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UN CORAZÓN COMO EL DE JESÚS

UN CORAZÓN COMO EL DE JESÚS

Tanto tiempo…. tanto tiempo esperando a Jesús en el mundo. “Tantos siglos, tanto tiempo esperándote a Ti Jesús”. Ahora que estamos rezando 10 minutos con Jesús; ahora que estamos hablando contigo Señor haciendo oración cada uno de nosotros, quizá mirando alguna imagen que tengamos por ahí, por ejemplo, la Virgen con el Niño o quizá a Jesús en la Cruz o alguna imagen del Buen Pastor… alguna imagen que quizá que tengamos frente a nuestros ojos o en el corazón, en el recuerdo.

Ahora que estamos hablando con Jesús, dile: “Señor, tantos siglos, tanto tiempo esperándote. Y te has manifestado, has venido, te has hecho hombre en María, y has nacido, lo celebramos hace poco en la Navidad y te has mostrado en la Epifanía”.
“¡Cuánto tiempo esperándote Señor!”

UN CORAZON AGRADECIDO

Quizá ahora mismo, rezando lo que nos brota del corazón, cada uno de nosotros va rezando; va haciendo su meditación; su oración personal, cariñosa con el Señor, quizá lo que brota del corazón, no lo sé… Es un agradecimiento muy grande a Jesús: “¡Señor gracias, muchas gracias!”.

O quizá lo que brota, por otro lado, complementario a lo anterior, es decirle: “Señor cuánta gente que todavía te está esperando, gente que ha escuchado hablar de Ti, quizá yo mismo que te conozco y te quiero, pero que necesito que te me manifiestes de nuevo y tanta gente, Señor…”.

Se nos va el corazón a otras latitudes a otros lugares o en nuestra misma ciudad a personas, que nosotros sabemos que no conocen en verdad a Jesús. Y tal vez lo que le decimos ahora a el Señor, se lo dices tu pensando en alguien concreto o en grupos de personas… y le dices: “Señor muéstrate, Señor hay gente que todavía te está esperando”.

O a lo mejor no sea una acción de gracias o quizás no sea una petición por este lado, sino que tal vez sea un ofrecimiento al Señor, en el corazón y decirle: “¡Jesús cuenta conmigo!”.

LA MIRADA DE JESÚS

No sé por dónde va nuestra oración, pero ahora que ya hemos pasado esta Navidad, que hemos pasado también Epifanía;
y que vemos hoy día en el evangelio, la Iglesia, nos propone en el evangelio aquella multiplicación de los panes y los peces, pero lo hace de esta manera, lo introduce San Marcos, dice que:

“Jesús vio una multitud y se compadeció de ella…”

(Mc 6, 34)

Pero no así no más, sino que nos invita a fijarnos en Jesús, en cómo Él levanta la mirada allí junto al lago. En el norte de Tierra Santa, junto al lago, es bastante verde bonito y miramos a Jesús como Él, “cómo Tu Señor miras a la gente…”.

Jesús vio una multitud y lo que ocurre luego en el corazón de Jesús: “y se compadeció de ella…” Y sigue San Marcos el por qué, no sólo como Jesús mira y lo que ocurre en su corazón, sino:

“porque andaban como ovejas que no tienen pastor…”

(Marcos 6, 34)

Ahora que hemos vivido la Navidad, vivido la Epifanía, que le agradecemos al Señor, que le pedimos al Señor por las personas a las que todavía tiene que manifestarse; qué le decimos al Señor: “Señor cuenta conmigo para manifestarte, para mostrarte”. Qué bien nos hace este evangelio de la misa.

Le puedes decir al Señor, tú también esto por dentro, se lo digo yo en voz alta: “Señor qué bien me hace mirarte, ver cómo Tú nos miras, cómo miras a las personas, a los pueblos a las naciones, a la humanidad entera.

Jesús vio una multitud, y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor, y luego (un paso más dice San Marcos):

“y se puso a enseñarles muchas cosas.”

