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URGENCIA DE ENCONTRAR A DIOS

URGENCIA DE ENCONTARA A DIOS
AQUEL QUE ES

Dice el libro de la Sabiduría que nos presenta la Liturgia del día de hoy:

“Si vanos son por naturaleza, todos los hombres que han ignorado a Dios, los que a partir de las cosas visibles no fueron capaces de conocer a aquel-que-es, ni al considerar sus obras, no reconocieron al artífice. 

En cambio, tomaron por dioses rectores del universo el fuego, el viento, el aire sutil, la bóveda estrellada, el agua impetuosa o los astros luminosos del cielo.

Ahora bien, si fascinados por la hermosura de estas cosas, ellos las consideran como dioses, piensen cuánto más excelente es el Señor de todas ellas. 

Ya que el mismo autor de la belleza es el que las creó y así quedaron impresionados por su poder y energía. Comprendan a partir de ellas cuán más poderoso es el que las formó. 

Porque a partir de la grandeza y hermosura de las cosas se llega por analogía a contemplar a su autor”

(Sb 13, 1-9).

TODOS DEBEMOS LLEGAR A DIOS

Hasta aquí el texto del libro de la Sabiduría en el capítulo 13, que es muy bonito, porque todos podemos llegar a Dios. Todos debemos llegar a Dios. Y es a través de la observación de las cosas que están a nuestro alrededor, también de las personas, de los problemas de la vida, de tantas cosas que nos remueven el corazón. 

Y podemos preguntarnos: ¿a dónde encontramos a Dios? Pues encontramos a Dios en todos los lugares de la Tierra. La gente de todos los tiempos ha intuido esa presencia divina, esa influencia del Ser Supremo al cual llamamos Dios. 

Y en cada época y en cada continente, cada persona en su momento, personal o colectivamente, ha sentido con fuerza esa llamada de Dios que vive en su corazón. 

El principal asunto que cualquier humano que pasa por la vida tiene que resolver es, justamente su encuentro con Dios. Pero en determinado momento el hombre se pregunta siempre: ¿Dónde y cómo puedo encontrar a Dios?

Porque estamos en una búsqueda permanente…

LA BÚSQUEDA DE DIOS

Así lo vemos a lo largo de toda la historia, en cómo la búsqueda de Dios se ha revestido de formas variadas y de manifestaciones diversas… desde las más hermosas, hasta las que ahora nos parecen absurdas. 

A veces podemos pensar que, en algún momento, tal vez Dios haya complacido en aquellas expresiones primitivas de religiosidad, viéndonos como a niños que juegan a las cogidas. 

Pero al final, el mismo Dios se compadece de la inútil tentativa humana y viene a nuestro encuentro. Nos da señales inequívocas de su presencia en el mundo. 

Pero la ingenuidad de los humanos es más fuerte, entonces no le queda más remedio, y Dios mismo, se hace presente en la historia humana como uno de nosotros. 

Entonces viene Jesús a habitar en nuestra carne. Y desde entonces Él vive en nuestra realidad, habla como humano y siente lo mismo que cada uno. Por eso puede comprendernos. 

ENCONTRAR A DIOS

Esto es lo que nos sitúa en el nuevo lugar del encuentro, porque desde que Cristo Jesús vino a este mundo, todos tenemos la posibilidad de encontrar a Dios y de encontrarnos realmente con Él: El Dios de la vida, el dueño de todo el universo, que se ha hecho un niño pequeño e indefenso para que todos podamos encontrarle. 

Ahora que vamos a preparar la Navidad, empezamos dentro de poco el Adviento. Vamos a explorar este misterio del Dios hecho hombre, hecho un niño. Y ya no tendremos pretextos ni excusas. Porque Jesús vino a darnos la respuesta, a enseñarnos qué es lo que más vale en la vida

Ya no podemos caminar por este mundo con la certeza de que nuestra búsqueda no desemboca en el vacío. Y estamos seguros de que tenemos una meta feliz a la que sí podemos llegar si seguimos las indicaciones.

¿A QUÉ VINO JESÚS? 

Pues Jesús vino a salvarnos, a liberarnos del pecado, vino a sanar nuestras enfermedades, a confortarnos, a darnos alivio en todas nuestras penas, a enjugar las lágrimas de nuestros ojos. 

Jesús no dijo que quitaría las piedras de nuestro camino, ni que nos iba a dar una vida sin angustias, sin problemas y sin dificultades. ¡No! Él dijo que iba a estar a nuestro lado, iba a caminar con nosotros, que iba a ayudarnos en todos los momentos, que iba a estar siempre ahí. 

