UNA ADVERTENCIA IMPORTANTE
«Como todos los días, hacemos este rato de oración Contigo, Señor, dirigiéndonos a Ti que quieres escucharnos. Esta idea es muy bonita, Señor, saber que Tú quieres escuchar todo lo que te contemos, que no te aburre lo que podamos decirte.
Que seas siempre como un amigo, como un padre dispuesto a escucharnos, a darnos esas palabras de apoyo, de aliento, aunque no las escuchemos materialmente, una voz físicamente, pero sí dentro de nuestro corazón.
Y por eso nos recogemos, nos ponemos en tu presencia. Además, aunque no escuchemos tu voz físicamente, una voz que sale, que se oye y que entra a nuestros oídos, si nos has dejado Tu Palabra».
Por eso, queremos hacer este rato de oración, estos 10 minutos con Jesús, utilizando el Evangelio de la Misa de hoy.
Aquí, nuestro Señor Jesucristo recoge, nos da unos consejos y al mismo tiempo como unas advertencias para ayudarnos en nuestra vida, en nuestro camino hacia la felicidad, hacia la santidad.
Dice así:
«En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: —Nadie puede servir a dos señores, porque despreciará a uno y amará al otro.
O al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero»
(Mt 6, 24-34).
Nadie puede servir a dos señores. Es una advertencia muy importante para sus discípulos que sirven a Dios, que están siguiendo a Jesús. Así como tú y yo, que somos discípulos de Cristo, que somos cristianos.
¿Y cómo podemos aplicar este consejo o esta advertencia nosotros, discípulos de Jesucristo en el siglo veintiuno: nadie puede servir a dos señores?
SERVIR A UN SOLO SEÑOR
Y me acordaba de un artículo que leí, la historia de un actor de Hollywood muy conocido, -bueno, bastante conocido, no es de los que están en primera fila-, por las películas en las que ha trabajado.
Ha trabajado en películas como «Capitán América», en «Star Trek», «Minority Report», «Banderas de nuestros padres», «Hermanos de sangre»,… Pues este actor, cuyo nombre es Neal McDonough, es un hombre católico, casado, con cinco hijos, que entendió muy bien estas palabras Tuyas. Señor: “Nadie puede servir a dos señores”.
Porque ya cuenta él en este artículo, que hace unos años, cuando era protagonista en una serie muy importante en ABC en Estados Unidos, sufrió la ‘incomprensión’, porque se negó a realizar una escena inconveniente con una mujer de las protagonistas.
Esto llevó a que fuera expulsado de esta serie de televisión y tildado de ‘fanático religioso’. Y es que él cuenta que tiene como condiciones para trabajar, y no realizará escenas inconvenientes relacionadas con el sexto mandamiento.
Por supuesto que, tampoco en sus diálogos, en sus líneas, se tome el nombre de Dios en vano. Son como sus dos reglas. ¿Por qué? Porque eso va contra su fe y porque no está dispuesto a servir a dos señores: a Hollywood, la fama, el dinero y a Dios.
Y él pues tuvo que aprenderlo de manera dura con esa contradicción; porque cuenta que a partir de ese momento -eso sucedió en el 2010-, y al ser considerado como un fanático religioso, vino un momento duro en su carrera, eso mermó su carrera por muchos años.
Sin embargo gracias a su talento y diría Señor, también gracias a ser una persona de una sola pieza, con unidad de vida, se fue imponiendo, manteniendo sus creencias, sirviendo a un solo Señor, y así poco a poco se fue abriendo camino otra vez, porque ya tenía una carrera.
Pues este hombre, este actor que ha tenido papeles bastante importantes, resalta justamente porque ha vivido esto. Y sí, de manera radical podemos decir, que sí radical porque porque no podía ceder, no puede ceder.
SERVIRTE ÚNICAMENTE A TÍ
Y así tú y yo, nos vamos a encontrar con situaciones en nuestra vida, en nuestro día a día, tal vez en nuestro trabajo, en la escuela, universidad, en nuestro barrio.
También en nuestro círculo de amigos, incluso de nuestra familia, en el que podemos caer en la tentación, o encontrarnos en la tentación de ceder ante una moda o cosas que hacen los demás.
A veces pueden ser conversaciones inconvenientes, lugares, chistes, material inconveniente, cosas que van contra nuestra fe y donde no está la felicidad, donde no está el bien… Y a veces está la tentación de no quedar mal.
“Pues que no nos importe Señor, quedar mal, sobre todo, no queremos quedar mal Contigo: ¡Ayúdanos a servirte únicamente a Ti!
No al “voy a quedar mal”, “mi imagen” o “qué dirán de mí”… ¡No! Que no nos importe, que no nos importe eso… Lo que más me importa es lo que Tú pienses de mí, Señor. Que Tú estés contento conmigo, con este discípulo que soy yo, que somos cada uno de nosotros”.
Y así, este actor pues vivió esta contradicción, viviendo también lo que a continuación dice el Señor, que no estemos agobiados por nuestra vida pensando: qué vamos a comer. Ni por nuestro cuerpo pensando: con qué nos vamos a vestir.
Que son cosas lógicas de las que nos vamos a preocupar: de qué vamos a comer, y de qué vamos a vivir… Pero a veces podemos notar que exageramos un poco.
Por supuesto que es importante trabajar, ganarnos el sustento de cada día, como dice san Pablo a los Tesalonicenses:
«—Quien no trabaje, que no coma»
(2Ts 3,7-12).
PREOCUPARNOS POR LOS DEMÁS
Pero veamos si es que nuestro corazón se queda únicamente en esas cosas materiales, y tal vez habría que preguntarse: ¿Cómo está mi alma? ¿Cómo está mi relación con Dios?
Qué bonitos son esas prácticas de piedad también, que son los ejercicios espirituales o cursos de retiro que podemos encontrar, que nos ayudan a examinarnos, a echar una mirada atrás de lo que ha pasado en un año o en muchos años. Ver cómo está mi vida, mi relación con Dios, con mi familia, con mis amigos.
“Pues ayúdanos Señor, a estar siempre pendientes de Ti. Tú que eres ese amo, que eres mi Dios”.
Y esto nos lleva justamente a la Filiación Divina, que somos hijos de Dios, que esa es nuestra realidad. Ya no únicamente somos discípulos, somos amigos de Dios: Somos hijos de Dios.
Por eso, obviamente trabajando, estudiando, poniendo todo de nuestra parte, pero siempre confiando en que Dios no defrauda, que en todo estamos con Dios. Que aunque en efecto vendrán esas contrariedades, esas dificultades y a veces por vivir nuestra fe, por ser coherentes con nuestra fe, pues ¿qué nos va a importar?
Lo importante es justamente que hemos sido como mártires, -no hemos tenido que derramar la sangre-, pero sí hemos tenido que hacer un sacrificio, porque yo quiero vivir según mi fe, según lo que soy: Hijo de Dios.
Y si, pues ya veremos qué vamos a comer, de qué nos vamos a vestir… También nos lleva eso a preocuparnos por los demás, porque a lo mejor si tenemos lo suficiente para comer, vivir y vestirnos bien, pero también preocuparnos por aquellos que no tienen, aquellos que no tienen que comer, que no tienen que con qué vestirse.
Pensar en eso también, aprovechar y vivir esa pobreza que debe vivir una persona común y corriente, sabiendo utilizar bien ese dinero y esos gastos, aprovechando cada momento de nuestra vida y todos los medios que tenemos a nuestra disposición.
Le pedimos, por tanto, a María Santísima que nos enseñe a servir únicamente a su Hijo Jesucristo.