En el Evangelio de estos días, Jesús corrige con fuerza, y no lanza esos “Ayes”. Dijo el Señor:
“¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado! Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros. (…) ¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden”
(Lc 11, 47-54).
Un Evangelio “peleón”, palabras fuertes, que sacuden, no dejan indiferente…
¿Qué puedo sacar de este Evangelio…?
¡Que no nos podemos dormir en los laureles! Necesitamos examinarnos y cambiar lo que haya que cambiar; por parte de la Iglesia y de cada uno de nosotros, que somos Iglesia. No nos venga a pasar lo que les pasó a estos doctores de la Ley…
“Te damos gracias Jesús por darle a Tu Iglesia, a lo largo de la historia, esos santos que necesitaba para que la espabilaran, la despertaran, la hiciera reaccionar”.
TERESA LA ORIGINAL
Una de estas figuras es la Santa que celebramos hoy: Teresa de Ahumada, Teresa de Ávila o Santa Teresa de Jesús. A mi me gusta decir que se trata de Teresa la “original”. Porque después vinieron: Santa Teresa del Niño Jesús, Santa Teresa de Los Andes, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Santa Madre Teresa de Calcuta, y otras… Cada una de ellas grandes Santas, pero todas inspiradas en Santa Teresa de Jesús.
Teresa rezaba desde pequeña, había recibido buena formación religiosa en su casa, y había decidido entregarle su vida a Jesús y se había hecho monja, pero: ¡no hay que dormirse en los laureles! Jesús le hizo ver que tenía que cambiar, dejar sus vanidades y su entrega a medias. ¡Cambiar! … ¡Ay de ustedes! Teresa necesitaba cambios, la Iglesia en esa época necesitaba cambios urgentes… Y gracias a Dios, Teresa cambió ella, y ayudó a que se hicieran cambios en la Iglesia empezando por la reforma del Carmelo, la orden religiosa a la que pertenecía. ¡Qué ejemplo de mujer!
TÚ Y YO, ¿EN QUÉ TENEMOS QUE CAMBIAR?
“Jesús, ayúdame a examinarme. Porque seguro hay varias cosas en las que quieres que cambie… ¡Y dame fuerzas para conseguirlo! Y si hace falta mandame alguno de tus “Ayes”: ¡Ay de ti…! para que pueda cambiar”. Saber examinarme, y ojo, que esto no es echarse tierra por echarse tierra, sino es ver las cosas en la oración, con Jesús, y ver, con Él, cómo les vamos poniendo remedio.
Santa Teresa poseía muchas virtudes y cualidades, y lo sabía. Cuentan que, en una ocasión, cuando rondaba ya los cincuenta años, le dijo a un padre carmelita:
“Sabed, padre, que en mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos: decían que era inteligente, que era una Santa y que era hermosa; en cuanto a hermosa, a la vista está (dicen que era muy guapa); en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba, y en cuanto a Santa, solo Dios sabe. Aquí tenemos a Santa Teresa, la original, que no se echa tierra… pero que no deja de ser humilde… Porque la humildad es reconocer que lo que uno tiene, sabe y es no es por mérito propio, sino que es don de Dios”
(Octubre 2016, con Él, Antonio Fernández).
CAMBIAR LO QUE HAYA QUE CAMBIAR
Si hay que cambiar, hay que cambiar. Pero para conseguirlo lo hacemos apoyándonos en esas cualidades que Dios nos ha dado y en su gracia, que tampoco nos va a faltar… Sin histerias ni ansiedades, poniendo los medios y tirando para adelante.
Como lo dice claramente esta Santa en esa frase suya que es tan conocida:
“Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa. Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta. ¡Solo Dios basta!”.
La paciencia todo lo alcanza, hay que examinarnos, poner los medios para cambiar y luchar con paciencia… Claro, que esto es cuestión de vida interior. O sea, es cuestión de oración. Y si en algo era experta Teresa era en hacer oración.
El Papa Francisco dice:
“Es sobre todo maestra de oración. (…) Escribe Teresa sobre la oración, que consiste simplemente en “tratar de amistad con quien sabemos nos ama”. La de Teresa no fue una oración reservada únicamente a un espacio o momento del día; surgía espontánea en las ocasiones más variadas: “Cosa recia sería que solo en los rincones se pudiera traer oración”.
Estaba convencida del valor de la oración continua, aunque no fuera siempre perfecta. La Santa nos pide que seamos perseverantes, fieles, incluso en medio de la sequedad, de las dificultades personales o de las necesidades apremiantes que nos reclaman”.
(Papa Francisco, Carta al Prepósito General del Carmelo Descalzo, 28 de marzo de 2015).
LO QUE REZO ES PARA DIOS…
Pero es eso, hacer oración. Y se me venía a la cabeza esta anécdota, y con esta espero no herir sensibilidades, pero cuentan (y de esto ya no sé si es un mito o leyenda) que rezaba en cualquier circunstancia, incluso cuando iba al baño… P
or lo que en una de esas se le apareció el demonio que, intentando generarle un problema de conciencia, le dijo: “¿Con que rezando en el baño?” A lo que la Santa respondió: “¡Lo que rezo es para Dios y lo que hago es para vos!”
Bueno, independientemente de mitos o relatos auténticos, ojalá nosotros supiéramos hacer oración así: en todo lugar, ¡en todo momento! “¡Te lo pedimos Jesús a través de esta Santa, gran amiga tuya!”
Tratar de amistad con quien sabemos nos ama y es que Jesús eso era para ella… Jesús era su Amigo, era su Amor…Es cierto, y cuentan de Ella que cuando hacía oración Dios “se la llevaba”, tenía esos arrobamientos, y hasta levitaba… Pero también es cierto (ella misma lo cuenta) que a veces le costaba hacer oración, tuvo períodos de sequedad… Ella, como cualquiera que intenta sacarle conversación a un buen amigo, o intenta coincidir con Él cuando llevan un rato sin verse, ponía los medios para conseguir hacer bien su oración.
Un consejo, que comparte ella misma: siempre tener un libro.
“Jamás osaba comenzar a tener oración sin un libro (…) Y muchas veces, abriendo el libro, no era menester más. Otras leía poco, otras mucho”
(Santa Teresa, Vida, 4, 9).
AMIGA DE JESÚS…
Tanta confianza tenía, que hasta se quejaba abiertamente… Porque Jesús no le ahorró sufrimientos y enfermedades… Así se dice que una vez iba de un monasterio a otro, llevada en una camilla a causa de las enfermedades que padecía, cuando se le apareció Jesús ante sus reclamos por las molestias. Y le dijo:
“Teresa, Teresa, así trato yo a mis amigos”. A lo que la Santa respondió:
“Con razón tienes tan pocos”
¡VAYA CONFIANZA!
Pues nosotros a hacer oración. Hacerla con confianza. Tenemos allí el gran ejemplo de Santa Teresa, y se lo podemos pedir, que nos ayude a ver en la oración en qué tenemos que cambiar. Y, para terminar, los que estamos en 10 minutos con Jesús de América Latina nos conviene saber que, uno por uno los hermanos y familiares de Teresa emigraron a América.
“Cuenta la tradición que Santa Teresa deseaba venir a lo que llamaban el Reyno de Guatemala. Y cuando pasó por Ávila, rumbo a América, su hermano Lorenzo de Cepeda, la Santa le dio una imagen de la Virgen para que la trajese aquí”
(Un mar sin orillas, Antonio Rodríguez Pedrazuela).