Hoy día el Evangelio de la misa empieza muy intenso, muy fuerte, muy dramático, muy material, digamos. Porque cuenta esto san Juan:
“En aquel tiempo los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús”.
Así empieza y si nosotros ahora que estamos intentando conversar con Jesús, mirarlo, aprender de Él, acompañarlo un rato, pero a la Luz del Evangelio, Vivo.
Si tú y yo ahora nos ponemos en las sandalias de Jesús -como se dice: ponerse en los zapatos de alguien- o nos ponemos en la situación de Jesús y ver estas personas, estos hombres, con los rostros duros, con cara de enojado, con los ojos furiosos -digamos- y agachándose para agarrar las piedras y no para construir algo, sino para lanzárselas, para darle de pedradas.
EN LAS SANDALIAS DE JESÚS
Es preocupante, por lo menos si nos ponemos en las sandalias de Jesús… ¡Madre mía! Y cuenta san Juan:
“Él les replicó: les he hecho ver muchas obras buenas por encargo de Mi Padre, ¿por cuál de ellas me apedrean?”
Razonando, dialogando, aunque los otros estén agarrando piedras para apedrearlo. Los judíos le contestaron:
“No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia, porque Tú, siendo un Hombre, te haces Dios”.
(Jn 10, 31-33)
Continúa el diálogo y el Señor les explica, con palabras de la Escritura, intenta más o menos…
LO MATERIAL
Pero quería fijarme en esto antes de continuar (quizás a ver si después nos da tiempo) pero contemplando esta escena, un par de cosas:
Primero lo material, lo consistente de las piedras que estos hombres tienen en sus manos: materiales, tangibles, dolorosas en las manos y, si ellos las estaban apretando con furia, seguramente también se harían daño en las manos.
Y, si se las llegaban a lanzar a Jesús, le harían daño, evidentemente, porque son materiales, son consistentes, son de verdad, ¡son piedras!
Ese es el mundo en el que vive Jesús, es el mundo en que vivimos nosotros, no así como muy espiritual, etéreo, voluble… no, no, material, duro y consistente como una piedra; las piedras reales de nuestro mundo real.
LO EVIDENTE
Y, luego, esta frase (en la misma línea digamos) que le dicen a Él:
“Tú siendo Hombre, te haces Dios”.
Lo apedrean por las palabas de Jesús, por las cosas que implican lo que el Señor enseña, porque Jesús llama a Dios, a Yahveh, lo llama Su Padre, haciéndose de Su misma naturaleza, igual a Él.
Y aquí está lo interesante, junto con las piedras materiales que tienen en sus manos y que para ellos es evidente (para nosotros quizás menos porque estamos a distancia de siglos y de muchos miles de kilómetros).
Para ellos es evidente -y esto nos ayuda a nosotros- que Jesús es de verdad Hombre, evidentemente Hombre. Para nosotros, por la diferencia de kilómetros, de siglos… bueno, porque tenemos la fe, quizás para nosotros está mucho más en primer plano que Jesús es Dios y lo ves.
JESÚS, HOMBRE
Pero vale la pena detenernos un momento en medio de toda esta furia de estas piedras que están a punto de ser lanzadas hacia Jesús. Es bueno detenernos en lo que, para esos judíos es lo evidente.
Para ellos no es evidente, de hecho, porque les parece una falsedad y por eso les parece que Jesús está blasfemando. Están en contra de la idea de que Jesús sea Dios.
En cambio, para ellos es absolutamente evidente, tan evidente como lo duro y lo consistente de las piedras que tienen en sus manos. Por eso han agarrado piedras, no quieren apedrear a Jesús con palabras o apedrearlo con aire, ¡no! Quieren apedrearlo con piedras porque son duras, porque hacen daño si hace falta.
Así de material, así de verdaderamente Hombre es Jesús, como tan verdaderamente son las piedras que tienen y aprietan en sus manos.
