En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó:
“¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”
(Mc 12, 28).
“Y nosotros también Señor te preguntamos con este escriba: ¿Qué es lo más importante?” porque nuestra vida está llena de diferentes obligaciones y de diferentes actividades. Diferentes cosas que nos gustan, que nos atraen…
“¿A qué le tenemos qué dedicar más atención? ¿Más tiempo? ¿Más corazón? Y Tú nos miras con cariño, como miras a ese escriba y nos dices:
“Jesús le respondió: el primero es: escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”
(Dt 6, 4-5).
DIOS, LO MÁS IMPORTANTE
Nos animas a mirar a Dios como lo más importante; a tenerlo como lo más importante en nuestra vida y amarlo. Amarlo, no como obligación, sino con ganas, con deseos de hacer Su voluntad.
De obedecer lo que nos manda, de entender lo que nos pide también, porque todo lo que Tú Señor nos pides es bueno, nos hace bien. Es lo más conveniente.
Esas palabras que Tú le respondes al fariseo, no son como las palabras que escuchamos, en las parábolas por ejemplo o en otros momentos en los que hablas amablemente con Lázaro y Marta y María o con Simón en Betania…
LA SHEMÁ
Son palabras de la Biblia las que Tú citas Señor. Es bonito ver como Tú mismo, en muchas ocasiones, citas diferentes libros del Antiguo Testamento”.
En este caso, se trata de un pasaje del libro del Deuteronomio; un pasaje muy famoso que se llama:
“La Shemá”,
Porque Shemá significa escucha. Y estas palabras empiezan con esas palabras:
“Shemá Israel”:
Escucha Israel.
LIBRO DEL DEUTERONOMIO
Palabras del Deuteronomio que todos los judíos se sabían de memoria. Te voy a leer lo que continúa en el libro del Deuteronomio, dice estas palabras que cita Jesús y, justamente después, continúa diciendo:
“Que estas palabras que Yo te he dicho hoy estén en tu corazón. Las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas cuando estés sentado en casa y al ir de camino, al acostarte y al levantarte.
Las atarás a tu mano como un signo, servirán de recordatorio ante tus ojos. Las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portones”
(Dt 6, 6-9).
(Las jambas son como las columnas o los postes laterales que están en una puerta, a través de la cual uno pasa.)
EN NUESTRO CORAZÓN
“Pues Tú Señor, en estas palabras del Deuteronomio, nos animas a tener estas palabras en el corazón”.
“Que estas palabras estén en tu corazón”.
¿Qué es lo que hay en el corazón? Pues lo que amamos. Y, lo que hay en el corazón, sale a flote en cuanto tenemos un momento de silencio y cuando estamos un poco en paz, las cosas que amamos nos vienen a la mente.
REPETIRLAS A LA GENTE QUE AMAMOS
“Tú Señor, quieres que estas palabras estén en nuestra mente. Que estén en nuestro corazón. Que las repitamos a nuestros hijos; o sea, que no se queden en nosotros, sino que las transmitamos a la gente que amamos”.
Que hablemos de ellas en todo momento, cuando estemos en nuestra casa y cuando estemos fuera de ella. Cuando estemos acostados y cuando estemos haciendo alguna cosa, en acción…
“Las atarás a tu mano con un signo. Servirán de recordatorio ante tus ojos…”
P. RANIERO CANTALAMESSA
Explica Raniero Cantalamessa, en una homilía de este Evangelio:
“Es difícil no exagerar la importancia de estas palabras. Son el fundamento del monoteísmo judío y cristiano. Todo judío piadoso la recitaba tres veces al día de cara al templo de Jerusalén.
Una práctica que, también, Jesús y sus apóstoles siguieron fielmente. Son palabras contenidas en las, así llamadas, filacterias o franjas que los hebreos ortodoxos traen también hoy atadas al brazo o en un pequeño estuche llamado Mezuzah que llevan en la frente y cuelgan en la puerta de la casa”.
