¿QUÉ NOS DICE DIOS EN EL EVANGELIO?
En el capítulo 10, el Evangelio de san Mateo presenta el momento en el que Tú, Jesús, eliges a los doce apóstoles y les das su primera misión. Aprovechas para darles algunas instrucciones para esa misión apostólica, sobre el modo de llevar a cabo la propagación del evangelio. Y sí, se puede entender como unas indicaciones, un protocolo de la misión. “Pero, Señor, no te refieres solamente a los apóstoles, sino a todos tus discípulos, a todos los que estamos llamados a llevar el mensaje del evangelio a todas partes; a ti y a mí, que hacemos en este momento este rato de oración”.
Cuando hacemos oración y nos ponemos delante del Evangelio -como en casi todos los casos lo hacemos en 10 Min con Jesús-, podemos pensar: ¿qué le quisiste decir a los apóstoles hace 2023 años, hace dos mil años? ¿Qué le quieres decir hoy a todos los hombres y a la Iglesia con tu mensaje en el Evangelio? También ahí se puede pensar ¿y qué me quieres decir a mí?
LEAMOS EL EVANGELIO
Eso es un ejercicio que podemos hacer siempre que leamos el evangelio, pensarlo. ¿Qué quisiste decir hace dos mil años? ¿Qué quieres decir ahora a la Iglesia, al mundo, a la gente? ¿Y qué me quieres decir a mí personalmente? Es diferente, ¿no? Puede uno entender un matiz diferente.
Vamos al evangelio de hoy, y te propongo que pienses qué te dice este evangelio a ti. Y Jesús, lo voy a leer despacio. Alguna vez nos puede pasar a los sacerdotes, y en estas meditaciones puede pasar alguna vez también, que cuando leemos el evangelio, lo hacemos con prisa. No, no, no. Es lo importante.
Lo que dice el Evangelio es lo importante. “Lo que dices Tú, Señor, es lo importante. Tendríamos que parar, hacer silencio y mirándote a ti, Jesús, preguntar: ¿qué me quieres decir? ¿Qué me quieres decir?”. Porque el Evangelio no es viejo. El Evangelio es nuevo, es actual.
EVANGELIOS QUE SON ACTUALES
Hoy, domingo, décimo tercero del tiempo ordinario, el Evangelio es de san Mateo y dice así: “En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que os recibe a vosotros, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe al que me ha enviado. El que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo. (Esto hace referencia a la primera lectura de la misa de hoy). El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa”. (Mt 10, 37-42)
Jesús, leyendo este evangelio, meditando este evangelio, una vez más compruebo que es radical. Porque el evangelio es radical, tu mensaje es radical.
INTERPRETARLO SEGÚN LAS CIRCUNSTANCIAS
Pero pensaba con cierta gracia, con buen humor, por ejemplo, en el caso de que alguno o alguna esté peleando con sus papás, podría decir: ¡bingo! ¡Jesús me lo dice clarito! No tengo que querer más a mi papá y a mi mamá. ¡No se puede entender así! Por eso es importante que cada uno vea qué le dice Jesús con esas palabras, ¿no? También hay que hacer el ejercicio: Señor, ¿qué luz me quieres dar con este evangelio?
También depende de mis circunstancias. No es lo mismo que esté tranquilo -por la circunstancia que acabo de mencionar-, no es lo mismo que esté peleando con mis papás o que esté tranquilo con mis papás, o con un hermano, o con un vecino… No es lo mismo que esté tranquilo en mi casa de vacaciones o en exámenes finales; o que esté rozagante de salud o enfermo en una clínica. No es lo mismo, no es lo mismo. No es lo mismo tener miedo a estar tranquilo por la vida.
Esta mañana un amigo me pidió que le hablara del miedo, porque en su ciudad están pasando miedo. Hay miedo, hay colectivo; hay miedo en la gente. Y él decía: No, no podemos tener miedo, tenemos que trabajar incluso más y querer más a la gente y servir más. Bueno, estuvimos hablando de eso. “Señor, te encomiendo a este amigo, a su trabajo, a su ciudad, a su gente”.
