LA INMACULADA
Bernadette, aquella niña a la que se le apareció La Virgen en Lourdes, escribió su experiencia. Ella cuenta que cuando vio a la imagen de la Virgen, no sabía que era la Santísima Virgen, simplemente pensó que era una mujer muy hermosa y celestial. Y el padrecito con el que hablaba, le decía: “ Pregúntale, ¿quién es?”. Ella le preguntó muchas veces a La Virgen ¿quién era?
Escribe en una carta Bernadette: “Le pregunté varias veces quién era… a lo que me respondía con una leve sonrisa;Ya, después de muchas veces de preguntarle, respondió por fin”. Leemos en una carta: “…levantando los brazos y los ojos el cielo me dijo: Yo soy la Inmaculada Concepción…”.
Bernadette no entendió qué significaba eso, fue con el padrecito y le contó que le había dicho que era La Inmaculada Concepción, el padre entendió inmediatamente que era La Virgen María, porque el dogma de la Inmaculada Concepción, había sido pocos años atrás, definido como dogma.
Bernadette no sabía qué significaba eso, de que “soy la Inmaculada Concepción”. ¿Cómo te llamas?… Yo soy la Inmaculada Concepción.
En La Virgen, la Santidad le pertenece tanto, como lo pertenece su nombre. De hecho, así se dirige el Ángel a Ella: Dios te salve, llena de Gracia.
Este es tu nombre, Llena de Gracia, Dios ha hecho en Ti cosas grandes. Como se dice en el Magnificat “ha hecho en mí cosas grandes”; Yo simplemente me he dejado enriquecer por Dios; me he dejado llenar de Gracia y ese es mi nombre.
DEJAR ACTUAR A DIOS
La que se dejó llevar, La que se dejó transformar, La que se dejó santificar desde el inicio de su existencia, por Dios.
Me acordaba, al meditar en esta realidad del nombre La Virgen, de las palabras del Papa en la JMJ en Panamá, en la liturgia penitencial con los jóvenes privados de su libertad, el veinticinco enero del 2019.
En ese encuentro con estos jóvenes el Papa les decía: “”.
El Papa está comentando el pasaje en el cual algunos se escandalizan porque Jesús come con fariseos, con algunos publicanos y pecadores.
Señalaba el Papa Francisco, las muchas veces que tendemos a juzgar a las personas y a etiquetarlas, a decir, esta persona ya es pecador; esta persona es mala, en cambio, yo soy bueno o estas personas son buenas.
LA CULTURA DEL ADJETIVO
Tendemos a dividir y clasificar a las personas, como si no tuvieran oportunidad de cambiar. Le ponemos etiquetas rápidamente a la gente. Ëste es así; aquel hizo esto; y se corre la voz y empieza la murmuración.
Estos rótulos o etiquetas lo único que logran es dividir, aquí están los buenos y allá están los malos; acá están los justos y allá los pecadores.
Esta cultura, Jesús no lo acepta, está no es la cultura de Jesús, y nos encanta adjetivar a la gente, ¡nos encanta! ¿Vos cómo te llamas? Me llamo ”el bueno”… Pues, no. Ese es un adjetivo. ¿Cómo te llamas? Quiere el nombre de la persona. ¿Quién sos? ¿Qué haces? ¿Qué ilusiones tenés? ¿Cómo se siente tu corazón?
A los chismosos no les interesa lo concreto, pues buscan rápido la etiqueta para sacarlos de encima; la cultura del adjetivo, que descalifica a la persona. Vale la pena pensarlo y llevarlo a la oración para no caer en esto, que hoy nos ofrece tan fácilmente en la sociedad.
LLENA DE GRACIA
La Virgen sí que es llena de gracia, La Virgen es buena, se ha dejado transformar por Dios, los santos también, están en el Cielo, eso sí, son buenos porque, aquí en la tierra se dejaron transformar por Dios, se hicieron santos con la ayuda de Dios, correspondiendo generosamente a la gracia que Dios les ofrece.
