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P. Juan Pablo

5 min

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SIXTUS, EL AMIGO DE SAMUEL

El Centurión pidió a Jesús por la salud de su criado. Imaginamos como pudo haber sido la realidad que nos contextualiza en la escena.

SIXTUS Y UNAS PALABRAS QUE CONMOVIERON A JESÚS 

En el Evangelio de hoy aparece un personaje en Cafarnaún, un centurión. Vamos a meterle imaginación. Supongamos que este centurión se llamaba Sixtus. Y que tenía un buen amigo judío, un rabí llamado Samuel.

Samuel el rabino, llegó a conversar a causa de su buen amigo Sixtus, quien era centurión del Imperio Romano. Conversaban con frecuencia, pues eran amigos. Una amistad como esa no era tan común, ya que se trataba de gente muy distinta, de pueblos y religiones diferentes. 

Pero había otros asuntos que los unían. Samuel puso en contacto a Sixtus con su hermano Josué, que era muy buen comerciante. Era capaz de vender desde un frasco de arena del desierto como souvenir a los turistas, hasta un elefante traído desde la India, a un excéntrico coleccionista. 

UN BUEN AMIGO

Josué utilizó sus dotes de comerciante y le consiguió a Sixtus, el excelente terreno donde, finalmente el oficial romano construyó su palacio. Esas relaciones comerciales no eran todo, ni lo más importante por lo cual eran amigos. 

Sixtus quien llegó muy joven a Cafarnaún, venía de otra ciudad. Era aún soltero, y quedó perdidamente enamorado de Noemí, la hermana del comerciante y del rabino. Sixtus era todo un -gentleman- y conquistó a la señorita con facilidad, de forma que se casaron, incluso antes de terminar la construcción de su palacio. 

Samuel al principio no estuvo de acuerdo con ese matrimonio, lo consideraba una gran deshonra. A pesar de la simpatía que tenía hacia Sixtus, no podía dejar de pensar que él era un gentil, un hombre sin fe, no apto para una joven judía. Tenía miedo de que ella se enfriara y perdiera el amor a Dios por el amor al hombre. 

SIXTUS, EL AMIGO DE SAMUEL
UNA ESPOSA LLENA DE FE

Noemí tranquilizó a su hermano y le animó diciendo: – Hermano, qué egoísta eres. Piensa que con Sixtus puedo compartir mi fe, además de mi amor. El Señor me lo ha puesto en el camino y estoy decidida a poner todo de mi parte, para que con mi ayuda encuentre al Creador. El Señor sabrá como hacerlo. A Él le basta nuestra buena voluntad. 

Samuel escuchaba a su hermana con agrado, aunque muchas veces le parecía un tanto ingenua. Sixtus amaba a Noemí y fue, a través de ella, por quien por primera vez escuchó los relatos del Antiguo Testamento, de la Creación y del Éxodo. Pero, sobre todo, las historias de las heroínas de Israel, a quienes Noemí tenía gran admiración. 

Además de quedar cada vez más enamorado de su mujer, al escucharla, comenzaba también a enamorarse de esas historias; o más bien, de la palabra que imperceptiblemente se escuchaba detrás de todos estos maravillosos relatos. 

UN HOMBRE DE BUENA VOLUNTAD

Quizá la influencia de su esposa más que la amistad con Samuel, fue lo que le llevó a ayudar, con tan buen ánimo y generosidad, para la construcción de la sinagoga de la ciudad, que por diversas razones no existía. A pesar de que Cafarnaún era una ciudad importante. 

Un centurión tiene mucho poder militar, pero también político, y fue su mujer quien inclinó ese poder, hacia el beneficio de su pueblo. Así como hicieron tiempo atrás las antiguas heroínas de Israel

Bueno, después de este proemio, volvamos al inicio de nuestra narración..

Samuel llegó a casa de Sixtus para conversar. En esta ocasión se trataba de una conversación especial, pues Samuel traía algo especial en el corazón. Estaba muy contento, venía de la sinagoga donde había escuchado hablar a Jesús. 

SIXTUS, EL AMIGO DE SAMUEL
JESÚS ILUMINA AL HABLAR

Toda la sabiduría que había acumulado durante años, aunque tampoco tantos, porque Samuel no era tan mayor, apenas llegaba a los cincuenta. Toda esa sabiduría que había aprendido, le parecía como una sombra, comparada con el sol que acababa de contemplar. 

Es más, todo lo que sabía comenzó a encontrar un nuevo sentido, más bello y verdadero al estar frente a Jesús. Todo comenzó a brillar con una nueva luz. Con una luz que por fin había llegado a las tierras de Zabulón y Neftalí. 

Por las palabras entusiastas de Samuel, Sixtus percibió en su interior, la grandeza y el poder de este nuevo personaje. Y sin dudarlo, le pidió a su cuñado que fuera a pedirle la gracia de la salud de Titus.

(¿Quién era Titus? Titus era el hijo de la nana que lo había cuidado de niño y ahora, era uno de los hombres de confianza en la administración de su palacio). 

PEDIR CON CONFIANZA Y FE

Titus estaba, según el parecer de los médicos, sin ninguna esperanza de vida. No pasaría de tres días. La tristeza de Sixtus desapareció con la esperanza de conseguir la salud para Titus. 

Samuel aceptó el encargo con un gusto doble. En primer lugar, porque realmente estimaba a su cuñado y quería verlo contento. Y, en segundo lugar, porque realmente quería acercarse a Jesús y hablar con Él. Quería manifestarle la gran admiración y amor que estaba experimentando al verlo y al escucharlo. Y esta era la ocasión propicia. 

Así pues, Samuel se hizo acompañar de varios amigos y fueron hacia Jesús. Al verlo y tener un recado tan importante que darle, Samuel se acercó a Jesús con gran seguridad, y no sintió ninguna timidez para hacer la petición

SIXTUS, EL AMIGO DE SAMUEL
BASTA CON QUE DIGAS UNA PALABRA…

Como que su mirada le incitaba a ser audaz con su petición. Jesús lo miraba con cariño, con amor y lo animaba a pedirle. Sus compañeros fueron de igual sentir y le decían al maestro:

“Merece que le concedas este favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga”. 

Jesús se puso en marcha con ellos. Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle

“Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que entres en mi casa. Por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano.

Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno ve y va, a otro ven y viene. Y a mi criado, haz esto y lo hace”

(Lc 7, 1-10).

Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración. Y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo:

“Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande”. 

UN HOMBRE DE FE

Al escuchar tales palabras, Samuel entendió que su cuñado tenía más fe que él. Y, sin embargo, no sintió una envidia amarga, sino una gran alegría al ver cómo Jesús hacía cercano a Dios a todos los hombres de buena voluntad. 

Y Él mismo experimentó un aumento de fe y amor a Dios como nunca lo había soñado. Ese Dios que él conocía y adoraba desde pequeño, estaba más cerca. Estaba dulcemente cerca. Se había acercado al hombre para nunca más dejarlo. 

Acudimos a nuestra Madre, la Virgen, para que nos ayude a descubrir esa tremenda cercanía de Jesús con nosotros y que nos ayude a tener mucha confianza en su Hijo, así como la tuvo este centurión.


Citas Utilizadas

1 Tim 2, 1-8

Sal 27

Lc 7, 1-10

Reflexiones

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero te suplico que entres a este pobre corazón al recibirte en la Eucaristía.

Predicado por:

P. Juan Pablo

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