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SANTIAGO 1989

SANTIAGO 1989

Acudimos al Apóstol Santiago para ponernos bajo su patrocinio e intercesión, porque hoy es su fiesta. 25 de Julio, fiesta de Santiago Apóstol.

RECORRER EL CAMINO

Y quiero comenzar este diálogo Contigo, Jesús, recordando el año de 1989, que fue muy famoso en el mundo por la caída del Muro de Berlín, con el que se dio fin al comunismo. Ahora sé que fue el comienzo del fin de esa era trágica de nuestra historia humana.
Pero también hubo un suceso importante que tiene que ver con la ciudad de Santiago Apóstol, donde está enterrado el apóstol Santiago, al norte de España, en Galicia. Y es que fue allí convocado, por san Juan Pablo II, la segunda Jornada Mundial de la Juventud, que habían comenzado apenas unos años antes.
Allí se dieron cita miles y miles de jóvenes para estar con el Papa, para recorrer un camino. Es famoso el Camino de Santiago, que es como un símil de la vida, porque la vida es un camino que tiene muchas etapas.
Muchos aprovecharon para ir al encuentro con el Papa en aquel lejano año del 89, haciendo el Camino de Santiago. Y ahora, 34 años después, se dan cita de nueva cuenta los jóvenes con el Papa.
Ahora es el Papa Francisco, en una ciudad muy cercana a Santiago de Compostela, que es Lisboa. Y por eso también muchos harán, antes de llegar a Lisboa, el Camino de Santiago.

EVANGELIZAR HASTA EL FIN DEL MUNDO

Y como hoy es fiesta del apóstol Santiago, pues te quiero contar un poco su historia. Ya no solamente esta coincidencia de la Jornada Mundial de la Juventud, sino también un poco lo que le sucedió al apóstol Santiago en su vida.
Cuenta la tradición y quizá comenzamos un poquito por el final. Una tradición que surge de unos documentos del siglo XVIII que se conservan en la Catedral de Zaragoza y que se remontan a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, de cuando los apóstoles, fortalecidos con el Espíritu Santo, predicaban el Evangelio.
Se dice que por entonces corría el año 40 después de Cristo. El apóstol Santiago, el hermano mayor de Juan, hijo del Zebedeo, se fue a predicar a España.
Aquellas tierras eran conocidas como lo más lejano que podía existir, incluso muy cerquita ahí de Santiago de Compostela, está lo que se sigue llamando Finisterre, porque creían que hasta ahí llegaba el fin del mundo, porque todavía no se conocía América.
Bueno, y evidentemente, pues todavía no habían recibido el Evangelio, todavía se encontraban, aquellos hombres, atados al paganismo. Y así Santiago se lanzó a la misión evangelizadora.

UNA TIERRA DE MUCHOS SANTOS

Sin embargo, las narraciones cuentan que Santiago se estaba desanimando porque sus enseñanzas no fueron aceptadas en la Península Ibérica. Y Santiago, desalentado, se disponía a embarcarse en el río Ebro hacia el mar, de vuelta a Jerusalén.
Fue entonces cuando la Santísima Virgen María se le apareció sobre una columna -un pilar- y le pidió que no se rindiera, porque aquella sería su tierra, de la que surgirían muchos santos. Santiago obedeció y efectivamente, pronto se propagó el cristianismo en lo que hoy es España.
Y como bien sabemos, después de España surgieron muchísimos evangelizadores y muchísimos santos que llevaron la semilla del Evangelio a muchas otras partes del mundo, entre otras a la nuestra, a todo Latinoamérica. Bueno, a gran parte de Latinoamérica.

LA VIRGEN DEL PILAR

Los documentos dicen textualmente que en la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro, cuando oyó voces de ángeles que cantaban el Ave María y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo de pie sobre un pilar de mármol.
La Santísima Virgen, que aún vivía, le pidió al Apóstol que se construyera allí mismo una iglesia con el altar en torno al pilar donde estaba de pie, y prometió que permanecerá este sitio hasta el final de los tiempos, para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio.
Por eso el nombre de la Virgen de Zaragoza se llama la Virgen del Pilar. De ahí, pues, muchas chicas llevan también ese nombre, Pilar.
Bueno, pienso que podemos aprender en esta fiesta de hoy a meditar en la acción de Dios, en la vida de los santos y en concreto la vida del apóstol Santiago.

