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EL SIGNO DE LA CRUZ

pos de mí

No sé si a ti te pasa lo mismo, que cuando nos damos cuenta de que es una fiesta de nuestra Madre santa María, uno se alegra.  

Es normal que en una casa uno se alegre por el cumpleaños de su mamá.  Ese día tratamos de hacerla sentir bien, tener algún detalle… 

Tal vez cuando éramos niños le preparábamos algo, una tarjeta.  Aunque tal vez no era la mejor del mundo, pero sí hecha con mucho cariño y eso para nuestras madres era el mejor regalo que uno podía darle.

Nosotros en la Iglesia tenemos la maravilla de que celebramos muchísimas fiestas de la Virgen, muchas advocaciones, misterios de su vida…

SANTA MARÍA LA MAYOR

Hoy celebramos también una fiesta de la Virgen que es la dedicación de la Basílica de santa María la Mayor o santa María de las Nieves.

Santa María la Mayor es una de las cuatro basílicas papales que se encuentran en Roma dedicada a santa María la Mayor, porque ahí ocurrió un milagro: ahí la Virgen le hizo ver a una persona que ahí quería que se dedicara una iglesia a ella.

Siendo un día de verano en Roma nevó y este personaje -que en sueños recibió este mensaje- al día siguiente fue y vio donde había nevado y ahí se construyó esa iglesia.

Luego, se ha ido construyendo, mejorando, hasta tener lo que actualmente tenemos hoy en día.

Santa María la Mayor es una basílica a la que el Papa Francisco suele ir antes y después de un viaje para saludar a la Virgen.  Ahí hay una imagen muy bonita en una de las capillas como un detalle.

“¡Qué bonito es Señor que nos hayas dejado a santa María como Madre!” ¿Cómo sería la vida de los cristianos si no tuviéramos a María como Madre?  Si no le hubieras dicho esas palabras a ella:

“Mujer, ahí tienes a tu hijo”

(Jn 19, 26).

Diciéndoselo a Juan, el apóstol joven, al que Jesús amaba con ese cariño especial.

Y, de este modo, no la has dejado como una Madre que está siempre constantemente velando por nosotros y que, al mismo tiempo, nos ayuda a cumplir aquellas palabras que encontramos en el Evangelio de la misa de hoy: 

“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, que se niegue a sí mismo, tome su Cruz y me siga””

(Mt 16, 24).

SI ALGUNO QUIERE VENIR EN POS DE MÍ

Hay varias cosas Señor que a mí me llaman la atención de estas palabras tan breves y cargadas de mucho significado.

En primer lugar, “Si alguno quiere venir en pos de Mí…”  Es decir, el Señor como que nos pregunta, nos da ese ofrecimiento: “Si alguno quiere venir en pos de Mí”.

Ser cristianos, ser santos, consiste en seguir a Cristo.  Sin embargo, el Señor dice: “…quien quiera venir”. “Si alguno quiere venir en pos de mí”.

El Señor nos invita, nos pregunta, a pesar de que hemos recibido todos los medios de salvación, a pesar de que el Señor nos ha salvado, nos ha redimido con su Cruz.

“Si alguno quiere venir en pos de mí…” Señor y yo quiero, nosotros queremos, por eso estamos haciendo este rato de oración y, al mismo tiempo, nos examinamos un poquito si realmente nuestra vida es así: un seguir a Cristo.

Eso también nos lleva también a pensar cómo estamos siguiendo al Señor, si podemos seguirle más de cerca, ¿qué cosa hay en nuestra vida en donde no seguimos a Cristo, sino seguimos más nuestros caprichos, nuestras pasiones, nuestros gustos?

Uno podría decir también y ¿qué de malo hay en eso? La verdad que no hay nada de malo, sin embargo, no todas las cosas nos convienen, eso también es muy importante.

Cuando uno de pronto va y se hace un análisis de sangre y uno va donde el médico para que le lea los resultados, le dirá: tienes que dejar de comer esto, aunque sea una cosa buena, pero en exceso no está bien.