EVANGELIO, TRANSMITE LA VOZ DE JESÚS
“También tengo que pensar, Jesús, en qué situación estás Tú. ¿Cómo te quiero yo escuchar? ¿En qué circunstancia te escucho? Te podría escuchar caminando, mirando el lago o en una montaña… O te podría escuchar Jesús desde la cruz: ¿qué me hablas desde la Cruz?”
Mira, no me he podido sacar de la cabeza la imagen del Cristo de la Justicia, que está en la primera capilla entrando a la izquierda en la iglesia del Sagrario, al lado de la catedral de Quito. Estuve en Quito hace una semana y media y pude entrar y conocer algunas iglesias preciosas, únicas, diría yo, aquí en América Latina.
JESÚS NOS MIRA
Me gustó mucho esa imagen del Cristo de la Justicia en la capilla del Sagrario. Está allí Jesús sentado en su cetro, cubierto con un paño de hombros bellísimo, riquísimo. Pero Jesús ya ha sido flagelado, ya está coronado de espinas y te mira con unos ojos de tanta compasión, de tanta misericordia; con unos ojos que te transmiten que es un hombre justo. Se llama el Cristo de la Justicia no porque imparta justicia, aunque también Señor, tú impartes justicia desde la Cruz, claro, porque es tu trono, el trono de tu realeza es la Cruz.
Pero quiero entender que Jesús nos mira -te mira, me mira- en este momento con unos ojos de un hombre justo, de que es justo. “Y así Señor, con esa justicia que veo en tus ojos es que me puedes pedir lo que quieras, con esa bondad que experimento en tus ojos, en tu mirada ¡me puedes pedir lo que quieras! Me puedes pedir que deje a mis papás y te siga; o que te quiera más a ti que a mis amigos, o que a los más grandes amores de esta tierra y que te siga así”. Y lo voy a hacer, lo voy a hacer.
NO SOMOS DIGNOS DE DIOS
“Pero claro, Señor, como estamos haciendo oración, también podríamos pensar cuál es el sentido de lo que dice el Evangelio. Sobre todo ese: “No es digno de mí”. Yo te sugiero que lo medites hoy a lo largo del día, en el silencio de tu corazón. No es digno de mí. ¿Qué quieres decir Señor con ese “No es digno de mí?”.
Y quiero leerlo de la siguiente manera: quiero traducirlo como que Jesús nos quiere decir que todavía, quién es así, quién actúa así, no depende afectivamente de Él todavía. Podríamos pensar, por ejemplo, ahora en san Pablo, cómo decía que tenemos que tener los mismos sentimientos de Cristo y el mismo corazón de Cristo. Entonces, pues depender afectivamente de Jesús.
O puede ser también ese digno en cuanto a adaptarse. “No es digno de mí” Jesús querrá decir “todavía no se ha adaptado a mí”.
Otro asunto es ver la vida desde el fruto. Por eso también, Señor, dices, quien “encuentre su vida la perderá y quien pierde su vida por mí la encontrará”. Es el fruto que estamos buscando, el fruto de la redención, el fruto de la acción de la gracia en las almas, el fruto de la santidad. No puede ser más importante nada en nuestra vida que la voluntad de Dios.
SEÑOR, SE NOS ACABA EL TIEMPO
Aquí tenía unas palabras del Papa que comenta que el afecto de un padre o la ternura de una madre es muy bueno, es legítimo, pero no puede ser antepuesto a Cristo. Pero bueno, ya se nos acaba el tiempo.
Señor, seguimos en oración. Miramos a tu Madre bendita y también vemos en sus ojos que nos invita a poner en ti todos nuestros afectos, nuestro amor, nuestro futuro, nuestro presente, todas nuestras energías, todas nuestras fuerzas, ponerlas en ti, en tu amor, en tu corazón.