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¿SERÁ UNA SEÑAL DEL CIELO?

SEÑAL DEL CIELO

Un hombre no podía dormir, y no era por haber cenado fuerte o por el agobio económico que estaba pasando en aquella época, sino por un sueño que no le dejaba tranquilo.

No era precisamente una pesadilla, sino una imagen para él era enigmática y desconcertante: en ese sueño muchas veces se repetía un número de varios dígitos y claro, no le dejaba dormir.

Por fortuna tenía a mano papel y lápiz en la mesa de noche, y aún medio dormido o medio despierto, las neuronas le dieron y escribió ese número, una de las veces que se despertó en medio de la noche. Y se volvió a dormir.

¿Será una señal del cielo? – pensaba aquel hombre- ¿Debo jugarme ese número en la lotería? ¿Cómo debo interpretar este signo?…

Cuál fue su sorpresa al levantarse a la mañana siguiente y revisar el número que había anotado. Comprobó que el número que había soñado y que había escrito en el papel era su cédula de identidad (su DNI, su RUT, etc.). Al menos le sirvió para reírse un rato.

A veces también nosotros estamos esperando señales del cielo, y la señal es más simple de lo que esperamos; tenemos esa expectativa de lo extraordinario, de lo espectacular, de lo asombroso, y Dios habla tantas veces en el lenguaje de lo corriente, de lo normal, de lo de siempre.

Aquel hombre esperaba que le llegase una señal del cielo, y no le fue dado ningún otro signo que el de su cédula.

Esa misma expectativa la tenían las personas que acudían a Ti, Jesús. Evidentemente razones había por que te habían visto y habían escuchado de tus prodigios.

SEÑALES DEL CIELO

Es lo que vemos en el Evangelio de hoy, pero con un tono de incredulidad, y hasta de desafío:

«Entonces algunos escribas y fariseos se dirigieron a él:

—Maestro, queremos ver de ti una señal»

(Mt 12,38).

Ya sabemos por los personajes que seguramente eso era una trampa y Tú, Jesús, que disciernes en lo más profundo de los corazones, ves en la petición que te hacen una profunda falta de rectitud y se nota en tu respuesta:

«Esta generación perversa y adúltera pide una señal, pero no se le dará otra señal que la del profeta Jonás.

Igual que estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en las entrañas de la tierra tres días y tres noches»

(Mt 12,39-40).

Dudo mucho que aquellos escribas y fariseos hayan comprendido el mensaje, pero nosotros sí, ya sabemos a que se refieren estos tres días.

La señal de tu divinidad iba a ser la Cruz. La prueba de tu omnipotencia será padecer y morir verdaderamente por nuestros pecados y resucitar al tercer día.

Y desde entonces, tu señal y la señal de todos los cristianos es la señal de la Cruz.

Es sorprendente cómo este evangelio se sigue repitiendo en nuestros días. Nosotros te pedimos, Señor, que nos mandes una señal de tu cercanía, de tu omnipotencia, de tu bondad, de tu amor…es la oración de petición que tantas veces te hacemos y lo que nos encontramos es la Cruz, tu Cruz, Jesús.

Por supuesto, eso no era lo que te habíamos pedido, no te habíamos pedido la cruz, pero pareciera que no tienes otra respuesta que ésta.

Es como si no tuvieses otro modo de demostrarnos que todo lo puedes y de que te importamos muchísimo, sino a través de la Cruz y la verdad es que difícilmente existe otra muestra mayor de la omnipotencia y del amor de Dios que la cruz, pero Señor,

¡Cuánto nos cuesta quererla!

LA CRUZ ES SIGNO DE LA OMNIPOTENCIA DE DIOS

No era lo que pedíamos; es más, incluso lo que te estábamos pidiendo era que tu omnipotencia se mostrase quitándonos la Cruz, el sufrimiento, el dolor.

Pero no hay mayor muestra de omnipotencia que la de sacar un bien a partir de un mal, y por eso, la Cruz es signo de la omnipotencia de Dios.

Te estábamos pidiendo que tu bondad y tu amor se mostrasen quitándonos la Cruz. Pero no hay mayor muestra de bondad y de amor que entregarse generosamente al otro, y por eso, la Cruz es signo de la bondad y del amor de Dios.

Del Dios cercano, del Cristo que pasa por nuestro camino esperando unas espaldas que le ayuden a cargar con el peso de nuestros pecados y los de la humanidad.

Sí es verdad que a veces las neuronas no nos dan para verte en las cosas no tan buenas que nos suceden, cuando pasas muy cerca de nosotros con tu Cruz.

Nos falta dar ese paso de la visión meramente humana de lo que nos sucede, a la visión sobrenatural de Cristo que pasa con su Cruz.

Pero cuando sí nos damos cuenta, quisiéramos tener más rapidez para aceptarla.

Hoy, en el Evangelio mencionas a Jonás, que fue un modelo borroso de lo que se produciría después:

 «Igual que estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en las entrañas de la tierra tres días y tres noches».

La comparación es válida pero claramente no es igual. Entre otras cosas, porque lo de Jonás fue -vamos a decirlo así- un «accidente». Estaba nuestro amigo tranquilo, escapando de la voluntad de Dios, y ni remotamente pensó que le iba a pasar aquello de la ballena pero no le quedó otra que resignarse a su triste situación, esperando un milagro, que después sucedió.

LA CRUZ ES AMOR

En tu caso, Señor, llevas esto mismo a la perfección.

Canta aquel conocido villancico “Yo vine a la tierra para padecer…”.Y tiene muchísimo sentido porque la Cruz no es un accidente, la cruz no fue un error de cálculo. Allí no hay espacio para la resignación, en cambio si hay espacio para el amor.

La Cruz fue buscada por Tí, fue amada por Tí, pero no en sí misma, porque lo vemos en la oración del Huerto de los Olivos, en la agonía de Getsemaní, sino que fue amada por el bien inmenso que traía consigo.

Del mismo modo, tú y yo, mientras hacemos este rato de oración con Jesús, le pedimos que nos mande siempre señales de su amor, porque las necesitamos siempre, para no desanimarnos por ejemplo.

Pero si no se nos da otra señal del amor de Dios que su Cruz, ya sea en forma de enfermedad, de apuro económico, de angustia o del modo que sea, que amemos esa cruz, no por sí misma, porque nosotros evidentemente no somos masoquistas, sino por el inmenso bien que trae consigo, porque es Cristo, porque eres Tú Jesús, que pasas muy cerca de nuestras vidas.

QUE SEPA VER EL AMOR

Hemos oído hablar del don del discernimiento que nos concede el Espíritu Santo, para ver las cosas de Dios, para conocer las cosas del cielo y Nuestra Madre, María tenía este don en grado supremo.

Allí donde otros veían mala suerte, o donde veían contradicciones, capaz otras personas verían en lo que le sucedía a María en su vida abandono de parte de Dios o incluso ensañamiento de parte de Dios, ella en cambio lo que vió una oportunidad de oro: una oportunidad para amar generosamente y de allí el secreto de su paz.

Le pedimos a ella que nos comparta también ese secreto de esa paz independientemente de todas las contradicciones, de los sufrimientos, de los dolores, de las angustias.

Le pedimos su ayuda para saber captar al vuelo, que esas cosas son  señales del cielo, no es Dios que nos odia, es Dios que nos ama, Dios nos manda esas señales de su cercanía y las queremos amar también nosotros, las queremos distinguir especialmente cuando nos vengan en forma de cruz.

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