En cambio aquí en la tierra, nosotros hacemos alguna cosa buena con la ayuda de Dios y hacemos otras tantas cosas malas y si Dios nos suelta de Su mano, seríamos posiblemente las peores personas del planeta.
Dios nos ayuda y aun con Su ayuda, muchas veces nos equivocamos. Y otras muchas veces le damos la espalda.
SI ESTAMOS VIVOS PODEMOS CAMBIAR
Aunque pecamos muchas veces, siempre tenemos la oportunidad de volver. Esto es lo que nos sigue diciendo el Papá: “El amor de Jesús, es un amor que inaugura, una dinámica capaz de ofrecer caminos y oportunidades de integración y transformación, de sanación y de perdón; caminos de salvación”.
“Comiendo con publicanos y pecadores”. Jesús, rompe la lógica que separa, que excluye, que aísla y divide fácilmente, entre buenos y malos.
Son palabras profundas las del Papa Francisco, me gusta mucho esa expresión qué dice: “El amor de Jesús inaugura una dinámica capaz de ofrecer caminos y oportunidades…”
La palabra: “inaugura” o sea, nos abre senderos para poder caminar hacia el bien; nos da la luz para poder dirigirnos hacia el bien. Siempre podemos cambiar, mientras estamos vivos; podemos aceptar la gracia de Dios y abrirnos a Su Misericordia, Él nos lleva más allá y nos da la ayuda de María, que Ella es Inmaculada.
¿Quién eres Tú? Yo soy La Inmaculada Concepción. Yo me he dejado llenar por Dios, me he dejado transformar por Dios; tú también debes dejarte transformar por Dios; También podemos pensar… “yo no puedo”, “soy un pecador”, “soy un miserable”. Pero Dios te puede y te quiere ayudar.
Es muy bonito el relato, cuando Bernadette ve a esta mujer, La Virgen María. Obviamente, ante la vista de algo sobrenatural, se produce miedo y se llega a asustar, pero la Virgen es amable y aunque le asusta al principio, no la lleva a correr y alejarse.
LA VIRGEN NOS COMPRENDE
Bernardette, no sabe qué hacer… Pero ¿qué hace? Se persigna, Aunque, no puede hacerlo por los nervios y por la emoción. Ante esto, la Virgen se persigna a sí misma, como animándo la, como apoyándola, como teniéndole paciencia y comprendiendo.
Entonces Bernadette se puede persignar, con la ayuda de La Virgen y después saca su Rosario y la Virgen la acompaña a rezar El Rosario; moviendo los labios, moviendo las cuentas del Rosario. La Virgen la va acompañando para que pueda rezar, acabando de rezar la Virgen, se desvaneció en esa primera visión, que sería primera de muchas.
Dios nos da toda la ayuda que necesitamos, Dios nos da a la Virgen, Dios nos da a los Santos que también son personas débiles, que se dejaron transformar por Dios.
ABANDONA TUS FUERZAS EN DIOS
Aquí tengo un libro de San Josemaría que se llama Forja, habla de su experiencia personal y nos la comunica…
<“Si notas que no puedes, por el motivo que sea, dile abandonándote en El, Señor confío en Ti, me abandono en Ti, pero ayuda mi debilidad y lleno de confianza repítelo: Mírame Jesús soy un trapo sucio, la experiencia de mi vida es tan triste; no merezco ser hijo tuyo”. (Forja 287)
Díselo tú, y díselo muchas veces. San Josemaría se lo repetía muchas veces. También decía a Dios: “Yo no puedo nada, yo no sé nada”, y Dios mismo le hacía sentir su amor, cómo termina diciendo en este punto de Forja: “No tardarás en oír su voz. No temas, levántate y anda…”.
Acudimos a María para que nos ayude a sentirnos, a sabernos hijos de Dios; a ver en nuestros días la mirada amorosa de Dios padre, a saber que Dios siempre perdona y siempre nos llevará a caminar hacia el bien.