ADORO TE DEVOTE
Vale la pena que nosotros también contemplemos a Jesús, que es verdadero Dios. Tú Señor eres verdadero Dios, pero también verdadero Hombre. Hombre como piedras son aquellas que tienen en sus manos: de verdad.
Y cuando nos acercamos a la Eucaristía aunque, por decirlo así, estamos ciegos -no porque no esté ahí, sino porque no alcanzamos a verlo nosotros-, no alcanzamos a percibir con los sentidos que el Señor es el que está ahí en la Eucaristía.
Nos parece, como dice el Adoro Te Devote, que es un trocito de pan; que en la misa tenemos pan y un poquito de vino en un Cáliz, en una copa y no, es el Señor y para esos judíos era invisible, no alcanzaban a captar la Divinidad de Jesús.
LA DIVINIDAD DEL SEÑOR
Nosotros en la Eucaristía no captamos ni Tu Divinidad, ni Tu Humanidad tampoco Señor. Pero qué bonito, qué promesa más esperanzadora cuando el Señor le dice (y está recogido en el Evangelio) a Tomás:
“Dichosos los que van a creer sin ver”
(Jn 20, 29)
(estaba hablando de nosotros) y Tú Señor estás ahí en la Eucaristía.
Y por eso, qué ganas de ir a verte a algún Sagrario, en la capilla más cercana, en una parroquia, en un oratorio… ¡Qué ganas Señor de verte! Aunque muchas veces no lo vea con evidencia, pero Tú Señor estás ahí en el Sagrario, más de verdad que lo duro que son las piedras.
VIRGEN DE PIEDRA
Hay, al norte de España, en el país Vasco, un pueblito cerca de San Sebastián, yendo por la costa hacia el oeste, uno llega a un pueblo que se llama Deba, pero antes uno pasa por otro pueblito más pequeño todavía, que se llama Itziar y ahí hay un santuario de la Virgen de piedra muy antigua.
Es de piedra del S. VIII -me parece que comenzaron las construcciones o por lo menos hay evidencia arqueológica-, luego también hay piedra del S. XVI. Pero aparte de que el santuario de la Virgen (una Virgen muy bonita), una Virgen patrona de navegantes, está ahí junto a la costa; mucha tradición de pesca por ahí.
Ese santuario de la Virgen es de piedra, de piedra tan real como real es Señor Tu Humanidad.
De hecho, no sólo hay piedras en la construcción, también hay (quizás conoces ese como deporte que tiene por allá el país Vasco) de levantamiento de piedras. Y, a las afueras de esa Iglesia, hay unas piedrotas (no me acuerdo cuántas toneladas o cuántos kilos) que son inmensas.
EL SEÑOR ES REAL
Están ahí y piensas: esta no la levanta ni un Tsunami y no sé si la levantará los Tsunamis, pero los vascos de por ahí, sí.
Así de real es el Señor, pidámosle ahora en la oración: “Señor, yo tengo problemas reales, tan reales como esas piedras que tomaban aquellos judíos: materiales, reales, Señor.
Pero igual mucho más real que esas piedras o que mis problemas, eres Tú que eres verdaderamente Hombre y me entiendes perfectamente y eres verdaderamente Dios y me quieres con corazón de Dios.
Podemos ir por aquí en nuestra oración, terminando ahora ya, pero durante el día, de que es verdad que tenemos problemas reales, proyectos reales, ilusiones reales que nos gustaría que se realicen.
BUSCARLO EN LA EUCARISTÍA
Como ilusión, como proyecto, es real. Igual de real, más real es el Señor y eso nos tiene que llenar de seguridad y de esperanza siempre y también de ganas de ir a verlo al Sagrario.
Pidámoselo a san José, a la Virgen, ellos tuvieron una experiencia tan constante, tan bonita, tan cotidiana, tan material también, de la verdad de Jesús que es Perfecto Dios, Perfecto Hombre.
Vamos a pedirle a ellos, a la Virgen, a san José, que sepamos tratar a Jesús, a buscarlo en el Evangelio, a buscarlo en la Eucaristía con ese realismo.
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