Hoy es día de fiesta en toda la Iglesia. Celebramos la Solemnidad de Todos los Santos. Ahora, quiero aclarar que no se trata de la colección de los santos que uno conoce dentro del catálogo de los santos.
Lo digo porque uno lo ve en las redes sociales, con la mejor de las intenciones, pero aparece, por ejemplo: la Santa Madre Teresa de Calcuta, San Juan Pablo II, el Santo Padre Pío, no sé, San Juan Nepomuceno y Santa Rita.
Pues no, no es esa la fiesta que celebramos hoy. Hoy celebramos a todos aquellos que no tienen una fiesta propia pero que son santos.
SANTOS NO CANONIZADOS
Aquellos que no están en las listas de santos, pero que son santos. Lo que sucede es que la Iglesia desconoce la lista completa, pero es muy consciente que hay muchísimos santos más, que aquellos que han sido canonizados.
O, como lo pone un pequeño Misal que tengo:
“Hoy la Iglesia nos invita a dirigir la oración a los hombres y mujeres, cuyos nombres nos son desconocidos, que siguieron a Cristo aquí en la tierra y se encuentran ya en el Cielo”
(Misal Romano Diario, Midwest Theological Forum).
Es precisamente a lo que nos animaba el Papa Francisco en la Encíclica Gaudete et Exultate cuando nos decía:
“No pensemos solo en los ya beatificados o canonizados. El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de Dios (…) Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad»” (Gaudete et Exultate 6 y 7).
Y, por supuesto, esta “clase media de la santidad” no significa santidad mediocre, porque esa no existe, sino que se refiere a los que no han sido noticia pero que han sostenido al mundo, cada uno desde su esquina, pasando desapercibidos.
“Y Tú, Señor, al proclamar las Bienaventuranzas que leemos en el Evangelio de hoy, seguro que piensas en toda esa multitud de santos que supera cualquier lista que podamos hacer nosotros los hombres…
TU TAMBIÉN PUEDES
Aquellos que san Juan describe en el Apocalipsis:
“Una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.”
(Ap 7, 9).
Comprender esto es muy importante. ¿Por qué? Te lo explico con un ejemplo:
“Durante siglos se pensó que era físicamente imposible para el ser humano correr una milla en menos de 4 minutos. Después de miles de años y millones de carreras, seguía pareciendo imposible. Se le llamaba “La Barrera de los 4 Minutos” y algunos médicos se aventuraron a decir que, si se intentaba superar, el corazón humano estallaría.
Pero, el 6 de mayo de 1954, un joven estudiante de medicina de Oxford, Roger Bannister, logró cubrir la milla en 3:59 minutos. Aquello fue una hazaña.
Y lo que vino después fue otra hazaña mayor: El australiano John Landy batió ese récord al mes siguiente.
Al año siguiente tres atletas bajaron de 4 minutos. En cinco décadas miles de atletas lo lograron.
Todo comenzó cuando alguien demostró que se podía. Así es también con la santidad. Cuando ves que alguien como tú lo logra, te das cuenta de que se puede. Y si se puede… entonces tú también puedes” (Pedro Ballester, Jorge Boronat)
¡Ahí lo tienes: ellos pudieron, entonces tú también puedes! O sea, no hay excusas: Dios no te pide más de lo que puedes dar.
Y, como puedes ser santo, te pide que lo seas. Allí donde estás, en tus circunstancias, en tu familia, en tu trabajo o en tu estudio.
La meta nos puede parecer demasiado ardua, no nos vemos capaces… Pero aquí viene la buena noticia: no estamos solos, no estás solo.
Por eso acudimos a todos esos santos. Hoy lo hacemos a consciencia, pero es algo que hacemos muchas veces en el año.
ANIMEMOS A OTROS CON NUESTRA GENEROSIDAD
Basta con leer uno de los posibles prefacios de la Misa. Fíjate en el siguiente:
“Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con la variada asamblea de los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo…” (Prefacio I de Santos).
No estás solo. Están todos ellos. Y están los que te rodean hoy, ahora, aquí en la tierra. Están ellos para ti y estás tú para ellos.
Me gusta como lo describe una biografía que leía hace poco:
“La vida es una carrera. Dios nos ha pedido que corramos por Él. Pero no nos ha dicho cuántos kilómetros tiene la carrera. No sabemos si hemos de correr 20, 40 o 100 km.
A algunos les ha hecho velocistas, a otros corredores de fondo. Dios sabe exactamente lo que podemos correr y nunca nos pedirá correr más de lo que nuestras piernas y nuestro corazón pueden aguantar.
Es una carrera agotadora. Así debe ser. Así ha sido para todos los santos y no hay excepciones. Y mientras corremos animamos a otros a correr.
Como habrás comprobado, no es lo mismo ir de excursión solo que ir en compañía. Con el ánimo y el ejemplo de otros, llegamos más lejos.
Cuando le damos la vida a Dios se la damos, de alguna manera, a los demás también. Porque mientras hacemos lo que Dios nos pide, inspiramos a los demás, para que hagan lo mismo. (…)
Ayuda mucho pensar en la influencia que tiene nuestra generosidad en las vidas de los demás.”
(Pedro Ballester, Jorge Boronat).
Por eso, te repito, no estás solo. Están todos ellos. Y están los que te rodean hoy, ahora, aquí en la tierra. Están ellos para ti y estás tú para ellos.
TODOS PARA UNO
Por eso el Papa Francisco nos recordaba: “En la carta a los Hebreos se mencionan distintos testimonios que nos animan a que:
«Corramos, con constancia, en la carrera que nos toca»
(Heb 12,1).
Allí se habla de Abraham, de Sara, de Moisés, de Gedeón y de varios más (cf. 11,1-12,3) y sobre todo se nos invita a reconocer que tenemos:
«Una nube tan ingente de testigos»
(Heb 12,1)
Que nos alientan a no detenernos en el camino, nos estimulan a seguir caminando hacia la meta. Y entre ellos (-sigue diciendo el Papa-) puede estar nuestra propia madre, una abuela u otras personas cercanas (cf. 2 Tm 1,5).
Quizá su vida no fue siempre perfecta, pero aun en medio de imperfecciones y caídas siguieron adelante y agradaron al Señor.
Los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión. (…)
Podemos decir que «estamos rodeados, guiados y conducidos por los amigos de Dios […] No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría soportar yo solo.
La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce»” (Gaudete et Exultate 3 y 4).
¡Eso celebramos hoy! Te lo recuerdo: puedes ser santo y justo eso es lo que Dios te pide. Y ten la certeza de que, en la carrera de tu vida por alcanzarlo, no estás solo. Están todos ellos y también tú estás para ellos.
O como decían los mosqueteros: “All for one and one for all” (todos para uno y uno para todos).
No deja de ser parte de las razones de estos 10 min con Jesús América Latina ayudarnos entre todos. Hoy cumplimos 5 años de esta iniciativa.
Yo te aseguro que rezamos por ti, no te olvides tú de rezar por nosotros.
Acudimos a nuestra Madre, Santa María: “Reina de todos los santos, ruega por nosotros”.
Desde Sao Paulo – Brasil, les deseo «en hora buena» a 10 min con Jesús America Latina a todos los que tornan posible este grupo continental de oración! Y a todos les doy las gracias y por todos rezo en este momento y siempre que escucho esas meditaciones. Adelante!
Desde Sao Paulo – Brasil, les deseo «en hora buena» a 10 min con Jesús America Latina a todos los que tornan posible este grupo continental de oración! Y a todos les doy las gracias y por todos rezo en este momento y siempre que escucho esas meditaciones. Adelante!