SANTIAGO Y JUAN

Y yendo ahora sí, un poquito para el comienzo del encuentro de Santiago con Jesús, pues nos vamos al Evangelio y lo vemos joven, junto con su hermano Juan (siempre estaba con su hermano Juan remendando las redes porque eran pescadores), cuando Jesús pasó a su lado y los llamó, y ellos dejando las redes y a su Padre, se fueron en pos de Jesús.
Su hermano Juan ya era conocido por el Señor. Él había estado con él toda una tarde, porque el Bautista se lo había señalado. Seguramente Juan ya le había contado a su hermano Santiago de Jesús.
El hecho es que fueron llamados por Jesús y ellos respondieron inmediatamente. Poco más tarde, el Evangelio nos narra un acontecimiento de estos dos hermanos al lado de su mamá, que se acercan al Señor y le pide la mamá a Jesús.
Fíjate nomás lo que le pide a Jesús: que sus hijos se sienten en el Cielo, en los primeros puestos y en concreto uno a la derecha y otro a la izquierda.
Y bueno, no sé, pero podríamos pensar inmediatamente un poquito mal de la mamá, ¿no? ¡Así como que gandaya! ¡Qué visión tan humana!
Y sin embargo, el Papa Juan Pablo II justificaba a la mamá de estos dos. Decía que era una mamá preocupada de asegurar el futuro de sus hijos, como toda buena madre, y que nada tonta al ver todo lo que Jesús hacía, pues quiso tener a sus hijos sentados uno a la derecha y otro a la izquierda.
¡Qué madre tan audaz! Seguramente por eso salieron así los hijos, igualmente de audaces.

PODEMOS, ¡CLARO QUE SÍ!

Pero Tú, Señor, en aquel acontecimiento, en aquella petición de la madre, inmediatamente aprovechaste para preguntarles:

«si estaban dispuestos a beber el cáliz que Tú ibas a beber, es decir, el sacrificio de llegar incluso hasta la cruz… »

(cf. Mt 20, 20-28).

Y ellos contestaron como siguen contestando a Jesús cualquiera que se precie de ser un joven o una joven y le contestaron:

«—Podemos».

Es decir, ¡Claro que sí!

Más adelante veremos de nuevo a Santiago, siempre pegado a su hermano Juan entre los pocos que acompañan al Señor al Monte Tabor y al Huerto de los Olivos. O sea que Jesús consideraba a estos dos hermanos muy cercanos a Él.
Sin embargo, al momento de la prueba, al momento de la Cruz, Santiago deja a su hermano Juan, y lo que es peor, abandona a Jesús…
¿No está Santiago junto a la Cruz? ¿Dónde estaba? Quién sabe… No aparece.
Huyó igual que hemos huido tantas veces tú y yo de la Cruz, que muchas veces nos pide Jesús cuando somos cobardes y acabamos en el pecado, en la tibieza.
Pero pedimos perdón, como seguramente también lo habría hecho el apóstol Santiago después de ver a Jesús resucitado. Así como pidieron perdón todos, menos Juan, porque todos huyeron de la Cruz y Jesús los perdona y los confirma en su misión, como nos confirma a ti y a mí, en nuestra misión de llevar el Evangelio a todo el mundo.

EL CAMINO DE LOS SANTOS

Primero, a Santiago lo vemos haciendo cabeza en la Iglesia de Jerusalén y luego, como ya te conté, se va a evangelizar a España. Poco después mandó el rey Herodes a decapitarlo, y tuvo la suerte de ser el primer apóstol en sufrir martirio. Y luego, todos los demás.
Bueno, todos los demás, menos Juan, su hermano. Paradójicamente, siendo Santiago el primero, su hermano inseparable, Juan es el único que no morirá mártir, sino morirá de muerte natural.
Vamos viendo muchas cosas en común con los santos en la vida de Santiago: la llamada, la respuesta al principio cobarde y luego valiente. Sus errores, sus pecados, sobre todo el volver a Cristo después de comprender su inagotable misericordia.
Pues ese es el camino de los santos. Ese fue el camino de Santiago, y ese es tu camino y el mío. Un camino de conversión que tiene muchas etapas.
Vamos a terminar nuestra meditación acudiendo como siempre a la Santísima Virgen. Podemos aprovechar la vida de este apóstol que, desanimado y decidido a huir, fue fortalecido por María del Pilar, para que también cuando nos desanimen nuestras flaquezas, nuestros errores, ella sea nuestro pilar y apoyo, nuestro sillar y cimiento… Que sobre los pilares, donde se ponen las cargas pesadas, que María, por designio Divino, sea el pilar del cristiano para cuando estemos desalentados.
Que ella sea la fortaleza de los afligidos, la salud de los enfermos, la consoladora de los afligidos y la causa de nuestra alegría. ¡Ruega por nosotros!

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