EL HIJO DE DIOS
El domingo pasado leíamos como los escribas murmuraban de Jesús. Decían que estaba poseído por Satanás, y por eso era capaz de expulsar a los demonios. Y no sólo los escribas se oponían a Ti, Señor. No sólo ellos dudaban de ti, sino incluso tus parientes pensaban que te habías vuelto loco. Y fueron a llevarte, a alejarte de la gente. Y Tú, con infinita paciencia, pues les vas explicando con parábolas, con signos, y con milagros que atestiguan que eres el Hijo de Dios.
Pues, Señor, yo quiero creer en Ti. Yo quiero confiar en Ti. Y no como los personajes que nos encontramos también en el evangelio de hoy, que pensaban que Tú venías a quitarles algo muy querido para ellos, algo sinceramente bueno.
Leemos como Tú les explicas:
«No crean que he venido a abolir la Ley o a los profetas, no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud».
LA LEY Y LOS PROFETAS
La Ley y los profetas para estos hombres, era como lo que les daba identidad, lo que los orientaba, lo que los unía entre sí. Quizás también era un modo de desautorizarte. Gente que sentía envidia de Ti y malinterpretaban algunas de tus palabras. Y decían: Pues este hombre viene a destruir lo nuestro, nuestra identidad nacional, cosas políticas que también se podían mezclar.
Sin embargo, les explicas: No, no vengo a destruir estas cosas buenas. Esas cosas buenas son una revelación de Dios: La Ley y los profetas, los libros santos que nos hablan de Dios, que nos explican también quién es Jesús.
Tú, Señor, no vienes a quitarnos nada. Al contrario, vienes a dar plenitud a la Ley y a los profetas, y a todo lo demás, al hombre. No vienes a romper con lo antiguo, sino que vienes a llevarlo a su sentido más grande, en su posibilidad más alta. Y sólo tú lo puedes hacer porque Tú eres Dios.
Continúa el Evangelio, y te escuchamos que nos hablas con una autoridad que emociona, y que inquieta también, porque hablas con mucha seriedad.
«Yo no he venido a abolir, sino a darles plenitud. Y yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley».
ESTE MUNDO PASA…
¿Por qué? Pues porque la Ley, y los profetas son Palabra de Dios. Dios es el que ha creado este mundo. Y esa Palabra de Dios es más fuerte, es más permanente que todo este mundo. A veces le damos tanta importancia, pero este mundo pasa, este mundo se acaba…
Leímos también el domingo en la Segunda Lectura de la Misa, como san Pablo nos anima a no entristecernos por esta realidad que pasa, sino poner los ojos, las esperanzas en el cielo.
Leímos el domingo en la Segunda Carta a los Corintios:
«No nos acobardemos. aunque nuestro cuerpo se va desgastando, nuestro espíritu se renueva de día en día».
Como que cada vez los cristianos, los hijos de Dios, los que buscamos la santidad, cada vez tenemos que sentirnos más jóvenes, más llenos de vida. Aunque nuestro cuerpo se vaya desgastando, nuestro espíritu se renueva de día en día…
«Nosotros no ponemos la mira, sino en lo que no se ve, porque lo que se ve es transitorio y lo que no se ve es eterno. Sabemos que aunque se desmorone esta morada terrena que nos sirve de habitación, Dios nos tiene preparada en el cielo una morada eterna, no construida por manos humanas».
¡Qué deseos de habitar para siempre en esa morada eterna, no construida por manos humanas, sino por Dios y preparada por Dios para nosotros!
BUSCAR LO QUE VALE LA PENA
Yo creo, Señor, que ese es nuestro destino eterno. Y yo quiero llegar a ese destino eterno. ¡Quiero trascender! Y ¿cómo le puedo hacer? Pues escuchando Tus palabras. Porque Tú eres nuestro principal promotor, Tú vienes a ayudarnos a llegar al cielo.
Aquí en Monterrey, hay una institución que ayuda a jóvenes universitarios, para que puedan concentrarse en sus estudios, y no tengan que empezar a trabajar desde los primeros semestres; de tal forma que aprovechen esa época para crecer culturalmente y profesionalmente, para estudiar con profundidad. Les paga por estudiar. Pero tienen que juntar horas de estudio reales. Y además de estudiar, también se les anima a crecer humana e intelectualmente en diferentes aspectos.
Tienen un tutor que los va guiando, les da un plan de lecturas y les va poniendo metas. Por ejemplo, escribir un artículo y publicarlo. Los va ayudando. Pues estos hombres, seguramente cuando acaben la carrera van a estar muy agradecidos, y van a decir: Mira cómo me ayudaron a ser mejor y a crecer.
Pues Tú, Señor, eres realmente nuestro promotor. Tú nos ayudas a crecer y a levantar la mirada, a buscar realmente lo que vale.
Continúa el Evangelio:
«Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos. Pero el que los cumpla y los enseñe será grande en el Reino de los cielos».
Nos enseñas cual es el camino para trascender, ¡para ser grandes de verdad!
Leímos también hace poco, una lectura del Eclesiástico que me conmovió, porque decía:
«Hay hombres de los que no se conserva memoria: murieron y es como si no hubieran existido; vivieron y es como si no hubieran vivido ni dejado descendencia».
TRASCENDER
Es como un insulto, es como si no hubieras existido ni trascendiste. ¿Cómo puedo hacer yo para trascender de verdad, Señor? Y nos dirá: Pues cumple la Ley, cumple los mandamientos, escucha la Palabra de Dios, vívela y enséñala a los demás. Entonces serás el más grande en el Reino de los cielos. Porque este mundo pasa…
FINIS GLORIAE MUNDI HOMINI
Me acordaba del estribillo final de una canción de Mecano: No es serio este cementerio. Dice Wikipedia: (Te lo voy a leer porque me gustó la descripción) Es una canción en ritmo de marcha fúnebre, y con sonidos de ambientación atmosférica, teclados y backing vocals; la canción en sí es un relato tragicómico, a manera de parodia y con algo de humor negro, hacia lo que podría ser las cotidianidades de la vida de ultratumba, y de todo lo que envuelve los camposantos…»
Pues al final en el coro dice eso: Finis gloriae mundi homini. Te lo pongo para ver si te acuerdas… (Pincha aqui para escucharla…)
Parece que el autor de la canción se basó en una pintura de un autor barroco que se llama Finis glori mundi, y en el cual aparece una persona noble, pero ya en la mortaja y descompuesto, como diciendo: Mira, aquí se acaba toda esa gloria del mundo…
Hay que buscar la gloria de Dios, buscar esa trascendencia. Y Tú, Señor, nos dices aquí como hacerlo:
Cumple la ley de Dios. Escucha la Palabra de Dios. Vívela. Enséñala a los demás y serás grande en el Reino de los cielos.
Acudimos a nuestra Madre, la Virgen, para que nos ayude a saber escuchar esta invitación de Jesús, que nos anima a confiar en Él. Que nos anima a saber escuchar lo que Dios nos dice y ponerlo en práctica, y enseñarlo a los demás.
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