Hoy estamos de fiesta y celebramos a san Matías apóstol y para hacer nuestro rato de oración, vamos a tomar las lecturas de la misa de hoy. En concreto, la primera lectura que nos cuenta la elección de san Matías.
Nos dice san Lucas, en los Hechos de los apóstoles, que los once apóstoles se reúnen y Pedro -la cabeza- para ver quién reemplazará, quién tomará el puesto que Judas ha dejado vacío.
En ese discurso Pedro hace una recapitulación, les hace considerar cómo Jesús ha elegido un colegio, un grupo, aquellos que serán el futuro Pueblo de Dios; ellos que serán esas columnas de la Iglesia; y Él, que es la Piedra que sostiene todo el edificio.
LA ELECCIÓN DE MATÍAS
Por eso, ven necesario que el colegio esté completo y, entonces, Pedro que ha tomado la palabra, dice:
«—Es necesario, por tanto, que uno de los que nos acompañaron todo el tiempo en que convivió con nosotros el Señor Jesús, comenzando en el bautismo de Juan, hasta el día en que nos fue quitado y llevado al Cielo se asocia a nosotros como testigo de su Resurrección.
Entonces propusieron a dos: a José, llamado Barsabás, de sobrenombre Justo; y Matías.
Rezando dijeron: —Señor, Tú que penetras el corazón de todos, muéstranos a cuál de los dos has elegido para que ocupe el puesto de este ministerio y apostolado del que ha prevaricado Judas, para marcharse a su propio puesto»
(Hch 1, 21-26).
En esta narración hay dos cosas que sobresalen: en primer lugar, podríamos decir, los requisitos para ser apóstol. Pedro menciona que tienen que elegir a alguien que los ha acompañado durante el tiempo en que Jesús estuvo en la tierra.
Pero no los más de treinta años, sino comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día de la Ascensión y que sea testigo de la Resurrección.
LA RESURRECCIÓN ES ESENCIAL
Es, diríamos, lo que va a identificar al apóstol. La Resurrección que fue un hecho que nadie vio, nadie estuvo en el sepulcro cuando Jesús resucitó; sino más bien, vieron a Jesús ya resucitado, lo cual es una prueba de la Resurrección porque Jesús murió en la Cruz.
Y, al mismo tiempo, recordamos que no todos vieron a Jesús resucitado. A diferencia de los milagros que Jesús hizo y que hizo públicamente, que mucha gente vio, decenas, a veces cientos de personas…
La Resurrección en cambio, Jesús resucitado se muestra primero a María Magdalena, luego a Pedro, a los otros apóstoles y a un grupo de discípulos -entre ellos estaría Matías y este otro José llamado el Justo.
DIOS QUIERE LA FE
Esto nos hace ver cómo a Dios no le gustan los grandes espectáculos; es decir, Él lo que quiere es la fe, esa fe que tú y yo hemos recibido en el Bautismo y que hemos ido cultivando, hemos ido cuidando desde niños gracias a nuestros padres; tal vez en la escuela… cada uno tiene su historia.
A lo mejor, fue una conversión, a lo mejor encontramos la fe ya más grandes y también decimos como san Agustín:
“Te hemos amado tarde”.
Pero nunca es tarde y aunque, en efecto, nos hayamos podido enamorar del Señor y nos hayamos decidido a seguirle desde muy jóvenes o ya más grandes, que hayamos encontrado la fe desde pequeños o adultos.
LEVANTAR LA MIRADA A LO ALTO
Lo importante es que ahora mismo le amemos y eso no quita que haya muchas conversiones a lo largo de nuestra vida. Y esa conversión, es justamente ese encuentro con Jesús, Jesús resucitado; es levantar la mirada a lo alto, ya no al piso.
Uno a veces se encuentra con personas que caminan con la mirada hacia abajo, que no se dan cuenta por dónde caminan y, de pronto, se tropiezan con alguna persona o con una pared. Cuando uno camina, camina con la mirada más adelante, mirando hacia adelante a ver qué se encuentra.
A lo mejor encontramos en nuestro camino, nos ha sucedido a ti y a mí, que hemos estado mirando las cosas de la tierra, mirando el suelo y no nos hemos dado cuenta de que arriba hay un Cielo extraordinario, precioso.