Literal, algunos judíos ortodoxos hacen lo que este pasaje del Deuteronomio animaba: a tenerlas atadas a la mano; a través de esas franjas que cuelgan, así como tiras de sus mangas.
MEZUZAH
Ahí están escritas estas palabras o en ese estuche frente a los ojos o porque lo colgaban en su sombrero que, comenta Raniero:
“Que llevan este estuche y que lo llevan en la frente y luego lo cuelgan en la puerta de su casa…”
O sea, en las jambas.
Busqué esta palabra: Mezuzah y, literalmente, Mezuzah significan estas jambas; esas puertas en las cuales los judíos (algunos) ponen estas palabras ahí colgadas para tenerlas muy presentes.
VIVIR LA PALABRA
Más allá de la materialidad de tenerlas escritas y tenerlas físicamente frente a los ojos, Tú Señor quieres que las vivamos, porque son palabras que hablan de una especial relación con Dios.
Dios me habla y me pide algunas cosas y me pide que las haga por amor. O sea, Dios me pide que Lo ame y que le demuestre el amor también, cumpliendo con Su palabra.
Hace unos días, leímos cómo Jesús le responde a un apóstol que le pregunta:
“¿Por qué te vas a manifestar a nosotros nada más y no a todos?”
y Tú le respondes:
“El que me ama cumplirá Mi palabra y Mi Padre lo amará y vendremos a Él y haremos en Él nuestra morada”
(Jn 14, 22-23).
“El que me ama cumplirá Mi palabra…”
Si amamos a Dios, lo lógico es que queramos hacer Su voluntad; que queramos hacer Sus palabras y esta cita del Deuteronomio es especial y un judío la tiene tan clavada, porque es como una alianza, como una relación con Él.
HISTORIA EN AUSCHWITZ
En esta misma homilía, continúa el padre Cantalamessa diciendo:
“Muchos hebreos en Auschwitz iban hacia la muerte con estas palabras en los labios: Shemá Israel.
En un manuscrito encontrado en 1952, junto a uno de los hornos crematorios, está descrito un episodio dramático. Un rabino, proveniente de Francia, Moshe Friedman, antes de ir a la muerte, se acercó a un alto funcionario nazi y, habiéndose aproximado junto al bávaro, «con voz leonina», le anunció el castigo divino por todo lo que hacían a su pueblo.
En consecuencia, se puso el sombrero en la cabeza y «con infinito arrojo», se puso a proclamar: «¡Shemá Israel!» y todos los demás hebreos le siguieron gritando a su vez: Shemá Israel.
Y escribe el testigo de la escena, que un extraordinario sentido de lo sobrenatural se apoderó de todos los presentes.”
UNA NUEVA SHEMÁ
Habrá sido un momento impresionante por todo lo que significó y, efectivamente, es una oración; es un modo de recordar que somos el pueblo de Dios. Que Dios nos mira, que nosotros Lo escuchamos.
Nosotros no repetimos esas palabras del Deuteronomio (bueno, los sacerdotes sí lo repetimos con cierta frecuencia en la Liturgia de las Horas), “pero Tú Jesús nos muestras una nueva Shemá.
Porque cuando Tus apóstoles te piden que nos enseñes a orar, Tú les dices:
“Cuando recen digan: Padre Nuestro que estás en el Cielo, santificado sea Tu nombre, venga Tu Reino…””
(Lc 11, 2).
Y, al fin de cuentas, es el mismo espíritu; es obedecer a Dios. Es amarlo como hijos. Es quererlo, es querer hacer Su voluntad:
“Hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo…”
REPETIR EL PADRE NUESTRO
Es lo que decimos a Dios en el Padre Nuestro que repetimos.
Los judíos repetían la Shemá tres veces al día mirando hacia el Templo. Pues nosotros, repetir el Padre Nuestro también muchas veces al día porque, a fin de cuentas, expresa ese deseo filial, ese deseo de querer agradar a nuestro Padre Dios.
Acudimos a la Virgen, para que ella también -que repetía esas palabras- nos ayude a tener ese espíritu de hijos de Dios, de querer hacer la voluntad de nuestro Padre y así agradarle.
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