Tampoco Él quiso economizar para sí mismo el sufrimiento. Pero eso es lo que tenemos que comprender: la cruz será siempre compañera de nuestro viaje. Y es urgente encontrar a Dios. 

Y lo es más urgente cuando vienen los problemas y las dificultades, porque mientras vamos padeciendo, no sé, calamidades y sufrimientos, sentimos más fuerte la urgencia de encontrar a Dios…

Pero ya sabemos dónde tenemos que ir a buscarlo, dónde podemos encontrarlo: está en la Sagrada Eucaristía. ¡Qué bonito! Es ahí donde tenemos que buscar a Jesús.

URGENCIA DE ENCONTRAR A DIOS

“Ahora que estamos conversando Contigo, haciendo estos 10 minutos de oración, te pedimos que nos ayudes a hacer cada vez más dedicados en este esfuerzo por encontrarte, por buscarte, por verte en todas las situaciones de nuestra vida que estás acompañándonos… 

Si es que llevamos Tu yugo -que es ligero-, y tu carga -que no pesa tanto-, cuando nos damos cuenta de que, estar cerca de Ti, es lo más importante que podemos hacer en nuestras vidas”. 

No es que nos vaya a ir mejor en nuestra vida humana, sino que va a tener sentido la vida completamente, porque todo tiene un objetivo concreto, que es salvarnos. 

VERLO EN EL ROSTRO QUE SUFRE

Un autor y teólogo alemán, Dietrich Bonhoeffer, escribió cuando estaba en Nueva York huyendo del régimen nazi, decía:

“Por haberse hecho Dios un hombre pobre, miserable, desconocido y fracasado, y no haber querido desde entonces que se le encuentre, sino en esa pobreza en la Cruz. Por eso, precisamente, no podemos desentendernos del hombre y del mundo

Por eso precisamente amamos a nuestros hermanos. A veces nos pueden asustar esas pausas silenciosas divinas, porque, claro, demandamos nosotros respuestas de dónde está Dios.

Pero muchas veces está en el rostro del que sufre. Ahí le podremos volver a encontrar” (C.f). 

Piensa tú mismo ahora: ¿A quién le has dejado de lado? ¿Quién necesita tu ayuda? Porque si quieres encontrarte de nuevo con Jesús, es más fácil que le encuentres ahí, cuando das la mano a esa persona que sabes que lo necesita…

A veces no es ni siquiera una cuestión económica, otras veces sí, por supuesto. 

SON COMO CRISTO

A veces es una visita, a veces es prestar atención porque son pobres en el sentido de que nadie les para bola (es decir, nadie les hace caso). Pero todas estas personas necesitan también de nosotros, y nosotros somos Cristo que ayuda a esas otras personas.

Y para nosotros esas personas son Cristo. 

Esto es muy bonito, porque Dios nos utiliza como herramientas y también las utiliza a ellas para mover nuestro corazón. 

“Señor Jesús, queremos pedirte que nos ayudes a ser más misericordiosos, a encontrarte en todas las cosas que están a nuestro alrededor. 

Por supuesto, en las grandes creaciones y en la belleza de la naturaleza, como nos dice el libro de la Sabiduría que hemos leído hoy, pero también en esos problemas que a veces nos aturden, o en esas circunstancias de nuestros hermanos que sufren más…

También en las cosas que a veces no entendemos, pero que sabemos que Tú estás detrás. Permítenos verte, permítenos encontrarte, saber que estás ahí”.

DIOS MI SALVACIÓN

Así como el profeta Habacuc, que fue testigo de vivir como si Dios no existiera. Y ante el panorama desolador y marchito que estaba a su alrededor, desde lo más profundo de él, exclamó:

“Con todo yo me alegraré, Yahvé, y me gozaré en Dios mi salvación”

(Ha 3, 18),

pese a que las cosas parecía que no funcionaban. 

Y lo mismo ha sucedido con todos los santos que han vivido en este mundo, ellos han tenido que encontrar a Dios, muchas veces en las dificultades, en el rostro del que sufre, en las situaciones más complicadas…

También en las situaciones más hermosas, y en la misma naturaleza y en las mismas cosas bonitas que nos ofrece este mundo. 

“Jesús, gracias por estar en todos, por dejarte encontrar en todas partes, pero con San Agustín diremos que, donde más fácilmente te encontramos, es en nuestro interior,

¡porque siempre estás ahí!”

Ahí te queremos ir a buscar Señor en estos 10 minutos, en este rato de oración que ahora terminamos diciéndote convencidos que: “Te damos gracias por estar cerca de nosotros siempre y pidiéndote que nos ayudes a descubrirte en todas partes”.

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