Qué bonito es ver un cielo azul, con el sol que resplandece. Esa es la conversión que Dios quiere de nosotros, esa es también la vida cristiana: que tú y yo sigamos a Cristo y Cristo ha resucitado; eso no lo podemos olvidar.
JESÚS HA RESUCITADO
En este tiempo de Pascua, que todavía estamos viviendo, se nos recuerda mucho esto: que Jesús ha resucitado, que Jesús puede más y ha resucitado porque ha muerto y ha muerto por nuestros pecados.
“Señor, que no olvidemos esto: que Tú has muerto por nosotros y has dejado a esos apóstoles que fueron los iniciadores de esa Iglesia, de ese Pueblo de Dios, de ese Cuerpo de Cristo al que cada uno de nosotros pertenece y debemos ser santos porque cada uno de nosotros somos parte de todo este cuerpo que es la Iglesia”.
SER TESTIGOS DE CRISTO
Si uno de sus miembros se enferma, como dice san Pablo, todo el cuerpo se resiente. Por ejemplo, a todos nos ha sucedido que, a veces, podemos tener un poquito de malestar, un dolor de cabeza, un poco de resfrío… y cómo nos impide trabajar o nos impide estudiar.
Son cosas pequeñitas, pero que molestan. Por eso, qué importante es que tú y yo nos esforcemos cada día por ser esos testigos de Cristo resucitado. Es lo que los apóstoles, de hecho, contaron, dieron este testimonio.
Pero no solamente se quedó en un testimonio, en contar una historia bonita, sino que además de llevar ese mensaje de Cristo y también de transmitirlo con su vida, daban esa vida de la gracia.
Por eso, los vemos que inmediatamente la gente que quiere convertirse se bautiza, luego los vemos en la fracción del Pan, en la Eucaristía.
¡QUÉ IMPORTANTE SON LOS SACRAMENTOS!
Que son esos signos sensibles de la gracia de Dios entre nosotros.
El otro aspecto que quería resaltar en esta narración es esa oración que hacen los apóstoles en la que dicen:
«Señor, Tú que penetras el corazón de todos, muéstranos a cuál de los dos has elegid».
Me quería centrar en esto: ese Dios que penetra, que conoce lo que está en nuestros corazones y Dios conocía lo que estaba en el corazón de Matías. Conocía que él podía ser parte de esos apóstoles para llevar a cabo esa evangelización.
Hoy, el mundo también necesita ser evangelizado, una re-evangelización. Por eso, es muy importante esa formación en la fe, conocer nuestra fe, hacernos preguntas: ¿Por qué es así? Y, además, vivir esta fe es lo que vivimos en la Santa Misa, es lo que vivimos cuando tú y yo nos sentamos, como estamos haciendo ahora, rezando a Dios, haciendo este rato de oración.
EL SEÑOR CONOCE NUESTROS CORAZONES
Conoce lo que nos preocupa, conoce lo que nos alegra y quiere que se lo contemos. Le importa todo, así como nuestras mamás cuando llegamos a casa, llegábamos del colegio o de la universidad, quieren que les contemos todo y, a veces, puede que nos guste más o menos, pero quiere que le digamos todo, porque les interesa todo.
Y, a veces, cuando ha pasado algo, se da cuenta, aunque nosotros nos callemos. Pues Dios quiere que le contemos lo que está en nuestro corazón, aunque Él ya lo conoce y por eso nos entiende, por eso nos va a dar ese bálsamo de ternura, de comprensión, de paz, de tranquilidad.
Digámosle al Señor: ¿Qué quieres de mí? ¿Dónde quieres que cambie? ¿Dónde quieres que mejore? Y el Señor nos dirá que nos quiere felices, que nos quiere santos.
Vamos a pedirle a María santísima, ella Madre, Reina de los apóstoles y Madre nuestra, que nos ayude a imitar a los apóstoles, que nos ayude a imitar a san Matías que no desfalleció en esa labor de predicación.
Para que tú y yo sepamos demostrar lo que es ser un testigo de Cristo con nuestra propia vida.
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