Todo esto antes de multiplicar y darles, darnos panes… ,para el cuerpo, para el hambre, por supuesto que sí; pero por decirlo así, hay toda una historia previa en el mirar de Jesús, en lo que ocurre en Tu corazón Señor, en qué es lo que ves y qué es lo que sientes en el corazón, eso de vernos y de compadecerte de que andemos dando tumbos.

SAGRADO CORAZÓN

Luego lo que hace el Señor, se pone a enseñar, abre el corazón, abre los labios; pero luego también, evidentemente, como parte de eso, El Señor alimenta a las personas, las ayuda también muy materialmente, muy aterrizadamente, uno podría decir.

Nos hace muy bien también míralo, pero miremos la mirada del Señor; miremos lo que ocurre en el corazón de Jesús, nos hace muy bien en este rato de oración.

Y sigue contando San Marcos:

“Cuando se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: – Estamos en despoblado y ya es muy tarde, despídelos que vayan a los pueblos y aldeas de alrededor y se compren de comer.”

(Mc 6, 35-36)

Era muchísima gente, nosotros sabemos, después lo va a decir el evangelio, eran varios miles de personas. Y entonces, claro, que vayan, que se procuren alimento, es la ocupación, el interés de los discípulos.

Los discípulos también, como nosotros ahora rezando, van teniendo un corazón parecido al de Jesús. También se preocupan de la gente, también están atentos a que las personas estén bien. Habría familias, también había niños por ahí, por ejemplo.

Los apóstoles, especialmente los más cercanos, también nosotros ahora rezando, qué bueno que vayamos teniendo un corazón un poquito más parecido al tuyo Jesús.

Es lo que San Pablo le dice a los Filipenses:

“Si me quieren dar una alegría, tengan entre ustedes los mismo sentimientos que Cristo Jesús…”

(Flp 2, 5)

Esto San Pablo lo pedía, en los primerísimos años, a nuestros hermanos de aquellas primeras comunidades, por ejemplo, los filipenses: “tengan un corazón como el de Jesús, tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús”, está es la clave.

Uno ve a los discípulos, a los apóstoles, atentos a esto: “con un corazón parecido al tuyo Jesús”. Que también miran a las personas, que también se preocupan por ellos, no solo una cosa práctica, sino que, de fondo, hay antes un corazón, unos corazones atentos a las personas.

Es bonita esa oración, nos la recordaba el Papa hace tiempo, el Papa Francisco, una de las letanías al Sagrado Corazón: “haz que nuestros corazones sean como el tuyo”.

Hemos visto al Señor en la Navidad, hemos visto al Señor en la Epifanía… “Jesús estamos contigo en estos días. Señor, ayúdame, ayúdanos a que tengamos un corazón como el tuyo”.

Cuenta San Marcos que:

“Jesús les replicó: -denles ustedes de comer. Y le preguntaron: – ¿vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer? Él le dijo: – ¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver. Cuando lo averiguaron le dijeron: -Cinco y dos peces.”

(Mc 6, 37-38)

Y sigue la historia… y nosotros sabemos perfectamente lo que ocurre después, como El Señor toma esos cinco, pero primero levanta los ojos a Dios Padre, y da gracias y luego multiplica, reparte pan bueno (como habrá sido tan bueno el vino en Cana) era tan bueno…Estos panes también habrán sido panes fantásticos.

Depende los países, las culturas, nos gustan distintos tipos de pan, distintas combinaciones de un grano, de otro, con más ingredientes de un tipo, más aceitoso o menos.

¿Cómo sería el panecillo que salía de las manos de Jesús? Pan bueno, seguramente. Cómo le gustaba a la gente. Y con el pan, la alegría; y con el pan, de alguna manera, tocar el corazón de Dios, la generosidad de Dios, el cariño de Dios. Como ocurrió en Cana también con el vino.

Y cómo en Cana, y ojalá que en nuestra vida también, siempre que estemos con la Virgen. Que estemos especialmente este año con San José.

Que este año podamos mirar el corazón de Jesús, el corazón de la Virgen y también el corazón de san José.

“Haz Señor que tengamos un corazón como el tuyo, como el de la Virgen, como el de san José”.

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