SIERVO DE LOS SIERVOS DE DIOS
Hace más de catorce siglos, aproximadamente, hubo una disputa entre el Papa Gregorio I (san Gregorio) y, en ese entonces, el arzobispo de Constantinopla, por quién utilizara el título más importante.
El arzobispo de Constantinopla adoptó el título de “Patriarca Ecuménico”; es decir, de toda la humanidad, de todo el mundo. Entonces, san Gregorio decidió adoptar también un título. Un título que describiera muy bien cuál era su oficio, cuál era el encargo que Jesús, “que Tú Señor le habías dejado”.
Así que san Gregorio, Papa, adoptó el título de: “Siervo de los siervos de Dios” como un signo de humildad, mientras el otro buscaba tener el título más aparatoso, más importante. Gregorio decidió utilizar lo que describe muy bien su oficio como vicario de Cristo: el siervo de los siervos de Dios.
Y es así como, con el paso del tiempo, los papas utilizarán este título y los documentos importantes con los que toman las decisiones llevan este título: Siervo de los siervos de Dios.
FORMACIÓN DE LOS DISCÍPULOS
“Quería empezar este rato de oración contigo Señor, recordando este suceso. Porque tiene mucho que ver con lo que sucede en este pasaje del Evangelio que hemos leído, que escucharemos en la misa de hoy domingo”.
El Señor atraviesa Galilea, con perfil bajo; no quiere que nadie se entere porque quiere instruir a sus discípulos. Esto es muy bonito: ver cómo el Señor se preocupa por la formación de los Suyos.
Y no es porque los vaya a sentar a todos a leer libros y aprendérselos de memoria, sino porque tienen la fortuna de escuchar esas enseñanzas de la boca del mismo Dios hecho Hombre.
Les explicaría muchas ideas, muchas parábolas, cosas que habría dicho antes, preparándolos para ese ministerio que debían desarrollar cuando Él ya no estuviera o incluso estando Él.
MISTERIO DE LA CRUZ
Es muy llamativo encontrar que, una de las primeras cosas que el Señor nos dice en este momento de formación, también de descanso, es la Cruz. Jesús les dice:
“El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará”
(Mc 9, 30-31).
Es llamativo y al mismo tiempo no nos debe sorprender, que lo primero que el Señor enseña a sus discípulos y también a nosotros, es el misterio de la Cruz.
Hace unos días celebrábamos la fiesta de la Exaltación de la Cruz, un escándalo, una insensatez… Pues es la primera lección que el Señor les da o que los evangelistas nos han querido trasmitir en este momento, en el que Jesús se sienta para hablar con los suyos, para prepararlos.
San Marcos nos dice que ellos no entendían, dice:
“…les daba miedo preguntarle”
(Mc 9, 32).
Entonces, después de haber hablado de estas cosas y otras más, siguen su camino hacia Cafarnaúm (que podemos llamar su centro de operaciones).
CAFARNAÚM
Por lo visto, en el camino después de haber escuchado estas enseñanzas sobre la Cruz y otras más, los discípulos venían discutiendo de algo. El Señor oiría, pero callaba.
Una vez en casa, en Cafarnaúm, ya sentado, tal vez descansando después del camino, les dice:
““¿De qué discutías por el camino?” Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante”
(Mc 9, 33-34).
Desde luego, Jesús sabía de qué discutían, es Dios. Quería hacerles esta pregunta: ¿Quién es el más importante?
Al leer este pasaje del Evangelio, pensaba en esta discusión entre el Papa san Gregorio y el arzobispo (luego patriarca de Constantinopla). ¿Quién tiene el título más rimbombante, más llamativo, el mejor…? y san Gregorio contesta: “Siervo de los siervos de Dios, yo estoy aquí para servir”.
SER SENCILLOS
Es lo que el Señor nos dice en este pasaje:
“Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: “Quien quiere ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos””
(Mc 9, 35).
Siervo de los siervos de Dios.
“Entonces tomó un niño, lo pone en medio de ellos y les dice: “El que acoge un niño, como este, en mi Nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a Mí, no me acoge a Mí, sino al que me ha enviado””
(Mc 9,36-37).
Los niños son tan sencillos, incluso, que a los padres les hacen pasar vergüenza cuando dicen algo sin filtro; por tanto, los niños dicen lo que piensan.
De esta manera, el Señor anima a los apóstoles a que sean sencillos. A que sepan que pueden confiar en Él y le digan lo que está pasando. Ellos, además pelean por el primer puesto, ¿quién es el más importante?
Nos dice el evangelista que tienen miedo de preguntarle. Les falta confianza con el Señor, les falta sencillez pero, además, les cuesta entender y aceptar el misterio de la Cruz.
El Señor les ha hablado directamente de Su muerte. Ese es otro de los grandes misterios que a todos nosotros nos asusta; todos nosotros, por nuestra condición humana, podemos experimentar ese temor, ese miedo a la muerte.
CONFIAR EN EL SEÑOR
Es lo que experimentaron los apóstoles al escuchar hablar así al Señor. Es el gran misterio de un Dios que se encarna pero que, además, quiere pasar por la muerte y está dos días en el sepulcro.
Lo que olvidan los apóstoles, porque no lo saben, es que el Señor resucita al tercer día y encontramos ese misterio. Dios resucita, Dios no defrauda, por eso “Tú Señor les dices:
“Confíen en mí, Yo puedo más”.”
A ti, a mí, el Señor nos invita a confiar más en Él, a confiar en la Cruz.
Hace unos días celebrábamos la fiesta de la Exaltación de la santa Cruz… ¡un escándalo!
Vamos a pedirle al Señor que nos ayuda a llevar esa Cruz de cada día. Que nos ayude también a saber servir; porque de una parte del Señor le llama la atención por esa falta de sencillez, por eso de buscar tener los primeros puestos, de ser los mejores… y por huir de la Cruz.
LA OBRA BIEN HECHA
Eso también nos lo dice a ti y a mí: que no huyamos de la Cruz; que sepamos confiar en Él; que busquemos trabajar, estudiar, para ser santos. Para llevar todas las cosas a Dios, sirviendo a Dios, sirviendo a la Iglesia, sirviendo a nuestra familia, en nuestra sociedad.
Cuántas cosas dependen de que tú y yo trabajemos bien, que estudiemos bien, que hagamos bien. Cuando no se hacen bien las cosas, cuando no has hecho bien una pista, por ejemplo y, al poco tiempo con unas lluvias, ya tiene agujeros, se ha deteriorado, uno dice: ¿por qué aquí no se ha hecho bien esto?
Eso depende del trabajo de unas personas, si han trabajado bien, si han sido honrados…
Así, mil y un cosas dependen de que tú y yo hagamos las cosas para la gloria de Dios y no faltará la Cruz. El Señor nos dice que después de ese misterio de la Cruz, está la gloria. Pero para llegar a esa gloria necesitamos pasar por el calvario.
“Ayúdanos Señor a vivir de ese modo. Nosotros que queremos ser apóstoles Tuyos, queremos seguir Tus huellas; para eso, también, debemos seguir las huellas de la Cruz.”
Pedimos a nuestra Madre Santísima que nos enseña a vivir esto que decía el Papa san Gregorio:
“ser siervos, servir a Dios”.