LA SAL DE LA MORTIFICACIÓN

A veces también en nuestra vida podemos ir cometiendo pequeños excesos en algunas cosas, en el comer y vamos comiendo de aquí para allá y nos damos cuenta de que ahí falta lo que san Josemaría dice:

La sal de la mortificación,

que es poder decir: “Yo Señor te ofrezco este detalle de en vez de tomarme esta coca cola que tanto me gusta, te la ofrezco a Ti, te lo ofrezco por la Iglesia, por el Papa, por esta intención…

O: “Señor, a mí no me gustan las aceitunas y ahora me voy a comer unas aceitunas para ofrecértelo.   Señor, Tú que has estado dispuesto a cargar esa Cruz, esa verdadera Cruz pesada, pesada con todos nuestros pecados, ¿cómo yo no me voy a comer esta aceituna?“

¿Cómo no voy a sonreír ahora que estoy de mal humor, que estoy cansado?  ¿Cómo no le voy a sonreír a mis hijos, a este amigo o esta persona que me incomoda un poco?

LA CRUZ

Esa es la Cruz que el Señor nos invita a tomar, así podemos encontrar varias cositas que podemos ofrecerle al Señor, de esas cosas que son buenas pero que en exceso nos pueden hacer mal.

A veces podemos cometer excesos en el desaprovechamiento del tiempo, podemos pasarnos horas y horas; el celular tiene una aplicación o tiene un modo de hacernos ver cuánto tiempo gastamos en las redes sociales, en entretenimiento…

Sería bueno comparar esa información que me arroja el celular -también la computadora: ¿cuánto tiempo he utilizado mi celular en cosas que son provechosas y cuánto tiempo lo he utilizado en las redes sociales?

No sé si son muchos minutos o son muchas horas, uno se da cuenta que hay algo que no está bien; hay algo que debo mejorar, en todo caso, para ser dueño de mí mismo, para ofrecérselo al Señor y me ayude a crecer.

Justamente no ir como un barquito de papel que tiramos en un lago o en el mar y es devorado por las olas.  No queremos ser ese barquito que se mece según la corriente, según las olas, según el viento.

Queremos estar bien anclados en esa ancla que es Cristo; en ese pilar que eres Tú Señor.

¿QUIERES SEGUIRME?

Esa ancla, ese pilar tiene forma de Cruz: “Si alguno quiere venir en pos de mí”.  El Señor nos lo pregunta cada día: “¿Hoy quieres seguirme?”

“A veces Señor podemos decirte que no y te pedimos perdón cuando no te seguimos a Ti sino nos seguimos a nosotros mismos.  Por eso nos dices que “se niegue a sí mismo””.

Eso es justamente la mortificación que hemos hablado: pequeñas cosas que podemos ofrecerte Señor: negarnos a nosotros mismos y pensar más en Dios y en los demás.

¿Qué lugar ocupas Tú Señor en mi vida? ¿Estás en mi primer lugar? Si hacemos un ranking, un top five, ¿quién está en primer lugar? ¿Dios? 

¿Qué lugar ocupo yo? ¿Qué lugar ocupa mi familia? ¿Cuál lugar ocupan mis amigos?  “… que se niegue a sí mismo, tome su Cruz y me siga”.

MARÍA SANTÍSIMA

Aquí acudimos a María santísima, que ella no tuvo que cargar la Cruz porque la llevaba Cristo, aquel hombre Simón de Cirene lo ayuda también; sin embargo, María la llevó en cierto modo estando ahí al pie de la Cruz, valiente, fuerte, adolorida, viendo a su Hijo sufrir y ella nos da ese ejemplo.

Por eso, recurramos a ella cuando nos cuesten las cosas.  Recurramos a ella para que nos ayude ante las dificultades, ante las contrariedades, cuando vemos nuestra poquedad…

Pidámosle a ella, medianera de todas las gracias, que nos consiga esa gracia de seguir a Cristo y menos a nosotros mismos, a esos caprichos, a esa vanidad, a ese orgullo, a esa sensualidad y nos decidamos a ser tú y yo verdaderos hijos de Dios que tienen como signo, el signo de la Cruz.

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