ellos que discuten sobre quién será el más importante en el Reino de los Cielos y Jesús pacientemente los va corrigiendo.
Pero en todas aquellas equivocaciones, como aquella vez que Juan y Santiago quieren hacer bajar fuego del cielo para que consuma un pueblo entero, y Jesús los corrige, ese no es nuestro espíritu, es que nosotros no somos así.
Con todos esos errores, con todas esas equivocaciones, pudieron ver la reacción de Jesús, su respuesta a su “quedarse cortos a su llamada”.
Pero Jesús no se cansa de corregir su forma de pensar. Por ejemplo; no vemos a ningún apóstol ser despedido durante el ministerio de Jesús.
Alguien que Jesús dijera: ¡tú no puedes seguirme porque eres demasiado lento, o eres demasiado, lo que fuera…! Pues no.
JUDAS QUE LO HA TRAICIONADO
Ni Judas, incluso hasta el final, -Judas que lo ha traicionado-, y Jesús lo sabe, llega el huerto de los Olivos y Jesús todavía mantiene la puerta abierta de su corazón y le dice: ¿Amigo a qué has venido? Por si acaso hubiera algún deseo de Judas de conversión, de arrepentimiento.
Así que los apóstoles experimentaron no de una manera teórica, sino de manera permanente, con su ejemplo, como Jesús, como un buen pastor, una y otra vez, se los echaba en hombros, perdonando sus errores y al mismo tiempo renovando esa llamada a estar unidos a Él y a ser hijos del Padre, por el Espíritu Santo.
Vamos a terminar pidiéndole como siempre a María, que nos consiga esa gracia de Dios, para que Él ilumine nuestros corazones.
Para entender como nosotros también estamos llamados a este tipo de amistad con Jesús, una amistad sincera en la que vemos exactamente quién es Jesús, y en la que dejamos que Jesús nos conozca.
Porque no escondemos nuestras caídas, nuestras debilidades frente a Él, sino que de buena gana y con premura, nos mostramos vulnerables frente a Él.