Después de la muerte de Juan el Bautista, Jesús se retira a un lugar tranquilo, porque el ambiente le es adverso. Pero no deja de trabajar y de preocuparse por las almas que se acercan a Él para que los cure. Así también espera que nosotros acudamos mostrando nuestras necesidades y nuestras heridas.
Para hacer estos 10 minutos con Jesús vamos a aprovechar el Evangelio de la Misa de hoy, es el Evangelio de San Mateo. En el que se narra, tal vez uno de los milagros más conocidos o más famosos de Jesús: La multiplicación de los panes.
Que no solamente fue en una ocasión, por lo menos hay dos. San Mateo dice que Jesús al enterarse de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca y que se va a un sitio tranquilo y apartado.
Esto, porque ve que el ambiente es contrario, es adverso. Herodes ha matado a Juan Bautista. También las autoridades judías, por lo visto, están atentas a la fama de Jesús que se ha extendido y empieza a ser un peligro.
Jesús sabe que no puede morir fuera de Jerusalén, sabe que tiene que esperar el momento oportuno.
LA PAZ EN EL SILENCIO
Entonces se retira a un sitio tranquilo y apartado… Al enterarse la muchedumbre, la gente va pasando la voz, en ese entonces no existían redes sociales, donde se publicara la ubicación de Jesús.
Simplemente, por el boca a boca, se iba diciendo dónde está Jesús y todos prácticamente corrían. Empezaron a seguirlo por tierra desde los distintos pueblos. Entonces, cuando Jesús desembarcó vio el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.
Quiero detenerme en esta última frase: “le dio lástima y curó a los enfermos”. Esto es saber que Dios nos mira, así como Jesús. Que seguramente estaría cansado y que tendría esa preocupación, de que habían matado a Juan el Bautista, que por tanto el ambiente, era un ambiente tenso, un ambiente adverso.
En cambio, ¿Jesús que hace? Mira a la gente y se conmueve… Y esto es justamente lo propio de Dios que es Padre. Dios es Pastor que mira a sus ovejas. Por eso nosotros en nuestro día a día, debemos sabernos y sentirnos mirados por Dios. Y no solamente sentirnos mirados. Porque el Señor nos cuida.
No sólo curó a los enfermos, no solamente mira, no es un Dios que está lejano. A veces, hay personas, cristianos, católicos, que piensan en eso; piensan que Dios está lejos, que a veces no saben cómo hacer oración, y que les gustaría hacer oración.
De allí que tú y yo estamos haciendo este rato de oración. Podemos enseñarles, podemos… Además de compartir, por supuesto, estos audios, estos medios, enseñarles cómo hablar con ese Dios, que nos mira y que además puede curar nuestras enfermedades.
HE KNOWS OUR NEED
Al leer este pasaje de San Mateo se me venía a la memoria una canción de Navidad, aunque todavía faltan muchos meses para la Navidad, qué es una canción que escuche por primera vez, en una película tradicional o típica de Navidad, que es “Mi pobre angelito”. Es una película de este niño que se le olvida en casa después de que su familia se va de vacaciones y hay unos ladrones que se quieren entrar en la noche de Navidad, el 24 de diciembre. Cuando ya ha preparado todo, todo su arsenal para impedir que unos ladrones entren a su casa, decide pasar por la Iglesia; y se escucha cuando entra a la Iglesia, un coro de niños cantando en esta noche de Navidad, una canción que se llama: “Oh Holly night”.
Es una canción muy bonita. El texto es muy profundo y nos puede ayudar también para hacer este rato de oración. Hay una frase en concreto que cuando la escucho, me conmueve, dice: “He knows our need, to our weaknesses no stranger”; que en español significa: que Jesús, conoce nuestras necesidades, nuestra necesidad y nuestra debilidad no le es ajena. Justamente porque Dios se hace hombre y conoce cuál es el barro del que estamos hechos.
