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VOCACIÓN DE OVEJA

VOCACIÓN DE OVEJA
SAN JUAN DE ÁVILA

Hoy estamos celebrando la memoria de san Juan de Ávila, sacerdote del siglo XVI; que jugó un papel importantísimo, no solo en la espiritualidad española, sino también en la de todo mundo. Por eso, el papa Pío XII lo nombró patrono del clero secular de España en 1946.

Aunque los sacerdotes que colaboramos en esta iniciativa de 10 min con Jesús América Latina, no pertenecemos al clero español, es decir, que san Juan de Ávila no es directamente nuestro patrón como sacerdotes.

Me atrevo a aprovechar esta ocasión y abusar de la confianza de ustedes que nos acompañan en este rato de oración, para pedir la intercesión de san Juan de Ávila, para que los sacerdotes seamos muy santos, para que cuidemos nuestra formación -que no termina nunca-para que seamos buenos pastores de almas.

De hecho, san Juan de Ávila tiene un currículum de almas que llevó al cielo, francamente impresionante, porque fue director espiritual de muchos santos.

Algunos de ellos doctores de la Iglesia, algunos de ellos los santos más grandes que haya dado la Iglesia, por ejemplo -para empezar solamente-, director espiritual de: san Ignacio de Loyola y santa Teresa de Ávila, nada más y nada menos. Ya con estos dos nombres, a cualquier sacerdote le daría hasta envidia: -Oye, yo fui director espiritual de san Ignacio y de santa Teresa…

Pero la lista sigue, está también san Juan de Dios, San Francisco de Borja, san Pedro de Alcántara y fray Luis de Granada. Todos ellos han sido a su vez, grandes pastores de almas y tenemos aquí al pastor de pastores…

PEDIR POR LA SANTIDAD DE LOS SACERDOTES

Nosotros, también, le pedimos por eso, bajo la intercesión de san Juan de Ávila, que todos los sacerdotes sepamos ser -por supuesto- muy santos y que sepamos llevar muchas almas al cielo.

Es que un buen sacerdote debe ocuparse de llegar él mismo al cielo. Eso, por supuesto, que debe ser su principal -creo yo- preocupación: llegar él mismo al cielo, es decir, ser muy santo. Y, además, de llevar consigo a muchas almas ¡Todas las que pueda!

Por eso, los sacerdotes de 10minconJesus América Latina y los de tu parroquia, los de tu país y los de todo el mundo tenemos que apoyarnos en la generosidad de tu oración, especialmente en un día como hoy.

Los sacerdotes necesitamos ser almas de oración y apoyarnos en muchas oraciones. Nosotros también tenemos que ser buenas ovejas de ese buen pastor.

Estos días hemos estado leyendo ese discurso del Pan de Vida, después el Buen Pastor… Acabamos de celebrar, el domingo pasado, el domingo del Buen Pastor y eso nos hace a nosotros que seamos mejores ovejas, pero también tenemos que ser buen pastor: buenos pastores de ese rebaño que Dios ha puesto en nuestras manos.

“Señor, hoy voy a abusar de la confianza de estas almas que hacen este rato de oración contigo, y te pido que te fijes en sus peticiones, especialmente esas por la santidad de tus sacerdotes. Son almas buenas que quieren, ellas mismas, ser buenas ovejas de tu rebaño y no quieren distraerse con otras voces que no sean la tuya.”

EL SEÑOR CONOCE A SUS OVEJAS

En el Evangelio de hoy, les diriges un “dardo” a los que no creen en ti:

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna…”

(Jn 10,27-28).

“Con qué seguridad habrás pronunciado estas palabras y con qué seguridad las escuchamos nosotros. Y ese dardo nos pasa muy de cerca también a nosotros. ¿Cómo no sentirnos interpelados por estas palabras, Señor? ¿Qué tan en serio me tomo esta vocación a ser buena oveja, un buen hijo o hija de Dios? Y según estas palabras tuyas, Señor, uno de los criterios que nos presentas para ser buenas ovejas es esa capacidad de poder reconocer Tu voz.”

No es que Dios no nos hable -de hecho, lo hace todo el tiempo, por ejemplo, a través de estos ratos de oración-, sino que tantas veces estamos gordos -digo, sordos-.

¡Qué pena que Dios se empeña tanto en hablar con nosotros y nuestro teléfono suene siempre ocupado! ¡Qué pena que Dios nos está mandando mensajes todo el tiempo y lo dejamos siempre en azul, “como el mar azul”! ¡Qué clase de ovejas te has buscado, Señor!

SOMOS OVEJAS

La verdad es que, con esta imagen del buen pastor y las ovejas, Tú Señor, has dado en el blanco. No sólo porque seas Tú un buen pastor (que eso lo tenemos más que claro, al menos en la teoría), sino porque nos has llamado ovejas, y en eso también has dado en el blanco.

