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CANONIZACIÓN SAN JOSEMARÍA

Padre Dios

Del comportamiento de una persona, pueden depender miles de almas.  Así ha sucedido con muchos santos y también con otros que no han sido santos en absoluto.

Celebramos hoy el 20 aniversario de la canonización de san Josemaría Escrivá de Balaguer.  Es una de esas personas que, junto con santa Teresa de Jesús, al Padre Pío, a Juan Pablo II, influyeron en el comportamiento de muchísimas personas.

Todos los sacerdotes que predicamos estos 10 min con Jesús, que pertenecemos a este grupo y a muchos grupos más, somos de la prelatura personal del Opus Dei.

Hay que ver cómo han influido algunas personas en su tiempo de vida, por lo que han hecho en esta tierra; por sus vidas, porque muchos se han ido al Cielo y siguen ayudando desde ahí.

Luego también podemos pensar en otras personas como Herodes, Nerón, Hitler, también por ellos y por sus vidas, muchos han equivocado el camino.

“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”

(1Tim 2, 4)

Nos dice san Pablo y para eso pone todos los medios que tiene a su alcance.  Y uno de esos medios es la vida de estas personas que ayudan a otros a caminar.

EL SEÑOR SE PRESENTA SIN MUCHOS RODEOS

El Señor, como tiene prisa, a veces se presenta de golpe, sin muchos rodeos y una vez que aparece, se queda a la espera para recibir una respuesta nuestra y poder así actuar.

Su puesta en escena, en la vida de las personas, la hace de muchas maneras.  A veces con palabras, otras veces con hechos, con casualidades, con coincidencias, con diocidencias -como les llaman algunos.

Porque Dios tiene una llave distinta para entrar en la vida de cada uno.  Tiene como un “password” personal para entrar en el alma de cada persona.

Por ejemplo, a san Pablo el Señor le sorprendió con un golpe de efecto, como un fogonazo y el apóstol le respondió a su llamada y le dejó hacer todo con su vida.

Gracias a ello, los gentiles y nosotros que no somos judíos, fuimos recibidos en el nuevo pueblo de Israel que es la Iglesia.

En el Evangelio de hoy (que en los centros del Opus Dei celebramos el Evangelio de la fiesta de san Josemaría, no es el Evangelio propio del día ordinario) nos encontramos ese texto de san Pedro, que estaba con sus compañeros de trabajo en la orilla sentado, remendando las redes, como hacemos nosotros también ahora, seguramente sentados, nuestro rato de oración.

Nos podemos imaginar la cara de asombro de san Pedro cuando ve sorprendido cómo Jesús sube a su barca sin pedirle permiso (Lc 5, 1-11).

Luego también es cierto que el Señor le pide que separe la barca de la orilla para poder predicar.  En esa ocasión, Pedro obedece y Jesús, aquel día, pudo predicar a muchos.

Esta manera de actuar es la que el Señor tiene desde siempre: se presenta, le dice algo al hombre y espera que le haga caso.

EL ESPÍRITU SANTO

En todo esto, juega un papel importantísimo el Espíritu Santo.  Él nos dice qué es lo que debemos hacer en cada momento.  Nos pide que nos comportemos con Dios Padre como hijos, porque lo somos, como hijos que le hacen caso. (Rm 8, 14-17: Segunda lectura).

Decíamos que hoy es el aniversario de la canonización de san Josemaría y Dios se presentó también en su vida con un golpe de efecto, como hizo también en la vida de san Pablo.

El Señor se presentó con una sorpresa que cambió el rumbo de su vida: una mañana, en pleno invierno, san Josemaría vio en la calle las huellas que habían dejado en la nieve unos pies descalzos.

BARRUNTAR EL AMOR

¡Eso para él fue un fogonazo!  Se paró a examinar con curiosidad esas huellas, que no eran otra cosa que las pisadas de un fraile que había pasado por ahí.  Y, ante esto, conmovido se preguntó:

“¿Si otros hacen estos sacrificios por Dios y por el prójimo, yo no voy a ser capaz de ofrecerle algo?”

Luego sabemos que esas pisadas en la nieve eran de un religioso carmelita que era muy santo.  De hecho, le invita también a ir por ese camino espiritual.  