ORACIÓN ENCUENTRO PRIVADO CON DIOS
Es esto justamente lo que me hacía recordar este pasaje de San Mateo, cuando Jesús desembarcó y ve al gentío y conoce las necesidades de sus ovejas, de ese pueblo, de esas almas.
Por eso tú y yo tenemos necesidad de hacer la oración. Aunque Dios sabe lo que necesitemos, pero quiere que como hijos acudamos a ese Padre que nos puede dar lo que necesitamos; quiere que hablemos con Él, quiere que estemos cerca de Él. Y no únicamente cuando tengamos necesidad de algo, que por supuesto, estará listo y dispuesto a ayudarnos.
ATRÉVETE SIEMPRE
A veces me he encontrado con personas que dicen: “No, yo no me atrevo, me da vergüenza pedirle a Dios, porque yo estoy alejado de Él”. Pues, esta siempre es la oportunidad para rezar…¡siempre! Porque Dios es Padre.
Él, como dice la canción, conoce nuestra necesidades, y probablemente no será solo una, sino muchas… materiales o espirituales. Pero no solamente eso, sino que siempre nos lleva a más, pues conoce las necesidades de nuestra alma.
Ayer en la Santa Misa leímos ese pasaje de: “El pan de vida”, en que Jesús promete la Eucaristía. ¡Qué maravilloso sacramento, Señor! Nuestra alma, puede comer el cuerpo de Cristo donde está la salvación y por si fuera poco: El Señor también conoce nuestra debilidad. Y aquí no podemos dejar de pensar en el sacramento de la confesión.
En la confesión que también se llamaba penitencia. El sacramento de la reconciliación; si quieres le puedes llamar el secreto de la alegría. A el beato Álvaro del Portillo le preguntaban en una ocasión, ¿Cuál había sido el momento más feliz de su vida? El que había vivido muchos años juntos a san Josemaría, que había recibido también muchas gracias de Dios, uno pensaría, que tendría no uno solo sino muchos momentos felices; de un momento histórico importante en su vida.
SACRAMENTO DE LA ALEGRÍA
Y él respondía que el momento más feliz de su vida es cada semana cuando se confiesa y aunque tal vez podría parecer una respuesta hecha, no es así, es verdad, es la consecuencia lógica de sabernos perdonados, de vernos curados. El médico cuando nos cura, cuando recibimos un tratamiento y finalmente ha dado con esas pastillas, con el tratamiento, a lo mejor con esos ejercicios que nos manda hacer, dependiendo de la dolencia que tengamos, nos quedamos agradecidos, quedamos contentos.
Dios cura nuestras enfermedades porque conoce nuestras debilidades. Por eso acudamos a Él con esa confianza de hijos, acudamos con esa confianza que nos da el saber que Dios conoce nuestras tentaciones, sabe cuando somos tentados y por eso mismo acudamos a Él para que nos dé esa fuerza, esa fortaleza. De ahí también, que se recomiende la confesión frecuente, ya no únicamente cuando uno está en pecado mortal y obviamente necesitamos de la gracia de Dios… «No puedo estar lejos de ti Señor», sino también cuando lleguen esos pecados veniales, porque no queremos que haya nada que nos separe de Dios; no queremos que esa pequeña herida se pueda infectar.
Por eso vamos y le mostramos la vida a Dios, a través de ese hombre, que es el sacerdote, un pecador también, pero que tiene esa gracia de Dios. Que Dios actúa a través de él, que es Dios quien perdona. Así Dios cura nuestras enfermedades, como curó a los enfermos como dice San Mateo.
Terminamos este rato de oración acudiendo a María santísima, que siempre acudimos a ella, por supuesto. Porque es madre, pero además porque toda la vida de María gira en torno a Jesucristo y cada vez que acudimos a ella, con la herida, con una necesidad, ella nos mostrará inmediatamente, nos señalará inmediatamente a Jesucristo.