Porque yo no sé -tú que me oyes en estos 10 minutos con Jesús-, pero si alguna vez has visto un rebaño de ovejas, te has dado cuenta de que las ovejas no son un animal muy inteligente. De hecho, todo lo contrario, se despistan con una facilidad impresionante (nosotros nos despistamos con una facilidad impresionante).

Tú, Señor, nos llamas, nos cuidas, nos curas, nos llevas por los mejores caminos posibles, esos que terminan en las mejores praderas que jamás alguien haya imaginado muy lejos de los acantilados, muy lejos del lobo.

Y nosotros, precisamente como somos muy torpes, somos ovejas tontas, nos podemos separar fácilmente del rebaño; y muchas veces por un simple placer momentáneo: una flor que encontramos en el camino, un poco de agua encharcada o el ruido de un pájaro.

LA HISTORIA DE MIGUEL

Te voy a contar la historia de Miguel, es un niño pequeño de unos nueve años. Su padre tenía una profesión -que cada vez va en peligro de extinción- era pastor de ovejas. En la escuela el maestro, una vez, le pregunta a Miguel:

– Miguel, vamos a estudiar matemáticas, si tienes veinte ovejas en el redil y una se salta la tapia y una se escapa, ¿cuántas te quedan?
– Ninguna.
Responde Miguel, con toda seguridad. Y responde el maestro:
– Pero hombre, tienes veinte, se marcha una ¿cuántas quedan?
– Ninguna, señor.
Vuelve a responder Miguel con toda seguridad. Y dice el maestro:
-No, hombre, no. Veinte menos una, quedan diecinueve. Si quieres usa los dedos.
– Ninguna, señor.
Vuelve a responder con toda seguridad.
– No, veinte menos una, quedan diecinueve. La respuesta es diecinueve.
Y Miguel, con toda la seguridad que su padre es pastor de ovejas, dice:
– Maestro, usted sabrá mucho de matemáticas, pero de ovejas no tiene ni idea. Si una se salta la tapia, todas las otras van detrás.

La historia es muy tonta, pero nos refleja eso de las ovejas tontas… nosotros somos, precisamente, como ovejas. Nosotros, aunque nos lo creamos, no somos muy inteligentes que digamos. Nos podemos escapar tontamente del redil, “porque todos los demás lo hacen”. Y allí es, donde tener el oído bien afinado, es fundamental para escuchar al Buen Pastor y volver a lo seguro.

EL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN

¿Acaso no es el sacramento de la confesión un modo de regresar al rebaño? ¿No es la Eucaristía ese pan de vida con el que el Buen Pastor nos alimenta y sin el cual no podemos andar en esta vida cristiana?

“Ese perseverar en estos ratos de oración contigo, Señor, ¿no nos ayuda a tener el oído muy afinado a esos llamados constantes, muchas veces al día que Tu nos haces?”

Cuando torpemente nos vamos alejando de ti, Señor, la vida – y lo hemos comprobado dolorosamente- se hace más oscura, vamos perdiendo sensibilidad para las cosas espirituales, nos entra el cansancio, el aburrimiento para las cosas de Dios y poco a poco vamos cayendo en ese triste estado del alma que llaman tibieza.

Con la tibieza viene la sordera espiritual. Es, por lo tanto, como un círculo vicioso; hay una apatía para las cosas de Dios. Apatía para la piedad, porque pueden más las obligaciones, las cosas importantes, las ocupaciones del día.

“Señor, ¿cómo se nos puede meter en la mente un pensamiento así? ¿No será más bien que nos falta sensibilidad para escuchar tu voz en el día a día para prevenirnos de los peligros? ¿No nos faltará más bien visión sobrenatural para ver detrás de esos alfilerazos, de cada día, muchas oportunidades de identificarnos contigo?

SER OBEDIENTES A LA VOLUNTAD DEL SEÑOR

Señor, Buen Pastor nuestro, ¿cómo te pagaremos todo el bien que nos has hecho? Pues con la obediencia a tu voluntad, a esa voluntad de la que estamos seguros -aunque nuestra inteligencia de ovejas no nos permita entenderlo-, estamos seguros de que nos llevarás siempre por buenos caminos.”

Madre nuestra, en este mes de mayo, como una buena madre enseña a su hijo a escuchar con atención, también te pedimos para nosotros ese hábito de tener los oídos abiertos a las inspiraciones, sugerencias, instrucciones de tu Hijo.

Que empecemos por buscarlo continuamente en los sacramentos –que no nos despistemos-, que cuidemos estos ratos de oración y que cuidemos esa sensibilidad para reconocer a Cristo que pasa a nuestro lado tantas veces en nuestras vidas.

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