De todas formas, san Josemaría se da cuenta de que no es lo que Dios le pide y escribe: 

“Cuando apenas era yo un adolescente”

-decía él mismo-

“alojó el Señor en mi corazón una semilla encendida en amor.  Comencé a barruntar el Amor”

(Barruntar es un verbo que significa presentir, darse cuenta de algo sin que todavía sea un conocimiento cierto)

“a darme cuenta de que el corazón me pedía algo grande y que fuese amor […].  Yo no sabía lo que Dios quería de mí, pero era evidente, que se trataba de una elección. Ya vendría lo que fuera…

De paso, me daba cuenta de que no servía y hacía esa letanía, que no es de falsa humildad, sino de conocimiento propio: no valgo nada, no tengo nada, no puedo nada, no soy nada, no sé nada”.

Eso dejó escrito san Josemaría.

DIOS Y SUS COSAS

Pero san Josemaría le dejó hacer a Dios, se pegó a Él.  Quiso ser sacerdote para facilitarle las cosas, para que lo tuviera más fácil Dios en su vida.

Ese 2 de octubre de 1928, el Señor fundó su obra y Dios se sirvió de la vida de san Josemaría para hacerse presente en la vida de muchos otros.  Yo soy uno de esos otros y tantos y todos los curas que predicamos aquí.

Me contaban de un sacerdote que les explicaba a unas niñas de primaria de esta manera que Dios tiene de actuar en las vidas de todos. Había visto, anteriormente, esos dibujitos titulados “Huellas en la nieve”, un librito para niños contando este episodio de la vida de san Josemaría.

Y en la plática al cura se le ocurrió preguntarles: “¿Cómo podríamos titular esta práctica?” y una niña, con mucho acierto dijo: “Dios y sus cosas!”

A mí me parece que es bastante acertado, porque Dios tiene sus formas de llegar a cada uno.

“Señor, que te sepa escuchar detrás de las cosas más inesperadas de mi vida.  Que te sepa escuchar detrás de una predicación de 10 min con Jesús. Que te sepa escuchar detrás de una enfermedad.  Que te sepa escuchar detrás de unas palabras que, tal vez, hacen mella a mi corazón, que me tocan”.

Que no deje pasar, porque Dios y sus cosas se presentan en la vida de todos.

Todos los que están escuchando esto, han tenido la participación de Dios. Lo que pasa es que a veces no se dan cuenta.

¿CUÁL ERA LA VENTAJA DE SAN JOSEMARÍA?

Que tenía esa sensibilidad para darse cuenta, porque había intentado ser una buena persona a lo largo de su vida.  No estaba enfrascado en sí mismo, estaba pensando en los demás, ¿cómo podía hacer el bien a los demás?

No estaba metido en un egoísmo constante de ver si le dolía o no le dolía; si es que eran justos los demás con él o no eran justos; si es que sus notas iban bien o mal…

¡No! No estaba metido en pensar y darse vueltas a sí mismo.  Estaba pensando en Dios y en los demás.

“Señor Jesús, hoy que te agradecemos por la vida de san Josemaría, te pedimos la gracia de tener también esa sensibilidad de darnos cuenta de tus cosas; de darnos cuenta de cómo nos hablas a través de los acontecimientos del día a día”.

A veces será a través de una comunión o a través de una bendición al Santísimo, pero otras veces será a través de unas palabras de un pobre o de tu mamá o de tu abuela…

Dios tiene miles de formas de llegar.  Que no esté cerrado, que no esté cerrada, que le escuches realmente.

“Señor Jesús, a Ti acudimos hoy porque Tú tienes las ganas de darnos una historia maravillosa”.  Como la Virgen que también tiene una historia maravillosa y todo empezó con una buena puesta en escena, nada menos que con un arcángel.

El Señor se presenta todos los días de una manera o de otra para llegar a todos: en nuestro trabajo, en el trato con los demás, cuando rezamos…

Al Espíritu Santo le interesa que no nos resistamos cuando se presente el Señor todos los días pidiendo nuestra respuesta.  Que sepamos responder como san Josemaría.

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